El cuarteto Mambo Jambo Arkestra convertirá mañana –20.30 horas– el Teatro Jofre en una fiesta de esencia rockera en la que también confluyen el jazz, el surf, el R&B o el swing. Ese cóctel está presente en su segundo disco, “El gran ciclón”, que presentan en Ferrol con una “big band” de dieciséis músicos, una delicia para los oídos.
Este segundo álbum, ¿es más continuidad que ruptura con respecto al primero?
Diría que no es un disco continuista, sino más bien una especie de segunda temporada. Me explico: Para celebrar los diez primeros años de Mambo Jambo queríamos hacer una cosa distinta, no otro disco de cuarteto grabado en el estudio, ni tampoco el típico álbum de aniversario con colaboraciones, etc. Entonces dijimos: ¿Por qué no cogemos y multiplicamos el sonido “jambofónico”, que es nuestro sello, esa mezcla de R&B, swing, surf, jazz y rock? ¿Por qué no metemos una formación más grande doblando los arreglos? Nos pusimos a ello y empezó a gustarnos muchísimo cómo sonaba, nos entusiasmamos y grabamos el primer disco. Teníamos prevista una campaña de 10 o 15 bolos, pero la cosa gustó y acabamos haciendo una campaña muy buena. Nos gustó el formato y pensamos que haber hecho ese esfuerzo tan bestia en un momento en el que hacer una cosa del tipo “big band” instrumental es ir muy a contracorriente, merecía un segundo “round”: un doble o nada.
Y ustedes al doble...
Exacto. Nosotros disfrutamos, por supuesto, del directo, pero la preparación es como salir al patio del colegio.
Pero supone un esfuerzo brutal multiplicar por cuatro toda esa instrumentación.
Primero hay un trabajo previo con el cuarteto: nos encerramos, analizamos los temas, qué nos gustaría subrayar, eliminar, modificar o reubicar de los arreglos. Nuestro contrabajista –Ivan Kovacevic– tiene una gran experiencia en escribir y arreglar porque tiene su propia “big band” y ese es un factor a tener muy en cuenta. Además, pasamos de tener un repertorio de 15 temas a 30, con lo cual podemos ir variando cada actuación para no aburrirnos. Es superestimulante. Los Mambo Jambo siempre hemos ido buscando retos que nos provoquen diversión y creo que esa condición se cumple con esta gira.
Nuestra música es cosa de humanos hecha para humanos, en la que el proceso digital no tiene tanto impacto
No hace falta ser “mainstream” para tener un público fiel.
Lo que hacemos no tiene un impacto de masas, pero tenemos nuestro público que nos hemos ido currando durante 14 años. Estamos en un momento en el que la especie predominante a nivel musical es el “urban”, que está por todos lados, o el pop más comercial, pero cuando el público ve una cosa tan singular, con una puesta en escena tan potente, con unos arreglos curradísimos y con músicos que se dejan la piel, acaba empatizando y disfrutando: son cosas de humanos hechas para humanos, donde el proceso digital aún no ha tenido tanto impacto.
¿Le sorprende el éxito de la música “urbana”?
Hay que mirarlo con perspectiva. Cosas asombrosas en el mundo de la música he visto muchas desde que tengo uso de razón. Es el signo de nuestros tiempos: hay gente de mi generación e incluso mayor que demoniza el reguetón o el trap, pero cada uno se expresa como quiere o como puede. Con la democratización de los medios gracias a la tecnología, un tipo en casa puede grabar todo un proyecto sin ver a nadie más y colgarlo en una plataforma. Eso está bien, es una opción. Ahora es el momento del trap y del reguetón, pero luego vendrán otros: son ciclos que se suceden y a veces se producen de una manera aleatoria, fruto de la confluencia de diferentes casualidades.
Disfrutan mucho de los arreglos, del trabajo con los temas, ¿pero más que con el directo?
Creo que una cosa no tiene sentido sin la otra. El sentido primario de la música es compartirla con el público. De esto nos dimos cuenta durante la pandemia: tocabas para nadie y era una putada. Era como si “Superman” siempre fuera Clark Kent. La música, si no la puedes compartir, no sirve para nada. Puedes estar estudiando, perfeccionando tu técnica, tu discurso y tus canciones, pero si no lo compartes y ves la reacción del público no sirve de nada. Ese momento del directo, de apreciar el hecho efímero de un concierto, es algo que ninguna pantalla va a poder suplir.