Hoy le ponemos cara a otro de los voluntarios que hacen de Ferrol una ciudad mejor, una urbe amable que cuida de los más desfavorecidos, labor en la que resulta fundamental la figura de los voluntarios. Gente como John Carlton, un inglés procedente de una localidad situada al norte de Birmingham, próxima a la frontera con Escocia, que reside en San Xoán de Piñeiro (Mugardos) desde el año 2019, y que no dudó en dejar su empleo y su país para hacer realidad un sueño, ese que comparte con su mujer Jane, que ya no era feliz en su trabajo como oficinista.
Con una visión del mundo global y aperturista el Brexit les rompió sus esquemas de vida, y un poco el corazón. Aquel deseo de vivir en otro país que siempre había albergado John se convirtió ya en una necesidad. “Al Brexit le agradezco que lo acelerara todo, nos dijimos, si realmente queremos salir de aquí y vivir en otro país este es el momento. No lo pensamos mucho, actuamos. Vendimos nuestra casa y nos trasladamos aquí en el 2019. Encontramos una casita vieja en San Xoán y con el dinero de la venta de nuestra vivienda en Reino Unido nos daba para comprar esta, restaurarla e ir viviendo hasta que yo empiece a percibir mi pensión, la diferencia de precios con Inglaterra es muy importante”, explica John.
Al Brexit le agradezco haber acelerado mi salida del Reino Unido, estoy muy feliz aquí en Ferrolterra
Asegura este mugardés de adopción que en sus planes siempre había estado poder emigrar a Francia, donde había veraneado mucho con sus padres, pero cuando conocieron España (en una visita a Avilés, en Asturias, en el 2013) se quedó prendado del país y de su gente, y luego, en un viaje posterior, le pasaría lo mismo con Galicia. Tuvieron claro que el norte de España era lo que más que adaptaba a ellos. “El sur también nos gusta, pero hace demasiada calor, mucho sol para nuestra piel, aquí estamos encantados con el clima y todo lo demás. Puedo pasar horas en mi huerta sin quemarme y mi mujer, Jane, que odia la nieve, está tranquila porque aquí no va a nevar”, sostiene.
Desde que se mudaron en febrero de 2019 su vida ha dado un giro radical, viven de sus ahorros y de la venta de su vivienda –en junio, cuando cumpla 60 años, empezará a percibir ya una parte de su pensión– y también se saca un pequeño dinero extra impartiendo clases de inglés. “Tenemos para el pan y la mantequilla y este ingreso extra es la mermelada”, compara John. Con respecto a esa vida que dejó atrás, aunque posee tres titulaciones universitarias en Inglaterra, en los últimos tiempos se dedicaba a la docencia, impartiendo clases de Geografía.
En esos primeros días del 2019 viviendo ya en España, se preocuparon primero por adecentar un poco la vieja casa de San Xoán de Piñeiro y John empezó a tomar contacto con su huerta, una de sus pasiones. “Cultivo de todo, y flores, muchas flores, procuro tener alguna variedad durante todo el año”. Su vida ahora es humilde, relajada y tranquila y no se arrepienten de haber dado ese paso, que casi todos supieron asimilar en su país. “Mis padres, que son mayores, no comprendían que dejáramos nuestra tierra, pero la mayoría de la gente sí lo entendió. Nuestra hija nos visita regularmente y mi mujer también viaja a Reino Unido varias veces al año, yo menos, la verdad, aquí lo tengo todo para ser feliz”, asevera.
Con respecto al Brexit, John cree que ha sido un importante paso atrás. “Está claro que la gente mayor apostó mayoritariamente por eso, muchos vivimos aquello con gran tristeza. No lo he entendido nunca, y por eso decidimos apresurar nuestra salida”, comenta.
Sobre su lado solidario explica que toda su vida, desde muy joven, colaboró de alguna manera con diferentes colectivos en su país, y entiende que es una obligación moral de cualquier persona “dedicar algo de nuestro tiempo a los que menos tienen”.
Recuerda que nada más llegar a la zona se apuntaron a la Escuela Oficial de Idiomas. “No sabíamos nada de español y era muy necesario aprender a hablarlo para sentirnos parte de la comunidad, ahí conocimos gente que son buenos amigos hoy. Fue en la EOI donde vi un cartelito en el que se informaba de que la Cocina Económica buscaba voluntarios, así que me apresuré por aprender el idioma, en ello sigo, y me ofrecí a colaborar”.
John es un enamorado de la comarca. “Me gusta todo, o casi. Me encantan las tradiciones, la gente, me encanta el paisaje, las playas, la comida, hay muy pocas cosas que no me gustan”. Pero las hay, como le pasa con los grelos, “el cocido me gusta, las carnes, patatas, pero los grelos no, no termino de cogerle el gusto a esa verdura, se me hace muy fuerte”, asevera. Además sostiene que tanto él como Jane adoran “las fiestas y las romerías pero, eso sí, lo de las bombas de palenque, no lo entendemos. Los fuegos artificiales son bonitos, pero las bombas... eso de despertarte sobresaltado por ese sonido no acabamos de comprenderlo, sin embargo las tradiciones están para respetarlas, de eso no tenemos ninguna duda”, añade.
La pareja disfruta también compartiendo tradiciones inglesas con sus vecinos, “que nos han recibido con los brazos abiertos desde el minuto uno, a excepción de aquella ocasión en la que yo era el único que celebraba los goles de Inglaterra contra España, durante el Mundial de fútbol. Ese día alguno me miraba mal”, recuerda entre risas.
La de John es la historia de una persona valiente. Un aventurero que lo dejó todo en busca de la libertad y una vida tranquila y sosegada en la que siempre encuentra tiempo para ayudar a los que menos tienen.