El anuncio, en verano de 2011, de la instalación de una batea para depurar moluscos bivalvos procedentes de las zonas C –las que impiden la venta directa del marisco por sus altos niveles de concentración de la bacteria E. coli– provocó fuertes protestas entre las cofradías, que vieron cómo de la noche a la mañana dejaban de estar vigentes los planes de dinamización que compensaban a los mariscadores precisamente por esa contaminación derivada de la falta de un sistema de saneamiento.
La iniciativa de la Consellería do Mar, que por aquel entonces dirigía Rosa Quintana, contemplaba en un primer momento la localización de la estructura en la zona de Morás, en Xove, pero finalmente se optó por San Carlos, en el canal de la ría, pues era una evidencia que si esa medida iba a afectar a alguien, sería a los dos pósitos que faenaban en el que todavía era el banco de almeja babosa más productivo de Galicia.
Los primeros lotes de bivalvos se enviaron a la batea en enero de 2012, pero ese comienzo no calmó del todo los ánimos en las cofradías, que pronto vieron que la mortalidad con la que completaban su proceso intensivo de depuración era muy elevada, con el consiguiente perjuicio para los marineros y, también, para el balance de las propias agrupaciones. La administración sólo compensaba si esa merma superaba el 10%.
Han pasado más de doce años y la reinstalación sigue funcionando, aunque en todo este tiempo se han producido cambios, tanto en el sistema como en el sector. En primer lugar, ya no son tres estructuras –como llegó a haber en los momentos de mayor demanda–, sino solo una, en la ría de Ferrol. Además, la aportación de los pósitos de la ciudad naval y Barallobre tampoco es la que era: hubo jornadas en las que se llegaron a trasladar 1.000 kilos de babosa procedente de As Pías; ahora apenas se envían 50 kilos de japónica que se extrae en O Couto. La razón es que la mayor parte del banco ha dejado de ser zona C, pero, sobre todo, que este ha perdido casi toda su capacidad productiva.
En la Consellería do Mar tienen claro que la batea sigue siendo un instrumento muy útil que “se vai manter en funcionamento mentres sexa necesaria”. Para apoyar su argumento, el departamento autonómico de asuntos pesqueros que dirige Alfonso Villares recuerda que desde el año 2012 la reinstalación ha contribuido a recuperar y, por lo tanto, poner en el mercado 676.000 kilos de bivalvos, no extraídos únicamente en la ría de Ferrol, aunque sí su inmensa mayoría.
De esa cantidad, el porcentaje más grande lo aporta el primer año, 2012. Entonces, se depuraron 155.000 kilos, una cifra que bajó a los 127.000 al año siguiente y a los 85.300 en 2014. Esa tendencia descendente se rompió el ejercicio siguiente, en 2015, cuando se reinstalaron más de 105 toneladas de bivalvos, fundamentalmente babosa.
Con los casi 68.000 kilos que se enviaron a depurar en 2016 se acabaron las grandes magnitudes y ya nunca volvieron a superarse las 40 toneladas. El avance en las obras del colector y del sistema de saneamiento que evitó poco a poco el vertido de residuales a la ría mejoró la calidad de las aguas y, por lo tanto, redujo también la presencia de la bacteria E.coli en el marisco.
Fue entonces cuando comenzó a percibirse con mayor intensidad un fenómeno que las asistencias técnicas de las cofradías venían detectando tiempo antes, como era la menguante productividad del banco principal y la caída drástica de la almeja babosa. En 2017 se llevaron a depurar algo más de 38 toneladas, por las 11.500 del ejercicio siguiente y las 23.000 del año prepandemia. El coronavirus lo paralizó todo, hasta el punto de que las toneladas de bivalvos reinstaladas no alcanzaron las tres ese año. En 2021 fueron menos de ocho; doce en 2022 y 26,5 el pasado; es decir, los envíos a la batea crecen sostenidamente desde 2020. En los tres primeros meses de este año se han depurado casi 12 toneladas, con lo que, de mantenerse este ritmo, podría incluso superarse el volumen de marisco del ejercicio anterior.
Ahora, la intención de las cofradías es solicitar a la Consellería do Mar el permiso para poder utilizar la batea en los meses de julio y agosto, algo que hasta ahora no había sucedido. La razón es la temperatura más alta de las aguas en esa época del año, pero un estudio experimental realizado en 2023 reveló que la mortalidad fue, en esa prueba, insignificante, apenas 300 gramos de una cantidad de más de siete kilos en los dos meses que permaneció allí.
Los pósitos tienen claro que esta posibilidad supondría un empujón, pequeño, pero empujón al fin y al cabo, para los socios que van a la japónica en O Couto. En verano, la valoración de la almeja aumenta. “Estamos á espera de que se nos permita ir neses meses; se isto non se leva a cabo volveremos ter unhas grandes perdas, para socios e socias e tamén para as confrarías”, dice Jorge López, patrón mayor de Barallobre. Su homólogo de Ferrol, Gustavo Chacartegui, coincide en la importancia de que “nos dejen trabajar en verano porque esas semanas la cotización del marisco aumenta”.
Gustavo Chacartegui cree que la batea fue “la solución más cómoda para la administración”, que dejó de dar la compensación por unas zonas C que eran consecuencia de la falta de depuración. El problema, asegura, es que poner a la venta grandes cantidades de marisco de golpe “fue un perjuicio para las cofradías e hizo caer mucho el precio, además de las mermas”. Lamenta además la carga burocrática y laboral para el personal de la cofradía que genera la reinstalación. “Lo ideal”, insiste, “es poder trabajar con normalidad”.
La repercusión económica de la batea se debió sobre todo al inicio a que, explica Jorge López, “non se sabía cando se ía poder vender, se había mortandade pola temperatura, se depuraba ben...”. Además, para los pósitos fue también un lastre. “Houbo días que chegamos a perder máis de 600 euros”, recuerda. En ese sentido, subraya que esa situación fue consecuencia de que “alguén non fixo no seu momento o seu traballo coa depuración” y denuncia que “hoxe seguimos tendo ese problema porque en Neda se seguen vertendo augas residuais á ría”.