Mocedades de Javier Garay es una de las dos Mocedades –la otra es la de Izaskun Uranga– con los derechos para interpretar el repertorio de la agrupación que, con su formación original, representó a España en Eurovisión en 1973. Unos meses después visitaron Ferrol por primera y –hasta el próximo 6 de abril, en el Auditorio, a partir de las 20.30 horas– última vez.
En cincuenta años desde el concierto anterior en Ferrol ha habido muchos cambios, también en la música. ¿Cómo se superan?
Creo que la clave es querer estar, querer seguir... Porque, como todo en la vida, hay ciclos; estás más arriba, estás más abajo, vuelves a subir... Todo en la vida es cíclico y lo que hay que saber es adaptarse y continuar. Ha habido muchísimos cambios, sí, pero la letra “¿quién quiere vender conmigo la paz de un niño durmiendo?”, de “El vendedor”, se puede cantar hace 50 años y ahora. Lógicamente entiendo que el repertorio de Mocedades forma parte de la banda sonora de mucha gente, que la tiene ahí y la recuerda, y por eso pienso que ha sido posible que Mocedades pueda seguir cantando a pesar de lo que ha ocurrido, de todos los cambios y de lo que ha pasado en el grupo.
¿Ha sido importante no permitir que les afectasen las modas?
De todas las modas y de todos los estilos queda algo, pero el pop siempre ha estado desde los 60 hasta ahora y la característica del grupo, que es cantar a voces y ser coral, se ha mantenido. Las modas cambian, de los grupos de los 70 y 80 a los solistas de los 90; después el rap, el reguetón... Todo viene y se va y uno de los pocos grupos que cantamos coralmente es Mocedades.
Avanzando hacia el futuro es el título de la gira. ¿Tienen previsto sacar disco nuevo o seguirán publicando singles?
El futuro pasa siempre por estar un poco activos. Es el secreto. Estamos abiertos. Hay que contar también con la compañía porque no vamos a producir un disco ahora mismo como está el panorama.
La industria musical es muy distinta a la de hace unas décadas...
Las compañías existen y siguen produciendo, pero ahora mismo con la tecnología cualquiera lo puede hacer. Antes tenías que ir a una compañía a presentar lo que hacías o lo que querías hacer y la compañía era un tamiz y decía: este sí y este no. Pero hoy en día todo el mundo puede sacar sus cosas, las pone en internet y en las plataformas, hay lanzadores y hay compañías, pero no producen como producían antes. Hoy todo eso es relativo y hay artistas que publican una canción en internet, tienen éxito y firman por una compañía. La cosa está así y hay que adaptarse.
¿No le apena que el proyecto original de Mocedades no haya tenido continuidad?
Durante un tiempo, a partir de 1984, cuando fue la primera escisión, cuando Amaya abandonó el grupo para cantar de solista, durante ocho o diez años sí tenía la sensación de que íbamos a volver a juntarnos. Pero salió El Consorcio –que es El Consorcio, no Mocedades, aunque cante parte del repertorio–, seguimos adelante Izaskun y yo con el Mocedades que había hasta 2014: ella montó su grupo, el Mocedades de Izaskun y yo tengo el Mocedades de Javier. Creo que con la edad que tenemos, todos hemos aceptado la situación actual. Da un poco de pena que a mitad de los 80, con un contrato encima de la mesa de un millón de dólares para firmar con una compañía como RCA, Amaya decidiera irse sin tenerlo en cuenta. Pudimos haber continuado grabando en Estados Unidos porque el grupo tenía un buen tirón después de “Amor de hombre” y de todas las canciones que hicimos aquellos años. Fue una pena que no reconsiderara su postura y no pudiésemos seguir los miembros históricos los años que fuese. Las cosas son como son, han ocurrido así y en este momento lo que pretendo es divertirme, estar en activo, seguir haciendo lo que me ha gustado siempre, que es cantar, y cantar el repertorio de Mocedades, hasta que el cuerpo aguante.
¿Cree que se ha perdido un poco de calidad en el cuidado con el que se hace música, sobre todo a nivel vocal?
Música es música, sea la que sea. Ahora bien, que escuches una canción y no entiendas lo que dice la letra –y no porque sea la jerga de los más jóvenes–, a mí no me gusta. Me gustaría enterarme de lo que están diciendo y que la letra tenga una cierta poesía, no utilizar el registro que utilizamos para comunicarnos en la calle... Pero música es música y si la gente disfruta moviendo el cuerpo y le importa muy poco lo que diga la letra, pues muy bien, pero a mí concretamente no me gusta.