Los vecinos de la ciudad naval no son ajenos a los efectos que el abandono durante años puede provocar en un edificio. Basta con pasear brevemente por el casco histórico ferrolano para encontrar al menos media docena de inmuebles carcomidos y tomados por la vegetación, como un recuerdo de que la naturaleza siempre vuelve a reclamar lo que era suyo al más mínimo despiste.
Sin embargo, comparadas con estos edificios comunes, las grandes instalaciones abandonadas generan una fascinación única, como si trasladasen a quien las visita al escenario de una película en la que la civilización ha perdido la partida. Así, si bien el caso de acuartelamiento Sánchez Aguilera es el más notorio –aún ahora que ya no ejerce de depósito municipal de vehículos–, el jardín didáctico Aquaciencia, en el parque Reina Sofía, no se queda atrás, aun estando lejos del nivel de decadencia del primero.
El pasado lunes, día 10, el alcalde de Ferrol, José Manuel Rey, anunció tras la reunión semanal de la Xunta de Goberno Local que el Concello invertirá 137.672 euros para la recuperación de este espacio, cerrado en 2020 a causa de la pandemia de coronavirus. Se trata, como explicó recientemente el concejal de Servizos, José Tomé, de una actualización de un proyecto de 2021 que nunca se llegó a ejecutar y del cual se revisaron los costes e intervenciones, adecuándolo al estado actual del área.
Los primeros días de vida de este activo educativo fueron, cuanto menos, controvertidos. Inaugurado el 10 de junio de 1999, apenas ocho días después de que Diario de Ferrol publicase su primer número, el parque gozó de una inusitada popularidad entre la ciudadanía. El entonces conselleiro de Política Social, Xosé Cuiña, acompañado del alcalde, Juan Blanco, fue el encargado de estrenar –junto con los estudiantes del colegio San Rosendo– el espacio. Los trabajos, adjudicados a la empresa Necso por poco más de 200 millones de pesetas –entre 1,7 y 2,8 millones de euros, ajustados a la inflación de 2024– se retrasaron ocho meses por problemas de mantenimiento y funcionamiento.
Así, el plan inicial era que la compañía gestionase el parque durante los primeros 15 días, tras lo cual pasaría a manos del Concello –aun cuando desde el área de Urbanismo se rechazaba la recepción de la obra al no haberse comunicado los diferentes cambios que había sufrido el proyecto, como la supresión de un anfiteatro y la adición de una depuradora–. Sin embargo, la gran expectación generada obligó a la Xunta a cerrar el jardín didáctico tan solo cuatro días después de su inauguración, dado el enorme volumen de visitas simultáneas recibidas.
Finalmente, tras solventar esta coyuntura –la empresa y la administración autonómica tuvieron que diseñar un plan de acceso para particulares y grupos y evitar aglomeraciones que dañasen las instalaciones, apenas cinco días más tarde de su precipitado cierre –concretamente el viernes 18–, Aquaciencia, ahora sí, entró en operación de forma oficial.
Volviendo al presente y ante la inminencia, al menos sobre el papel, de las labores de reforma, el Concello, de la mano del concejal José Tomé y los responsables municipales del espacio, Pablo y Juan, abrió el pasado fin de semana las puertas del jardín educativo a Diario de Ferrol para conocer de primera mano su estado actual y las diferentes actuaciones que se llevarán a cabo.
Así, como se había mencionado, la primera imagen que transmite el espacio municipal es de un área civilizada que hace mucho perdió su batalla contra la naturaleza. Sin importar dónde se mire, las plantas y los arbustos se han impuesto a las infraestructuras, rompiendo y asimilando caminos, plataformas y estanques. No obstante, como explican sus responsables, esto es verdad solo hasta cierto punto, dado que, si bien el estado del parque es de abandono, no es así con los ingenios, que han sido mantenidos con cuidado durante todo este tiempo.
“Aquí había un proyecto del año 2021, que ya había sido aprobado por la comisión de Gobierno para pasar a licitación, que tuvimos que actualizar”, explica José Tomé, recordando que el nuevo pliego tiene un presupuesto de 132.000 euros sin impuestos y un plazo de ejecución de tres meses. Se trata, afirma el edil, de una iniciativa de carácter prioritario, pues la intención del ejecutivo ferrolano es que vuelva a entrar en operación durante el último trimestre del año.
En este sentido, el responsable de Servizos insiste en que “no se dejó de hacer mantenimiento de las piezas” que conforman los ingenios, subrayando que, una vez el espacio esté reformado, solo es cuestión de “montar” el recorrido y reabrir el jardín. De esta forma, las intervenciones se centrarán básicamente en la jardinería –que llevará a cabo el servicio municipal–, el arreglo o sustitución de las plataformas y puentes, y la renovación de la Casa dos Patos. “Esta es una apuesta de este gobierno”, insiste Tomé, detallando que, si bien es un proyecto heredado, el retraso en su ejecución ha obligado a revisarlo por completo.
Paseando por los caminos del espacio se hace evidente hasta qué punto las plantas han tomado el control del jardín. Los maderos de las plataformas, cubiertos de verdín, amenazan con ceder bajo los pies de los visitantes; un árbol recientemente caído ha destrozado parte de uno de los puentes; los pavos reales campan con sus crías a sus anchas, despreocupados ante los numerosos espacios cubiertos de maleza donde anidar; y, desde lo alto del depósito de agua, junto a una sonriente gota descolorida, se pueden observar los estanques artificiales secos y parcialmente cubiertos de hojarasca.
Todo esto contrasta con el estado de los ingenios, que como muestran Pablo y Juan, se encuentran en buen estado –aun desmontados y cubiertos de plásticos para evitar su degradación–, recién pintados y constantemente revisados. “Esto es una obra de construcción”, apunta Tomé, repasando nuevamente las intervenciones necesarias e insistiendo en que la intención es que, “si no se presentan incidencias”, como sucedió con los trabajos de desbroces, la reapertura tenga lugar a finales de este año 2024.
Promovido, como apuntan Pablo y Juan, por el entonces edil de Medio Ambiente, Carlos Piñeiro, Aquaciencia se convirtió rápidamente en uno de los activos educativos más atractivos de la comarca. “Aquí teníamos fundamentalmente tres tipos de visitas: las guiadas a colegios, principalmente de Ferrol, pero también bastantes de A Coruña y Lugo; las propias de particulares y también había un tercer aspecto que se dejó de lado un poco con la crisis de 2008 que eran las excursiones del Imserso, sobre todo de la zona de Extremadura”, explica Juan.
El espacio, matiza, estaba abierto todo el año –con curiosos acercándose incluso bajo la lluvia–, aunque la temporada de mayor afluencia individual, dado que los colegios estaban cerrados, era el mes de agosto. “Tenemos 21 ingenios –dos más que cuando se abrió– entre los cuales tenemos distintos tipos de bolas, de norias, de teoremas a explicar, como el Principio de Arquímedes, un molino, un martillo hidráulico, un depósito, una depuradora...”, enumeran los responsables del espacio, incidiendo además en que todas las instalaciones son “un ciclo cerrado”.
“El agua, a partir del depósito, circula por el acueducto, suministra el agua a todos los ingenios y al final va a parar a la depuradora donde, a través de unas bombas, vuelve a expulsar el agua”, explican, subrayando que el diseño busca emular el ciclo natural de este elemento en el planeta. Así, bajo la atenta mirada de un grupo de pavos reales, la visita concluye con un sincero apretón de manos y la promesa de volver cuando las intervenciones estén finalizadas y, con ello, la recuperación de uno de los activos más interesantes de la ciudad.