Como cada año, Ferrol se volverá canción en la Noche de las Pepitas, una fiesta propia que pelea en varios frentes para conservar una tradición cuyos orígenes siguen siendo en parte una incógnita. Las rondallas luchan, en primer lugar, contra la escasez de relevo generacional aunque la bajada de la media de edad de las agrupaciones en los últimos años es un hecho. Sin embargo, quizás su mayor enemigo sea ahora el prejuicio que existe en torno a un evento que no termina de conectar con parte de la sociedad ferrolana que lo considera abiertamente caduco.
Lo cierto es que la idea de ponerse una capa e ir con nocturnidad a cantarles a las mujeres debajo de su balcón sin su consentimiento ha envejecido regular, pero quizás ahondando en las raíces de la tradición y constatando que está en permanente renovación —la rondalla de mujeres Só Elas ha supuesto, indudablemente, un soplo de aire fresco—, pueda despojarse de ciertos recelos.
Rondar no es nada novedoso ni exclusivo de Ferrol, como recuerda Pedro X. Blancollano en la extensa publicación que editó la Diputación de A Coruña para celebrar el 25 aniversario de la Rondalla del Club de Campo (1986-2011), donde repasa no solo la historia de esta agrupación, sino también los orígenes de la fiesta ferrolana por excelencia.
Reconoce que no se sabe con exactitud cuándo se instauró la tradición, pero la mayoría de autores de los que se hace eco en su investigación coinciden en que podría ser durante la segunda mitad del siglo XIX. Cita dos hechos que se conjugaron en el año 1886: la presentación del “Cancionero popular de Ferrol” de José Pérez Ballesteros y la primera actuación en la ciudad de la Tuna Compostelana que dejó tras de sí un reguero de fans.
Asimismo, menciona al estudioso Juan José Rodríguez de los Ríos, uno de los mayores expertos en la fiesta, que publicó “Ferrol en Noche de Ronda”, Cuaderno de Ferrol Análisis del Club de Prensa, en 2016. El autor aludía a un posible origen anterior en base a la ordenanza municipal que se publicó en 1794 prohibiendo a hombres y mujeres “tocar, cantar y bailar” en la calle; sin embargo, Blancollano considera que la norma está relacionada con el alboroto de una ciudad en auge y no con esta festividad en sí.
Una tercera teoría remonta los inicios de Las Pepitas al siglo XVI. Man Castro, periodista y exdirector de Diario de Ferrol, la menciona en su último artículo de “Curiosidades Ferrolanas”, en el suplemento “Nordesía” del domingo 9 de marzo. Cita como fuente a Mario Couceiro, cronista oficial de la ciudad, quien dejó escrito que “los ferrolanos del siglo XVI y XVII salían en la noche de San José a cantarle a las mozas solteras coplas medievales acompañadas de vihuelas y zambombas”.
Con todo, lo que sí está documentado —aunque los historiadores de la época nunca hayan dado demasiada importancia a la fiesta— es que en 1887, el periódico “La Monarquía” recogió que “cuatro orquestas” recorrieron las calles para ofrecer sus composiciones por San José, y que estaban dirigidas por Ameijeiras, Ferrer, Benito Vilumbrales y Juan Pérez, todos ellos compositores también conocidos por sus coplas de Carnaval.
Los nombres de algunas de las agrupaciones de la época dan bastantes pistas sobre el inicio de estas agrupaciones en el Entroido: Los Pierrots (1895), Los Caballeros Negros (1896), Carnaval (1901), Gondoleros Venecianos (1905) o Antiguos Galanes (1913), entre otros, siendo la primera rondalla documentada la de Los Caballeros de la Edad Media (1886), según Blancollano.
Había rondas que salían a la calle con disfraces y los grupos podían aparecer por Carnaval, estirar sus actuaciones hasta San José, y después deshacerse hasta el año que viene, recordándonos, salvando las distancias, a las agrupaciones chirigoteras de la fiesta gaditana por antonomasia. No en vano, el cancionero de Las Pepitas confirma que muchas composiciones surgieron del escarnio, de hacer burla a los poderosos a través del humor, como al Ministro de Marina.
De hecho, recuerda Blancollano que dos de los lugares que no podían faltar en el recorrido de ronda era el ayuntamiento o la propia casa del alcalde, y Capitanía General, puesto que allí estaba la máxima autoridad en aquel tiempo. Sobre los regidores, apunta una anécdota relacionada con uno al que apodaron —con mucha retranca— “Paco Rayas”, por ser el primero que pintó los pasos de peatones en un Ferrol donde casi no había coches, en 1957. A él le fueron a dedicar unas coplas y a dejarle el polvo que habían barrido previamente.
Blancollano habla de unas 100 rondallas documentadas a lo largo de estos 139 años de historia de Las Pepitas, cuyo nombre sí parece tener un origen muy claro y un vínculo indestructible con el motor de la ciudad: el astillero. Y es que el día de San José, el 19 de marzo, era el único festivo que tenían los trabajadores de lo que hoy es Navantia, eminentemente los carpinteros, aunque luego se extendió al resto de gremios.
Aquellos hombres, con jornadas de 12 horas, libraban los domingos y por su patrón, así que la noche anterior se la podían pasar de “troula” sin tener que mirar el reloj para ir al “chollo”. Desecha el autor la idea de que hubiese muchas Josefas en Ferrol en aquel momento, puesto que así lo desmiente el archivo de diocesano, pero se hicieron protagonistas por puro azar, puesto que si el festivo de la factoría fuese otro, estaríamos hablando de una nomenclatura distinta para la ronda.
En esa segunda mitad del XIX, Rodríguez de los Ríos sitúa 78 tabernas, 10 boticas, 27 talleres de calzado y 12 barberías en la ciudad. En estos negocios se juntaban los hombres, sobre todo en los últimos —que contaban con guitarras y otros instrumentos de cuerda colgados en sus paredes—, y ensayaban las “cantadas” con las que participarían en la fiesta. Eran, en su mayoría, agrupaciones efímeras como las comparsas.
Con las dos primeras habaneras llegando en un navío en 1840, como dató el musicólogo Pizzicato, y despojándose de los Carnavales tras la Guerra Civil para primar el romanticismo, Las Pepitas dibujaron tradiciones hasta mediados de los noventa, cuando surgieron los pasteles “Bicos”. Adoptando la capa por influencia de las tunas y el frío de marzo, también la bufanda se incorporó al atuendo para proteger la garganta. Las cintas y escarapelas, antes bordadas por las novias con sus nombres y ahora por las madrinas, se completan con los paños de seda que hoy continúan recogiendo las letras del trovador.
El programa del próximo sábado 15 de marzo —este año se adelanta buscando que el día siguiente no sea laborable— contempla tres momentos clave en la jornada. En primer lugar, el teatro Jofre acogerá desde las 17.00 horas el tradicional acto institucional con el que no solo se homenajea a las madrinas, sino que también el Concello estrecha sus lazos de hermanamiento con la corporación de Mondoñedo, que se desplaza a la ciudad.
Además, son tres los rondallistas que recibirán el reconocimiento por sus más de 25 años vinculados a la fiesta. En este caso se premiará a Andrés Íñiguez “Suco”, de Bohemios; a Javier Hernández, de Añoranzas, y a José A. Rodríguez, de Nas Ondas do Mar. Al concluir la ceremonia, en torno a las 18.00, las rondallas se dispersarán por la cuadrícula de A Magdalena para rondar por las calles y las plazas antes de subirse al escenario de Armas desde las 19.00 horas.
En esta ocasión, serán doce las agrupaciones que participen y todas ellas cantarán para el público —que, como es habitual, podrá ver la actuación bajo carpa y sentados en las sillas gratuitas que se dispondrán enfrente del consistorio—. A partir de ahí, una vez finalizada la escaleta municipal, la música llenará los bares hasta que el cuerpo (y las voces) aguanten.