La inminencia de las obras en la planta de biodiésel que Masol Iberia Biofuel tiene en el puerto exterior de Caneliñas abre un nuevo horizonte para la plantilla y el futuro del sector de los biocombustibles en Ferrolterra, al ofrecerle las condiciones de recuperar niveles de producción por encima de las 200.000 toneladas anuales, hito que la fábrica de capital singapurense logró entre 2017 y 2020.
El presidente del comité de empresa, Joaquín Souto, considera que estas inversiones son “esenciales” para garantizar el futuro de la planta y de los puestos de trabajo, algo más de medio centenar directos y entre 30 y 35 indirectos actualmente.
Esa inversión, que asciende a unos 30 millones de euros, es la misma cantidad, aproximadamente, que la dirección de la firma en España destinará a otra de sus tres plantas, la de Cartagena, con una capacidad de fabricación de 200.000 toneladas, un tercio menos de las que tiene la ferrolana. Era, señala el representante de los trabajadores, una decisión anhelada desde hacía mucho tiempo; de hecho, el anuncio tiene ya, al menos, un año y medio, cuando la Autoridad Portuaria de Ferrol-San Cibrao informó (octubre de 2022) de la autorización para un proyecto con el que Masol ampliará sus instalaciones mediante la modificación e incorporación de nuevas infraestructuras para mejorar la producción. La planta de biodiésel mueve, entre el producto que fabrica y la materia prima que importa para poder producirlo, más de 400.000 toneladas anuales, un volumen que hace de este tráfico uno de los más importantes para el organismo que preside Francisco Barea.
En 2017, la planta de Caneliñas llegó a producir más de 238.000 toneladas de biocombustible
No se sabe con exactitud el momento en el que comenzarán “físicamente” las obras, pero desde hace tiempo, apunta el portavoz del comité de empresa, se están desarrollando los trabajos de ingeniería. En total, se prevé que la reforma, que afectará principalmente a los procesos, dure entre 20 y 24 meses. Con todo, esa intervención será compatible con del desarrollo normal de la actividad que tiene hoy y que le permite generar –son datos de 2021 a 2023– entre 110.000 y 123.000 toneladas de biocombustible anuales.
El gran cambio será que la planta podrá trabajar intensamente –ya se venía haciendo, aunque con limitaciones técnicas que reducían la producción– con materia prima de segunda generación, es decir, con aceites reciclados o grasas animales, apunta Souto. “La inversión se ha desbloqueado y los permisos están todos concedidos. Para nosotros es una inversión muy positiva porque nos ayudará a competir en el mercado actual. Era algo que veníamos reclamando desde hace años porque temíamos quedarnos descolgados si estas inversiones no se llevaban a cabo”, dice.
En ese sentido, Joaquín Souto recuerda que la planta está preparada para trabajar con biodiésel de primera generación, es decir, el que utiliza materias primas como el aceite de palma, soja o colza. Aunque ya se trabaja con producto de segunda generación (aceites de cocina, reciclados, grasas animales, etc.), la capacidad productiva con las instalaciones y tecnología actuales es limitada. “Aumentará, como también lo hará la calidad del producto”, afirma el presidente del comité, que recuerda ejercicios como el de 2017, cuando se superaron las 238.000 toneladas. La capacidad máxima que tiene la planta de Caneliñas es de 300.000.
A favor de las instalaciones de Masol Iberia en el puerto exterior de Ferrol juega también su posición geo-estratégica, exclusiva en el noroeste atlántico. “Debemos poner en valor esa circunstancia”, añade, “porque también es un punto muy favorable si aprovechamos las oportunidades”, finaliza.
Tras una larga espera –duró varios años– para iniciar la producción que tenía como causa las importaciones masivas de biodiésel subvencionado procedente de Argentina e Indonesia, tal y como denunciaba el comité y la empresa hace una década, la actividad de la antigua Infinita Renovables, ahora Masol Iberia Biofuel, arrancó en 2014 y comenzó su crecimiento exponencial en 2015 (175.000 toneladas). Desde entonces, las instalaciones producen biodiésel a partir de materias primas como el aceite de palma, la colza o la soja, es decir, aquellas que se utilizan también en el sector de la alimentación. De aquí salía biocombustible de primera generación, aunque el mercado y la normativa han cambiado, limitando el uso de palma y soja, por ejemplo.
En vista de ello, Masol comenzó a trabajar desde hace tres años, más o menos, con “uco” (aceite usado de cocina) y, en menor medida, con el procedente de los excedentes y restos del aceite que se exprime en los molinos. Este cambio hacia combustibles de segunda generación requiere modificaciones en el proceso productivo para aumentar la capacidad y mejorar la calidad, que son las que se van a desarrollar con este paquete de 30 millones de euros de inversión.