Ya ha pasado un cuarto de siglo pero nadie que viviese entonces en Ferrol y en los concellos vecinos ha olvidado un nombre propio: El Discoverer Enterprise, la plataforma petrolífera que se soltó del astillero de la entonces Astano y tras un recorrido al garete impactó contra el puente de As Pías, partiéndolo en dos y dejando a la ciudad naval sin el vínculo de comunicación más importante por carretera.
El suceso tuvo lugar pasada la una de la mañana y el buque fue retirado de As Pías a las cinco de la tarde de ese fatídico 13 de enero de 1998, que, además, cayó en martes. Durante esas horas y los días siguientes, Ferrol protagonizó las noticias nacionales e internacionales, ya que la mayor plataforma de perforación del mundo había dejado una ciudad casi incomunicada, teniendo que poner en marcha servicios especiales de lanchas y ferrocarril.
Las colas de hasta 20 kilómetros por la carretera de Castilla –el acceso que se convirtió en alternativa– y las dos horas que esa mañana llevaba recorrer el tramo de 12 kilómetros entre Fene y Ferrol, la falta de abastecimiento de agua potable en varios concellos de la comarca –Fene, Mugardos y Ares–, los cortes en el servicio telefónico durante horas o los restos del puente que fueron a parar al fondo de la ría afectando el marisqueo de la zona fueron solo algunos de los efectos inmediatos de ese catastrófico accidente.
La hora del suceso, sin embargo, fue la mejor, ya que impidió que hubiese tráfico en la zona, cruzando el puente en el momento del impacto y tripulación en la plataforma.
Los operativos locales, provinciales y autonómicos se pusieron en marcha de forma inmediata y se creó un comité operativo de emergencia, presidido por el entonces delegado del Gobierno, Juan Miguel Diz Guedes.
Policía Local de Ferrol y Guardia Civil de Fene fueron los primeros en actuar y a estos se sumaron Policía Nacional y Protección Civil.
El trabajo de los Bomberos, media docena de remolcadores y un equipo de Astano –de hasta diez personas, que accedieron al puente a través de la autoescalera de Bomberos– trabajaron horas bajo la supervisión no solo de las autoridades competentes sino de miles de curiosos que no daban crédito a esa imagen de un buque encallado en un puente, de tal manera que no dejaba ver boquete alguno. Fue con la pleamar cuando los remolcadores pudieron liberar la plataforma, de 50.000 toneladas de peso, y trasladarla a Astano.
La visión de As Pías, entonces, ya era otra, un puente partido por la mitad y las localidades de Fene y Ferrol separadas por más kilómetros que nunca.
Eran alcaldes de Ferrol y Fene por aquel entonces Juan Blanco Rouco y Xosé María Rivera Arnoso, respectivamente. El primero, ya fallecido, recordaba en el vigésimo aniversario de la catástrofe para este periódico la que definió como “noche negra e infierno”, algo similar a lo que pensó Rivera Arnoso cuando fue avisado esa noche en su casa y se personó en el lugar de los hechos. Hace unos años manifestaba que junto a la reconversión naval no vivió otro momento tan importante en los muchos años que ocupó la alcaldía fenesa.
“Pongan los medios para que la situación se normalice de inmediato” fueron las palabras que el presidente de la Xunta en ese momento, Manuel Fraga Iribarne, pronunció a su llegada a Ferrol en esa jornada. Una visita que se halló precisamente con la dificultad de llegar a Ferrol por carretera. El tramo final de su viaje lo hizo, de hecho, en helicóptero hasta el puerto de la ciudad naval.
La reconstrucción del puente se llevó ya al Consejo de Ministros en la primera sesión tras el accidente y la catástrofe no solo tuvo como consecuencia que se levantase un nuevo puente de cuatro carriles, frente a los dos anteriores, sino también que se concluyese la autopista hasta Ferrol con la puesta en marcha del último tramo. Eso sí, si el puente nuevo estuvo listo en solo tres meses, la autopista no fue una realidad hasta 2003.
Jorge López: “Vimos el tiempo y amarramos los barcos. La noche prometía, pero no imaginábamos este desenlace”
El patrón mayor de la Cofradía de Pescadores de Barallobre, Jorge López, ya se dedicaba al marisqueo cuando el Discoverer encalló en As Pías.
“Era una noche de tempestad bastante grande y todos los mariscadores salimos a sujetar nuestros barcos porque entendíamos que la noche prometía, pero cuál fue nuestra sorpresa con el desenlace que tuvo”, recuerda.
La ventana de su casa daba al puente de As Pías y esa noche, entre la niebla, pudo ver que algo salía de lo alto del puente. “Mi mujer y yo nos miramos; qué pudo haber pasado ahí, qué será eso”, comenta que dijeron. Fue entonces cuando visualizaron que algo había chocado con el puente y lo que se veía desde la ventana era la parte principal del barco. Conectar la radio les permitió hacerse una idea de la magnitud del suceso.
En cuanto a la actividad del sector, esa fragmentación del puente propició que los restos de este, así como otro mucho material, se hundiese en las aguas de la ría ferrolana y, explica Jorge López, “la actividad del banco se vio paralizada”.
Recuerda, además, que los primeros intentos para retirar el barco los vivió de cerca y fueron los mariscadores los que trasladaban, incluso, a las cámaras de televisión para grabar las imágenes del proceso de desencallamiento.
En esa época, en la que el sector no pudo trabajar, el patrón mayor tiene todavía en mente aquellas reuniones en la gasolinera de As Pías y alguna paralización de la obra que se estaba haciendo, ya que no les daban soluciones ni respuestas claras.
Cabe recordar que parte de la carretera cayó al fondo y aunque hubo varias limpiezas, Jorge afirma que “alguien firmó que estaba limpio cuando era mentira”. De hecho, explica que a día de hoy parte de los escombros han quedado en los fondos y ahora está sujeta a las nuevas cepas, por lo que no podrían retirarse. Recuerda haberse encontrado chapas, máquinas de soldar y hasta casetas de inmersión.
Hoy, indica, “parte de las zonas que tenemos quedaron inservibles para trabajar en ellas”.
En ese momento, Jorge López considera que debía de haberse construido “un puente desde el antiguo astillero de Astano hasta la gasolinera para que las corrientes de agua pudieran circular de un lado a otro”. A día de hoy, las zonas de las escolleras tienen lodos de un metro a metro y medio lo que hace, asegura, “que donde están los lodos no haya marisqueo”.
Ahora, el trabajo en la zona continúa, pero nada tiene que ver con entonces. De hecho, como pone de manifiesto el presidente de la Cofradía, “si antes faenaban en la zona unas 300 familias, ahora quedan diez o doce”.