Las imágenes de las calles coruñesas convertidas en ríos –o embalses, según el caso–, una vez confirmado que no hay daños graves que lamentar, a muchos les han llevado a imaginar una ciudad en la que nos moviésemos sobre las aguas. Que dada nuestra situación de pequeña península y los fenómenos meteorológicos cada vez más extremos, a lo mejor no es algo tan descabellado... Podríamos adelantarnos y hacer las cosas bien. Con nuestros canales, nuestros puentes para cruzarlos, nuestras lanchas –carril paddle surf para los que apuesten por los vehículos de movilidad personal–, y la ocasión de utilizar por fin esa prenda náutica que compramos por impulso aquella vez que nos creímos lobos de mar. Y ojo a las posibilidades turísticas que se nos presentan. Podríamos promocionarnos como la Venecia atlántica. Pero con el añadido de la riqueza gastronómica y el entorno incomparable.