Este domingo se celebra en todas las parroquias españolas la Jornada Nacional de Manos Unidas, con colectas a favor de esta organización no gubernamental ligada a la iglesia católica. Serafín Suárez recorre colegios y templos para explicar su experiencia como misionero en Zimbabue de 1994 a 2023 y cómo la ayuda transforma la realidad de los países que la reciben.
¿Qué trabajo lleva a cabo esta semana en Ferrol?
Es una campaña que se hace a nivel nacional, lo que siempre se ha llamado campaña contra el hambre. El objetivo de este año es concienciarnos de que tenemos que cuidar nuestro planeta porque los efectos que está produciendo el cambio climático nosotros los sufrimos, pero quienes más lo sufren son los países más pobres. Se trata de mover también nuestras conciencias y decirnos que todos podemos hacer algo por un mundo más justo.
Su mensaje en colegios y en parroquias, ¿llega?
Creo que sí. A veces las realidades las tienes que presentar como las has vivido. En Zimbabue me he encontrado con situaciones extremas. Pasó de ser el granero del cono sur de África en los años 80 a un país que en 2004 ibas a un comercio y lo único que te encontrabas era papel higiénico, no había absolutamente nada. Un país donde hemos llegado a la inflación más alta del mundo. Se dan situaciones muy conflictivas donde los niños están sufriendo, donde la mujer todavía no está lo suficientemente valorada, a pesar de que en África, y en Zimbabue, es el pilar de la sociedad. Esa sociedad va cambiando y también hay hoy un movimiento de la mujer para que se la reconozca y se la valore.
¿Cuánto tiempo pasó allí?
Llegué en 1994 y me vine el año pasado, en agosto del 23, estuve casi 30 años. Zimbabue fue de los últimos países en independizarse de las colonias europeas porque era la joya de la corona. Tenemos allí una de las siete maravillas del mundo, las cataratas Victoria, que invito a la gente a que vayan a verlas. Inglaterra no quería deshacerse de ese país. Fue empezando a caer, a caer, a caer y hemos entrado en un bucle insalvable.
Construir una clínica, aunque solo esté atendida por una enfermera, ya evita muchas muertes absurdas, muchas muertes innecesarias
La tarea de los misioneros allí, ¿cuál es?
Yo siempre digo que el misionero tiene que ir con dos manos abiertas. En una mano tienes que llevar lo que somos, el pan de la palabra, la palabra de Dios, que para eso nos hemos hecho, para eso hemos dado nuestra vida. Pero en medio de un país y de una gente a la que estás viendo vivir y sufrir, tengo que ir con el otro pan, con el pan nuestro de cada día. Y ahí es donde se inserta la labor de Manos Unidas y de otras organizaciones. Ojalá nunca más tuviera que venir nadie a Ferrol, a Badajoz, a A Coruña, a pedir. Que pudiérais poner en vuestro periódico esta noticia: “Manos Unidas se cierra. Las ONG han desaparecido”. Sería señal de que hemos cambiado y hemos hecho un mundo totalmente distinto, donde la casa común es habitable.
La ayuda que se pueda dar en la campaña actual, por ejemplo, en Ferrol. ¿Marca la diferencia en estos países?
Me gustaría que se pusiera con mayúsculas y con negrita que la ayuda de la gente llega. Precisamente Manos Unidas es una de las ONG donde solamente un 15% de lo que se da se usa para el funcionamiento de la organización. El 85% restante va a la gente. Y por otro lado es una de las organizaciones que los misioneros temblamos cuando nos dan un proyecto porque cogen el destornillador y afinan, afinan. Hay mucho control. Y después van y ven lo que se ha hecho. ¿Cómo repercute en la gente? Nosotros nos hemos dedicado mucho a la educación, a la sanidad y al agua.
Háblenos de la educación.
Imagínate lo que es: niños de una escuela primaria que llegan a las 7.30 de la mañana, a lo mejor después de hacer cuatro o siete kilómetros andando, se ponen debajo de un árbol, con un encerado, sentados en el suelo, hasta las cuatro de la tarde. Esa es la escuela. Cuando se organiza una ayuda desde Manos Unidas y se puede construir un edificio, sencillito, donde puedes ponerles un pupitre, un techo para abrigarse si llueve, puedes ofrecerle unos libros, una cierta comodidad... el nivel de efectividad es del 100%. Cuatro o cinco comunidades se juntaban debajo de un árbol, de 400 niños te pasaban uno o dos. Se hizo la escuela y el nivel de pases llegó al 60 o 65%.
Imagínate una escuela primaria donde los niños se sientan debajo de un árbol, con un encerado, hasta la tarde
¿Cuál es el impacto en sanidad?
Cuando el hospital más cercano lo tienes a 200 o 250 kilómetros por caminos por donde solo Dios y las cabras pasan, construir una clínica, aunque solo esté atendida por una enfermera, ya evita muchas muertes absurdas y muchas muertes innecesarias. En cuanto al agua, de tener que ir a un charco a buscarla, donde muchas veces te has encontrado bebiendo a las vacas y por la tarde a un niño con una botella, a perforar uno, dos, tres, cuatro pozos, aunque sea manual... Y si se puede con energías sostenibles; a muchos de los pozos que hemos hecho se les ponen paneles solares para poder sacar el agua. También los usamos para dar luz a las clínicas.
Con un enfoque participativo.
No se trata de ser paternalistas; es una de las cosas que Manos Unidas tiene, no son asistencialistas, quieren que la comunidad se implique y que todos los proyectos nazcan de una necesidad y a la luz de una ayuda por su parte, aunque sea mínima. Te sientas con ellos y venga, vosotros qué estáis dispuestos a dar.
Y después de 30 años vuelve. ¿Cómo es ese choque?
Siempre cuento una anécdota. Yo soy de un pueblo de Badajoz y había ido a casa en Navidades. Me volvía a Madrid el 4 o 5 de enero y fue uno de esos años en que cayó una nevada tremenda. Me fui a la estación a esperar el autobús que venía de Huelva y tenía que salir a la 8.15. El bus no viene, dan las 10, las 11, las 12... Había allí otra gente y uno de ellos todo desesperado se puso a protestar "es que esto es tercermundista, dónde están los quitanieves". Me parece un poco fuerte... decir que dónde están los quitanieves en Huelva, comprenderá, si estuviéramos en el norte me parece muy bien, pero en Huelva, que nieva una vez cada 25 años, decir que dónde están los quitanieves. Quizá somos una sociedad excesivamente exigente. Es verdad que tenemos que vivir lo mejor posible pero a veces... Ahora ya estoy acostumbrado. También es bonito contar lo que tú has vivido para que todos seamos conscientes de que vivimos en un mundo global y lo que hagamos nos va a afectar a todos de una forma o de otra. Lo que no hagamos por caridad me parece que lo vamos a tener que hacer por necesidad. La pandemia nos marcó así, fíjate qué pronto se pusieron las vacunas en todo el mundo, incluido África. Nos demostró que todos somos interdependientes y yo no puedo vivir sin ti lo mismo que tú no puedes vivir sin mí. Tú me puedes ofrecer a mí una cosa y yo te puedo ofrecer a ti otra.