A principios de abril la Diócesis de Mondoñedo Ferrol hacía un llamamiento para colaborar con la Iglesia y fines sociales seleccionando la oportuna casilla en la declaración de la Renta de este año. Un gesto que permite al ciudadano elegir el destino del dinero que Hacienda le va a retener.
Conscientes de que las cosas cuestan un dinero y un esfuerzo y que las iniciativas sociales no están exentas de ello, nos acercamos a uno de los programas de Cáritas que logran cambiar muchas vidas.
Cabe precisar que el dinero procedente de esa “X” en favor de los fines sociales les llega a entidades como Cáritas a través de una subvención nominativa de la Xunta que sirve para desarrollar muchos de sus programas, ya sean de corte preventivo, promoción del empleo o atención a colectivos en riesgo de exclusión y migrantes. Esta ayuda se gestiona a través de las parroquias donde se hallan una serie de recursos materiales y humanos, como los voluntarios, siendo un punto de referencia del barrio en el que se ubican y un punto de acogida también para una cantidad cada vez más importante de gente, como se informaba desde la entidad días atrás. Solo en la Unidad Pastoral del Ensanche, dentro de la parroquia del Rosario, en 2023 se recibió a 300 familias, 55% de las cuales eran migrantes, y entre ellos había 256 niños y niñas.
María Luisa Martín y Gelis López son dos de esas voluntarias que dan forma a una importante unidad de refuerzo y apoyo educativo dirigida a este colectivo. Las dos tienen algo en común: son unas eternas apasionadas por la docencia y en Cáritas han hallado la forma de seguir haciendo lo que más les gusta, enseñar y, de paso, ayudar a quien más lo necesita.
“Trabajé como maestra 44 años en el CEIP Santiago Apóstol de Narón. He sido muy, muy afortunada por haber podido desarrollar mi labor profesional en el ámbito educativo, por lo enriquecedor que es el contacto con los niños, sus familias y la comunidad educativa....”, explica Luisa Martín. La docente afirma que “desde joven he tenido participación en diferentes grupos de la Iglesia como la Catequesis, Pastoral de la Salud, Oración.. y por mi trabajo tuve contacto con el grupo de Cáritas acompañando a madres de alumnos que yo tenía en tutorías y también a alguna alumna cuando se hizo adulta”. Así, añade que “de todos los grupos de la Iglesia el de Cáritas era el que me imponía más respeto, siempre he admirado muchísimo el trabajo que hacían los voluntarios y voluntarias, me admiraba su dedicación y esa alegría y disposición cuando recibían a las personas”.
Recuerda también que “de todos los grupos, este es el que menos me atraía para comprometerme y ejercer un voluntariado, tal vez fuera por eso de que `ojos que no ven corazón que no siente´, ya que en ocasiones, no afrontando situaciones de la realidad, puede parecer que vives mejor dentro de tu espacio de confort”. María Luisa explica que “ejerciendo la catequesis una compañera, María Jesús, me invitó a participar en el programa de Fortalecimiento y Estimulación social del Ámbito educativo, fue como entré en contacto hace dos años con cáritas y un grupito de niños de Primaria, donde sigo hoy”.
Rememora la docente que “las primeras semanas me llamó muchísimo la atención la diversidad del grupo, con familias procedentes de Brasil, Venezuela, Colombia, Cuba Marruecos, España....también llamó mi atención la amabilidad de estas personas, su constancia y ese enorme agradecimiento que expresaban al terminar cada clase, sin duda aquello me hizo perder un poco el miedo que tenía de entrar en Cáritas. Aquel contacto me ayudó a conectar con otras realidades, otras religiones y otras culturas”, recuerda. Explica la voluntaria que comparte su labor con otra compañera. “Mar, que trabaja en el Colegio público de Ponzos, me transmite una energía, unas experiencias... y también, conocimientos sobre nuevas tecnologías y, la verdad, es que estoy encantada con ella y con todo el grupo, no puedo estar más feliz”. En las clases realizan “actividades de refuerzo de tareas escolares, hacemos juegos educativos, trabajamos actitudes pero también realizamos juegos al final de la clase, los últimos quince minutos. Lo hacemos en una terraza y disfrutan enormemente de juegos tradiciones como el brilé, quedas, el pañuelo... es muy gratificante ver la alegría y la empatía entre ellos y me llama la atención que algo que en mi infancia y la de mis hijos hacíamos a diario... bajar a la calle y hacer estos juegos, hoy en día ya no se hace, porque no hay ni el espacio ni el tiempo”, lamenta. Por eso, añade, “lo primero que preguntan al llegar al aula es si van a poder salir al patio si no llueve”. De su labor Luisa se queda con “esa alegría que desprenden, es de lo más gratificante, disfruto a tope viéndolos jugar cada día aprender y jugar”.
Esta voluntaria de Cáritas sostiene que aunque es una persona que está jubilada, soy activa y jubilosa y estoy muy contenta de poder seguir aprendiendo y de poder aportar mi granito de arena para que todos tengamos, sino las mismas, al menos mejores oportunidades haciendo así un mundo mejor”
No es menos apasionante la vida de Gelis López, o Gelis de Mercedarias, como ella misma se autodenomina. Ella también está viviendo una etapa dulce entregada a los demás haciendo lo que más le gusta. “Estudié y trabajé en Mercedarias, si es que a lo que hice se le puede llamar trabajo, ya que aquello fue mi vida entera. Me levantaba por la mañana y mi labor docente era mi felicidad. Hoy puedo decir que gran parte de lo que soy y lo que siento se lo debo a la comunidad, a mis monjas, como yo les digo de forma cariñosa”, afirma Gelis. Esta voluntaria, que imparte clase a los más mayorcitos del grupo, sostiene que aquellos años en Mercedarias “me han transmitido muchos valores como el de ayudar, la colaboración y la disponibilidad pero, por supuesto la libertad, que es el carisma mercedario, para llevar a cabo esa tarea que sigo ejerciendo hoy”.
Asegura Gelis que “siempre supe que no me jubilaría, que seguiría haciendo algo que me llenara como esto”. Explica que llegó a Cáritas porque “una profesora del cole que todavía está en activo, Coro, me habló de venir y ya llevo dos cursos aquí en Cáritas y puedo decir con rotundidad que ahora mismo sigo realizando el sueño de mi vida que es seguir ejerciendo la docencia”.
De las clases destaca la gran implicación de todos. “Los niños son más mayores, alguno con 18 ya cumplidos, en su mayoría proceden de otros países, excepto uno de Ferrol, que el pobre siempre me recuerda que es el único que no cruzó el charco y yo siempre le respondo que como yo”. El venir de otros países les sirve para las sesiones. “Los últimos momentos de la clase, que a veces son los primeros porque ya te lo piden nada más llegar, empezamos a hablar de ellos mismos, de sus países de origen, sus costumbres, lo que comen y cómo se prepara... yo también les traigo a veces coas para probar, les encanta todo muchísimo..”, dice.
“Salvo una niña, no se quieren ir a sus casas, ya que muchos están solos allí y aquí están bien, charlan, aprenden... Yo siempre les digo que hay que agradecer esas cosas cotidianas de la vida y la verdad es que ellos no pueden ser más agradecidos, siempre me dan las gracias por esto o lo otro, no hay nada más gratificante para mí”, dice. Añade también que lo que recibe es "infinitamente más que lo que yo aporto". Sobre las clases, asegura que busca que aprendan pero sobre todo que se entretengan, como lo está ella cada día, desde que forma parte del grupo de apoyo de Cáritas, que, en cierto sentido, también llena de vida a voluntarios como Luisa o Gelis.
Sin duda, un dinero muy bien invertido el de la X de la Renta para asuntos sociales.