Hay una “joya escondida” en Narón. Tan oculta que se encuentra a plena vista, pero pasa desapercibida para muchos de los que pasan por allí y no son peregrinos. Estos últimos, sin embargo, ya se han dejado cautivar por todos los secretos que tiene el Monasterio de O Couto –única edificación de esta categoría en la comarca–, donde además de sellar las credenciales dentro del recorrido del Camiño Inglés, descubren parte del patrimonio de la localidad, que data del siglo XII.
La realidad es que por este enclave han pasado, a lo largo de la historia, un sinfín de ilustres. Estuvieron en Narón las familias Esquío o los Froilaz –quienes fueron condes de Traba, figuras más que relevantes dentro de la historia gallega, pero también de la nacional puesto que tomaron parte en la educación de Alfonso VII, Rey de Castilla, y quienes tenían en Narón su panteón familiar–. El el caso de los primeros, aún se puede encontrar la tumba del hidalgo Diego dentro de los muros del recinto.
En la actualidad, sin embargo, además de la Diócesis, se hace cargo de este templo una pareja de voluntarios: María Josefa Rial y Benjamín Hermida. Este par de jubilados hacen las delicias de los miles de caminantes que han pasado por este enclave y, de alguna manera, buscan ponerlo en valor también para los locales.
La labor de estos voluntarios comienza con “el sellado de la credencial”. Rial, la veterana de los dos, abre las instalaciones durante el fin de semana, mientras que Hermida se encarga de esta tarea de lunes a viernes. Pero, en la práctica, sus labores van mucho más allá.
Ella se encarga de mantener el espacio completamente limpio. Desde los suelos de pizarra de la capilla hasta el más pequeño de los detalles de los candelabros. Él, por su parte, es el guía turístico de este monumento. Ambos, además, colaboran en la mejora de los espacios tan esenciales que presenta el Monasterio.
Y es que, además de ser un punto clave en el Camiño Inglés –siendo el décimo kilómetro de este recorrido–, también es el punto de partida del recorrido hacía Santo André de Teixido, “una ruta que merece realmente la pena”, asegura Hermida.
Así, los visitantes que se acercan son, en su mayor parte, peregrinos y las cifras lo dejan latente. Durante los meses de julio, agosto y septiembre del pasado 2024 –tal y como contabilizaron los voluntarios– pasaron por San Martiño un total de 3.822 caminantes. En el caso de las visitas guiadas, la cifra se sitúa en 58.
A pesar de que la iglesia data del siglo XII, la historia de este monasterio comienza 300 años antes. “Roma recorrió toda la ría, que tuvo mucha importancia bien fuese por su enclave estratégico o por sus riquezas, el caso es que Roma lo sabía”, explica el guía. Así, con una ría de Ferrol pletórica y rebosante en riquezas, Lubia (Xuvia) fue un punto clave en el establecimiento de lazos con el pueblo celta, y esta construcción “aparece por eso, donde están la cultura y el poder”.
Las explotaciones de las minas ricas en oro tampoco pasaría desapercibida. Primero los normandos, luego los grandes imperios. Con una capacidad económica más que demostrada se alzó un templo que sería víctima de los ataques de los vikingos o de los musulmanes pero que, a pesar de todo, se mantuvo en pie. “Tenía un poder económico muy potente porque estaba bajo el poder de los nobles”, asegura Hermida.
Así, y si se recorre lo que fue la finca de esta construcción y se hacen las preguntas adecuadas, relativas a la orientación o al desnivel, y uno puede darse cuenta al “ver las murallas defensivas hacia la costa, el pórtico de entrada de la zona que va hacia Caranza, te dice que el monasterio era mucho más que rezar”, explica este técnico en museología que hoy se encarga de transmitir parte de la historia de la zona.
Además de la parte abierta al público, el recinto cuenta con zonas de clausura, cocina, calefactorium o biblioteca.
Zonas que “nos encantaría rescatar”, aseguran los voluntarios. Conscientes de que el trabajo es complicado, al hablar de un patrimonio más que importante y que requiere de mucho tacto, Hermida asegura que este “proyecto a futuro sería todo un sueño”.
El técnico asegura que el patrimonio que se encuentra entre los muros de San Martiño es “indescriptible”.
Así, desde una posible sala de exposiciones que permita conocer la historia lineal, hasta representaciones teatrales “que cuentan con la aprobación del párroco, un vanguardista”, todo puede llegar a tener cabida.
Y es que la trascendencia del enclave permitiría “desde conferencias de expertos en diversas materias hasta un museo” donde exponer el sinfín de riquezas que se encuentran en los patios y estancias que están cerrados al público. Todas estas propuestas permitirían “abrir el monasterio” de una forma atractiva y accesible para visitantes, pero también para locales.
“El peregrino viene casi siempre en un camino en el que se busca a sí mismo de alguna manera”, comenta el guía. A los pies de la capilla central se han sucedido cantos gregorianos procedentes de países del este de Europa, fieles que traían sus plegarias desde América del Sur, pero también quien, simplemente, disfrutaba del arte románico.
Eso sí, tienen algo en común. Cuando cualquiera de ellos escucha la historia que esconden estas paredes “se sientan y empiezan a preguntar, porque parece una película”, asegura Hermida.
Y es que hay detalles que, a simple vista, se escapan. Los baños de este monasterio, por ejemplo, tenían agua corriente en el siglo XII y, “cuando juntas todas estas cosas, te das cuenta de lo especial que es”.
Además, esta capacidad y grandeza que caracterizaban a San Martiño se extendió a lo largo del tiempo. “En el siglo XVII mantenía ese poder”, expone Hermida, pero, es más, “en el 1.500 también”.
Así, desde O Couto se remarca una vez más la importancia de un patrimonio, tangible en este caso, que marcó una época de esplendor en la zona y que es parte de la historia de la comarca pero que, sin embargo, se encuentra relegada a un segundo plano para muchos locales, mientras que los que se llevan un pedazo de esta cultura son los foráneos