La participación de las universidades de la Comunidad Autónoma –y de investigadores gallegos de otras instituciones– en proyectos arqueológicos en el exterior centró la tercera edición de “Ex Oriente Lux” que ayer reunió en Humanidades a medio centenar de personas.
El organizador de la jornada, Juan Luis Montero Fenollós, señaló que el nuevo formato en un solo día, surgido de la pandemia, ha permitido dar continuidad a los tradicionales cursos de verano, y con un resultado satisfactorio. “Funciona muy bien”, dijo.
La iniciativa arqueológica de la universidad gallega en excavaciones extranjeras –la de la Facultad de Humanidades del Campus Industrial de Ferrol en Palestina y la de la Facultad de Historia del Campus de Ourense en el yacimiento romano de Tahaddart en Marruecos– centraron las dos conferencias del propio Montero Fenollós y de Adolfo Fernández, respectivamente. Pero también hubo tiempo para conocer otras realidades, como la que expuso Miquel Molist, de la Autónoma de Barcelona, sobre “De Jericó a Babilonia: de la aldea neolítica hasta la ciudad”. Lucía Brage, investigadora de la Sociedade Luso-Galega de Estudos Mesopotámicos, y el ferrolano Jaime Vázquez, profesor de la Pontificia de Comillas, completaron la jornada.
Fenollós considera la investigación arqueológica de la universidad gallega en el exterior “importante pero pequeña”, debido, por un lado, a la falta de tradición “en excavar fuera”, y, por otro, a limitaciones económicas. “Es más caro hacerlo fuera”, subraya.
Acción local
El propio Fenollós lidera una excavación en Palestina –Tell el-Far’a–, que iba a vivir una nueva etapa en mayo, pero el recrudecimiento del conflicto con Israel lo impidió. “Vamos a volver a intentarlo entre noviembre y diciembre”, aseguró ayer.
Entretanto, el profesor de Historia Antigua ha enfocado su trabajo de campo en el castro de Esmelle. “Es importante también implicarse en el territorio donde uno vive y trabaja, gracias en este caso al proyecto enmarcado en la Cátedra de Arqueoloxía e Educación Patrimonial”, entre el Concello de Ferrol y la UDC. “Nos permitirá”, explica, “durante, al menos, dos años más seguir formando a alumnos en prácticas y recuperar un patrimonio arqueológico, en este caso castrexo, que en Ferrol está bastante olvidado.Ya estamos preparando las nuevas intervenciones y en posiblemente en noviembre abriremos ese espacio educativo que llamamos el arqueódromo en el Torrente, dirigido a un público escolar”. “El castro de Esmelle”, apunta, “tiene un potencial enorme y esperamos mostrar en enero los resultados de esta primera excavación”.
Los Manuscritos del Mar Muerto, descubiertos a finales de la década de los 40 en Qumrán –actual Cisjordania–, centraron la intervención de Jaime Vázquez Allegue, profesor de la Universidad Pontificia de Comillas.
¿Cómo le explicaría a una persona que no los conozca qué son los Manuscritos del Mar Muerto?
Es literatura judía, hebrea, entre los siglos I a.C y I d.C. Es como la Biblia paralela o alternativa. Se trata de una espléndida documentación de cómo se vivía en Jerusalén en esa época y, por tanto, ofrece información de primera mano sobre cómo vivieron Jesús y los primeros cristianos. Son el mejor testimonio para conocer el contexto sociopolítico y religioso en Jerusalén durante la dominación romana.
¿Queda mucho por conocerse de su contenido?
No van a aparecer más manuscritos, obviamente, en esas cuevas en las que aparecieron, a no ser que se produzca una sorpresa de estas que nadie se espera, pero el trabajo que queda por hacer es enorme en tiempo y dedicación. Aún hay que identificar buena parte de esos manuscritos. Ahora lo están los manuscritos grandes, los que mejor se conservaron (textos bíblicos, apócrifos, legales, etc.), pero quedan muchos más todavía que no lo han sido. Es conveniente diferenciar conceptos para no confundirnos a veces cuando saltan algunas noticias del tipo “Descubierto un nuevo manuscrito...”. No, los manuscritos están descubiertos, lo que no están es identificados porque muchos pergaminos y papiros estaban deteriorados y hay que ir encajando piezas como un puzzle.
¿Está perfectamente aclarado su descubrimiento?
Sí, desde el primer momento los arqueólogos de la zona tuvieron claro que fueron enterrados por un grupo judío ortodoxo, hoy diríamos fundamentalista, que se separa del judaísmo oficial del templo de Jerusalén por discrepancias religiosas y se marcha al desierto. Allí permanece unas cuantas décadas. Eran intelectuales que crearon una especie de comunidad y se dedicaron a copiar, reescribir e interpretar la Biblia y otros textos suyos. Cuando se enteran de que los romanos han destruido Jerusalén piensan que los siguientes van a ser ellos, así que esconden los manuscritos en vasijas dentro de unas cuevas, que sellan. Y ahí permanecen sin que nadie sepa de su existencia durante casi 2.000 años, a orillas del Mar Muerto. Este es el punto más bajo de la Tierra, donde el grado de salinidad y de evaporación es brutal y eso hace que la materia orgánica, como un pergamino o un papiro, se conserve como el pescado, es decir, estupendamente. Hasta que en 1947 unos chavales beduinos descubrieron la cueva. Fue tan simple como eso.