Diario de Ferrol siempre se ha hecho eco de las comidas y encuentros de confraternidad celebradas por los trabajadores de los astilleros de la ría de las diferentes promociones. Con motivo de una de esas efemérides, los aprendices de Astano de la promoción de 1973 han elaborado un completo documento en el que dejan constancia de cómo fue su llegada al astillero en aquel año, su etapa como aprendices, formándose, y ya su posterior época como trabajadores de la factoría. Hechos históricos como la reconversión naval marcaron el devenir de gran parte de este grupo de profesionales, que al margen de la relación laboral, forjaron una relación de amistad y colegueo.
En los últimos meses organizaron un encuentro muy especial en el que celebraron los 50 años desde su llegada al astillero fenés. Para la ocasión presentaron un libro de memorias, fruto de la colaboración de varios de los miembros del grupo: José Manuel Vázquez Paz; Manuel Roibal Pérez; José Sardiña Basoa; José Blanco Galego; Juan Francisco Castro Milia y Antonio José López Grueiro. Desde estas páginas nos hacemos eco de algunas de sus vivencias durante su llegada y paso por la factoría fenesa.
Todo comenzó un 8 de octubre de 1973, cuando el grupo que nos ocupa, tras haber pasado el pertinente reconocimiento médico en los días previos y después haber elegido el gremio en el que se formarían como aprendices, entrarían a formar parte de una gran empresa como era entonces Astano, que había sido noticia en todo el mundo meses atrás por haber construido en grada el petrolero de mayor número de toneladas de peso muerto, el famoso “Arteaga”, cuya botadura había sido un gran éxito. “Poderiamos dicir que o noso destino como aprendices de Astano comezara xa anteriormente acudindo as clases de preparación para o exame, que se celebraría en setembro de 1973 no comedor da factoría, do que sairían os 50 aprobados que con 14 e 15 anos de idade, formaríamos parte da promoción de aprendices dese ano”, recuerdan los trabajadores.
En el escrito hacen un repaso también de los centros de estudios de la época en los que era posible preparar los exámenes para formar parte de la empresa más potente del municipio y una de las más fuertes de la comarca y hasta de Galicia, en la que todo el mundo anhelaba
poder entrar. Así, en los años 70 recibían formación en centros como el colegio Titola (Avenida Naturais) y los espacios Devesa, Manolito o José Luis.
“Con anterioridade ao día de entrada fumos convocados pola empresa para elexir gremio, íannos chamando pola orde que tiñamos la lista de aprobados que estaba ordenada segundo a puntuación obtida por cada aspirante no exame de ingreso”, explican. Así, en el caso concreto de la promoción que nos ocupa, la de 1973, los aspirantes se dividieron del siguiente modo: 20 aprendices del área de Armadores; 16 para la de Plomeros; 6 para Monturas; 4 para el departamento de Electricidad y otros cuatro para el de Fundición. “O día de entrada o que primeiro fixemos foi dirixirnos cara as oficinas da cabeza da grada onde nos daban unha cartilla coa relación de prendas de vestiario: dous buzos, un par de botas de seguridade, un casco, dúas toallas e unha pastilla de xabrón... posteriormente xa nos diriximos aos talleres correspondentes de cada gremio”, rememoran.
Recuerdan también cómo en el contrato de aprendizaje firmado, que abarcaba desde 1973 hasta 1977, se incluían una serie de cláusulas de las que “non temos constancia que se tiveran aplicado” como autorizar al aprendiz a asistir una hora a la semana a las actividades propuestas por el Frente de Juventudes; descontar retribución de dos horas en caso de no acudir a los actos o enseñanzas ordenadas por el referido organismo y conceder un permiso anual de 20 días retribuidos para aquel aprendiz que determine el Frente y que vaya a participar en campamentos o viajes organizados por el citado organismo.
De aquellos primeros momentos también detallan en las memorias que su jornada de trabajo comenzaba a las 07.00 y finalizaba a las 14.00 horas. “Nun primeiro momento fichábase co que se chamaba `a chapa´ que, efectivamente, era una chapa redonda de latón duns 4,5 centímetros que tiña un burato e gravadas dúas letras que correspondían coa identificación do gremio e a categoría profesional... había que descolgala dun taboleiro, gardábase durante a mañá para volvela a pendurar da alcaita doutro taboleiro ao saír”, explican. Aseguran que recuerdan como al año siguiente, en 1974, la empresa ya estableció un nuevo sistema de control de asistencia mediante una tarjeta de cartón alargada, que se sustituiría unos años después por otra tarjeta electrónica perforada”.
Durante los cuatro cursos que duraba la formación los aprendices recibían clases teóricas de Matemáticas, Gramática, Seguridad e Higiene, Tecnología o Física, entre otras. “O primeiro curso facíamos dúas horas e media de clases teóricas e catro e media de prácticas, pero conforme se ía pasando a cursos superiores, ían diminuíndo as horas de clases teóricas e aumentaban as de práctica”.
También recuerdan el caso concreto de los aprendices del área de Armadores, “que tiñan un cometido específico nas botaduras dos barcos... cada vez que se producía unha botadura catro aprendices do gremio, dous por babor e dous por estribor, eran convidados para participar no lanzamento do barco, recollendo os candados dos gatos de suxeición que abrían cunha chave e os levábamos as carreiras cara a tribuna de autoridades onde transmitían a mensaxe de que todo estaba en orde e o enxeñeiro responsable premía o botón para que o barco se deslizara cara o mar”. Rememora uno de los armadores que vivió ese momento que “a labor era premiada con unha gratificación por parte da empresa” y, además, “ese día eran convidados a xantar no comedor da factoría”.
“A primeira botadura que tivemos ocasión de presenciar, xa como aprendices do estaleiro, foi a do petroleiro “Ocean Park”, o 10 de decembro de 1973. Ao ano seguinte, o 14 de novembro de 1974 fixo o bautizo de mar o superpetroleiro “Al-Andalus”, que coas súas 362.946 toneladas de peso morto, converteuse no buque máis grande do mundo construído en grada, pois viña de superar ao “Arteaga”, botado 15 de abril de 1972 e ao “Butrón”, botado 04 de abril de 1973, exlican. Un record, que le duraría poco, hasta el año siguiente, con la botadura del “Santa María”.
De aquellas primeras jornadas y momentos de los miembros de la promoción del 73 en Astano, recuerdan también como, tras cumplirse la primera semana desde su llegada a la factoría, “a empresa facilitounos o primeiro anticipo salarial, que consistía nunha moeda de 100 pesetas metida nun sobre, que algún compañeiro de promoción aínda conserva”, explican. El salario mensual del aprendiz aumentaba con cada curso. Así, el estudiante de primer año cobraba unas 2.000 pesetas al mes; el del segundo año 4.000 pesetas; el de tercer curso 6.000 pesetas y el salario de un aprendiz de cuarto año rondaba ya las 10.000 pesetas. “O primeiro mes cobranos 700 pesetas por tan só sete días de traballo”, afirman.
Una vez culminado el período de formación, ya como operarios de segunda categoría, un trabajador cobraba en torno a las 30.000 pesetas, tres veces más de lo percibido por un operario de cuarto curso.
Cabe precisar que la última promoción de aprendices que entró a formarse en el astillero fenés fue la del año 1976, después de aquello ya nadie más entraría con esta condición en la factoría de Perlío.
En el documento también hacen un repaso a otras cuestiones menores que perduran muy vivas en su memoria como las excursiones que realizaban cada año con motivo del patrón de los aprendices, cada 31 de enero coincidiendo con la celebración de San Juan Bosco. Así, en el primer año se desplazaron a conocer la Torre de Hércules y el Castillo de San Antón en A Coruña; el segundo visitaron la Central Térmica pontesa y comieron en la ciudad de Lugo; en tercero viajaron a Ourense a visitar el monasterio de Oseira y comieron en la ciudad de las Burgas, mientras que el último año visitaron la catedral de Santiago y comieron en la ciudad de Vigo. Asimismo, al finalizar los estudios, ya como operarios de segunda de su gremio, realizaron el habitual viaje de fin de curso, visitando en su caso las ciudades de Madrid, Valencia, Barcelona y Zaragoza entre el 25 de septiembre al 3 de octubre de 1977.
Los antepenúltimos aprendices que entraron a formarse y trabajar en el astillero fenés están en su mayoría jubilados y recuerdan con cariño aquella etapa de juventud formándose para trabajar en una empresa puntera en la que vivirían grandes momentos, muchos de ellos históricos como las primeras elecciones democráticas y sindicales o la reconversión naval, pero ese asunto y cómo lo vivieron ellos lo dejamos para otro día.
A algunos lo del “Discoverer Entreprise” ya no les pilló en el astillero, pues tras la reconversión naval los caminos de muchos de los compañeros de promoción se separarían, reencontrándose en la cena del 25 aniversario y otras que vinieron después. Pero fue un tema del que se habló largo y tendido en el mundo entero y también en sus encuentros y que generó gran repercusión en la zona dejando a Fene más lejos que nunca de Ferrol.