El hilo rojo que desde hace décadas une a territorios tan lejanos –más de 3.000 kilómetros– como Galicia y Cabo Verde cuenta desde hace unas semanas con un nuevo filamento, que hace todavía más fuerte este vínculo. Comenzado a tejer en unas vacaciones el pasado año en Iha do Sal, su trazada entrelaza esta pequeña isla del Atlántico, frente a las costas de Senegal con las pistas fenesas de Perlío, en las que principalmente desarrolla su trabajo la Escuela Justo al Revés de tenis.
Rubén Justo y Alicia González cruzaron sus caminos con los de Valdemar, “Baba”, Almeida, presidente da Associação de Ténis do Sal –ATS– de manera casual, buscando ambos, como no podía ser de otro modo, “una pista de tenis en Espargos y allí nos conocimos. Nos quedamos con su teléfono y de ahí salió la idea”, recuerda Justo. Plasmada en una colaboración entre ambas entidades, Justo y González se desplazaron de nuevo a esta isla para, durante una semana, dar clase a todas aquellas personas interesada, llevando asimismo diferente material como raquetas, camisetas de la escuela, pelotas y, también, trofeos.
“La gente del club donó mucho material y nosotros como entidad compramos también”, comenta el presidente del club fenés, “por la mañana dábamos clase, empezando a las ocho de la mañana por el tema del calor, y por la tarde disfrutábamos de la isla”.
Esta pareja fenesa convivió durante estos días con más de medio centenar de alumnos de todas las edades, desde los siete años hasta los 66 de edad con los que contaba su alumno más experimentado, Beto, que, por una enfermedad no podía utilizar su mano derecha, por lo que estaba aprendiendo a jugar con la izquierda “para no dejar de jugar”, señalaba con admiración Justo, “tenía muchas ganas e ilusión” en una actividad en la que además, también participaban sus nietos. Unas iniciativas de aprendizaje dirigidas tanto a principiantes como para perfeccionamiento y formación de monitores y que fue cogiendo fuelle con el paso de las jornadas, promocionadas, sin duda, por el boca a boca.
“El primer día empezamos con nueve niños y cinco monitores, más o menos; el segundo ya éramos catorce niños y doce monitores y así, fuimos creciendo. Les gustaba la idea, fuimos con el lema de la escuela, con muchos juegos para aprender, los inventos de Justo al Revés”, cuenta entre risas Rubén. En esta asociación en la que todo el trabajo era “por amor al arte”, como señala, “sin pagar cuota”.
“La acogida de la gente fue muy buena”, reconocía también Justo. Como colofón de esta gran semana de aprendizaje y convivencia se celebró un torneo –de ahí los trofeos– que asimismo tuvo que ampliar su duración por el aumento de participantes. “El torneo, que iba a ser sólo el último día, tuvimos que hacerlo ya desde el viernes porque había muchísimos niños y sólo había una pista”, recuerda el fenés.
Ya de vuelta a casa, esta semana de convivencia y aprendizaje no se quedará “huérfana”, ya que como apunta el propio Justo, “la idea es que algunos de esos jugadores, seis o siete que no lo hacían nada mal, vengan aquí”. Y también, todo parece apuntar a que esta no será la última visita de la escuela fenesa a Cabo Verde.
“Quieren implantar el tenis en otras islas, como Boa Vista o São Nicolau y nos van a poner en contacto”, cuenta el de Fene, además de contar con la colaboración con Ilha do Sal, “tal y como dijo Valdemar, tenemos un año para intentarlo”. “Nos gusta ser pioneros en cosas y cuando algo se nos mete en la cabeza tenemos que hacerlo”, apunta entre risas Justo. Y quien sabe, quizá la próxima vez esta colaboración atlántica pueda estar “patrocinada” por otras entidades públicas.
Para Justo y González su estancia en Ilha do Sal sirvió asimismo para ver cómo viven el deporte en este archipiélago. Disfrutando no sólo del tenis sino también de una cita de fútbol sala en el que medían fuerzas las islas “vivimos algo que hoy en día aquí está complicado. Había muchísima gente en el pabellón, en la pista y cada uno animaba al suyo... no había insultos”, cuenta Justo, “había gente, competitividad, lo vivían mucho... pero no había esas historias de problemas. Allí no hay estrés –de hecho es una frase que el local se trajo tatuada de su viaje–, todo es tranquilidad y en ese sentido tenemos que aprender”.