Cuando escuchas hablar a Martín, la consecución del título mundial júnior era, sin duda, el camino más lógico y habitual en su carrera deportiva. Primero conquistas A Coruña, Galicia, España y luego, “pasando” de Europa, el mundo. Y es que este palista de 18 años, ahora en las filas del Náutico Firrete de Pontedeume, ha ido dando pequeños, y no tan pequeños, pasos desde que un verano se empecinó en apuntarse a uno de los cursos estivales ofrecidos por el Piragüismo Narón.
“Les tuve que insistir a mis padres para apuntarme, no querían”, cuenta entre risas López, “mi madre quería que fuese a remo y mi padre quería que no hiciese nada más, porque ya estaba en triatlón –formó en el Triatlón Ferrol– y ya estaba sacando resultados a nivel gallego”. Y menos mal que ambos escucharon a su insistente vástago, que guiado quizá por la novedad o por la intuición sabía que ese deporte que había descubierto iba a ser algo más que un pasatiempo de un par de temporadas. “Me enganchó desde el principio y luego empezó mi hermano –Borja–”, cuenta Martín, “ahí ya se empezaron a engachar también mi padre y mi madre”
Y así, dando un salto de dos años hacia adelante sobre ese verano clave en vida de Martín, el de Narón ganó su primera regata. Ha pasado tiempo, pero el palista lo revive y cuenta como si la distancia a este momento fuese al mismo tiempo mucha y poca. “Fue en Betanzos, en una cita del Provincial”, recuerda López, “gané un trofeo, de goma eva, una piragua y una persona remando encima, y ese trofeo lo tengo ahí, para mí es el más importante. Ahí empezó todo. Estas medallas –señalando el bronce firmado con Javier García en el Europeo, en K-2 1.000, y el oro mundial en K-1 5.000–, las tengo metidas en una caja, pero tenemos que hacer algo para colocarlas”, cuenta el del Firrete entre risas.
Ese pequeño trofeo, acorde con la edad del naronés por aquel entonces, le hizo pensar “soy el mejor de A Coruña” y dejar que su pensamiento se fuese un poco más allá. “De aquella pensé que eso era la leche”, cuenta. Y, ya en faena, ¿por qué no de Galicia o de España? Para dar ese paso, López se puso como primera meta entrar en el Centro Galego de Tecnificación Deportiva. Se despidió de sus compañeros en el Piragüismo Narón y emprendió un nuevo camino con el KDM Cabanas ya en las aguas del río Eume. “Había un mejor grupo de entrenamiento, con gente más mayor –en Narón yo era de los mayores–”, recuerda el naronés, “e iba poniéndome metas, primero pillar a esa persona, luego otro... y así. Entré en el CGTD y ahí empecé a subir el nivel”.
A Coruña y Galicia empezaban a quedársele pequeñas a este extriatleta, especialmente ya en su segundo año en Pontevedra, ya que “el primer año fue para mejorar” y ya en el segundo, López descubrió una nueva línea de meta hacia la que encaminar sus paladas, el Centro de Tecnificación Deportiva de Trasona, en Asturias. “Me dije, tengo que entrar sí o sí, si no voy a quedarme atascado”, señala el naronés, que todavía no conseguía dominar a nivel nacional. “Empecé a entrenar mucho más, y más, a fuego, y ahí fue cuando gané mi primer campeonato de España, todavía en el KDM pero sin esa meta”, resume.
Una vez en tierras asturianas –por cuyo paso le queda todavía un ligero recuerdo en su hablar–, el joven palista volvió subir el listón. ¿Por qué no Europa... o el mundo? “Allí te pones metas más altas y yo tuve la suerte de que ya en el primer año me clasifique para el K-2 1.000 –con Javier García–”, señala. Fue una clasificación de “rebote”, forzada por el rechazo de otros palistas a acudir, que no importó en absoluto al de Narón ni a su compañero. “Lo cogimos los dos con muchísima ilusión y fuimos a darlo todo”, comenta. Y así llegó un, después, celebrado sexto lugar en el Mundial júnior, si bien allí “nos fuimos tristes, pero luego alguien me enseñó una foto del planeta y me dijo, mira, eres sexto de aquí”. Y la percepción cambió.
Después de eso, López volvió a subir la altura del listón. Cruzó el puente de Cabanas a Pontedeume y se enroló las pasadas Navidades en las filas del Firrete. “Este año sí que había que ir a por todas, dijimos”. Y como prácticamente todo lo planeado previamente, el local hizo aquí también doble “check”, colgándose el oro en la regata mundial de K-1 5.000 metros. Eso sí, después de enjugarse las lágrimas tras un doloroso cuarto lugar en el K-2 con García. “El K-1 5.000 era la última prueba y estaba todo el mundo viéndome”, comenta recordando al mismo tiempo los numerosos problemas vividos tanto en su salida como en unos porteos –donde su pasado de triatleta salía a relucir en la carrera– en los que achicar el agua era otro deporte. Aquí, López supo aprovechar los “piques” entre los primeros clasificados para adelantar posiciones, y “ahí me motivé más”.
Una motivación que lo llevó a colarse en los primeros puestos, pero no era suficiente. “Cuando iba tercero, pensaba que era tercero del mundo... pero dije ¡no me puedo conformar con esto! y tiraba para el siguiente”, y así hasta que no hubo más rivales que cazar. “No te caigas, no te caigas”; pensaba López cuando ya acariciaba el oro. Y no lo hizo. “Quedaban cien metros y eché la vista atrás, no estaba cerca. Sonreí de oreja a oreja y empezó a caer una lágrima de alegría...”, recuerda López, sobre una llegada a meta aderezada por los gritos de todos sus compañeros y familiares y de una grada en pie.
López lleva a cabo esta semana –previo paso por la Warner– otra llegada muy diferente en su carrera, a la residencia Blume y asimismo a la categoría sub 23. La siguiente altura en el listón, en esta ocasión cogiendo carrerilla en Madrid para saltarlo de nuevo. “La ilusión no me falta para volver a estar en pruebas internacionales, soy competitivo y me esfuerzo”.
Este curso Martín iba a comenzar una nueva etapa en su carrera en el centro de alto rendimiento en Sevilla –junto con sus compañeros de club Antón, Iker, Javi y otros–, si bien un nuevo giro de timón en su historia ha llevado al naronés a la residencia Blume de Madrid, en donde trabajará a las órdenes de Luis Brasero.
“Madrid es el lugar al que quieres ir, por grupo de entrenamiento, resultados...”, comenta, en donde, compaginando con sus entrenamientos, estudiará el ciclo superior de Técnico Superior de Animación Sociodeportiva o Acondicionamiento Físico –Tafad–, para posteriormente, si se puede, dar el paso a Inef. Allí compartirá trabajo con, entre otros Paco Cubelos, Íñigo Peña, Pedro Vázquez y un Cristian Toro que, casualidades, apareció en una de esas fotos que Google te recuerda –en este caso a su padre–, y en la que López tenía 12 años. “Quién me iba a decir que ahora iba a entrenar con ellos”.