Fue el pasado 6 de septiembre cuando se abrió la puerta de Angelozano en el número 60 de la calle Real de Ferrol por primera vez y un mes después se estaba cerrando, al menos por ahora, con doble vuelta de cerrojo. Ángeles Lozano y Rocío Núñez se asociaron para traer hasta la ciudad naval un pedazo de su México natal, pero lo que empezó como una aventura estimulante a uno y otro lado del Atlántico acabó en los juzgados.
“Venía con muchas ilusiones, las primeras semanas fueron muy felices y, de repente, el sueño se murió”, admite Ángeles. Ella, diseñadora de éxito en León de Guanajato, conoció allí a Rocío, que lleva años instalada en Ferrol y ambas decidieron abrir un punto de venta aquí.
La idea de las socias era repartirse responsabilidades y mientras Ángeles ejercería la parte capitalista del acuerdo, anticipando 10.000 euros para el montaje y también la mercancía de su empresa, Rocío se encargaría de todas las gestiones aquí: búsqueda de local, reforma, contratación de una empleada y la parte administrativa.
Durante el mes que la tienda estuvo abierta al público, la clientela respondió con entusiasmo, valora Ángeles, con lo que esas primeras semanas fueron de felicidad. Sin embargo, indica que todo se torció cuando su socia empezó a darle evasivas para no hacerle partícipe de la contabilidad. Disconforme con las cuentas y con el despido de la empleada por “no superar el período de prueba”, empezaron los problemas entre ambas.
“Ella se cogió la baja por estrés el 10 de octubre y ya no la volví a ver”, incide Ángeles, reconociendo que después se comunicaron ya a través de sus abogados cuando todo se precipitó al darse cuenta de que su ya exsocia había cambiado la cerradura del local: “Aquello fue un impacto, que no pudiera acceder a mi tienda, que me la cerraran con mi mercancía dentro, sin llamarme, sin decirme nada...”, lamenta, anticipando que ha interpuesto una denuncia por diferentes “motivos”.
Este periódico ha intentado contactar con Rocío Núñez, pero ha sido su marido, Juan José Rivas, el que ha respondido a nuestras preguntas porque “mi mujer está de baja, destrozada, pasando un momento complicado”, confirma, asegurando que ha sido víctima de acoso laboral por parte de su exsocia y la trabajadora. Explica que, tras las discrepancias entre ambas, decidieron cambiar la cerradura del local por miedo a arriesgarse a una sanción que recaería en su esposa.
No obstante, asevera que quieren traspasarle todo a Ángeles, así como devolverle la mercancía, pero esperan a que lo dictamine un juez. Por su parte, Lozano recuerda que “he perdido muchísimo dinero y esto habla muy mal de la marca, pero estamos a punto de inaugurar un nuevo punto de venta en Ferrol”. Por eso quiere recordarle a su clientela que “somos las únicas con autorización para comercializar mi marca” y aclarar que dispone de todos los permisos para trabajar en España, valorando que, “a pesar de la mala experiencia, sigo entusiasmada por abrir la tienda y compartir mi cultura con los ferrolanos”.
Ángeles Lozano es de León, en la provincia de Guanajuato, ubicada a unos 400 kilómetros de México DF. En su ciudad abunda la industria del cuero y el calzado, “la mayor parte de las personas se dedican a eso”, así que cuando empezó la carrera de Diseño supo que tenía que beber de sus raíces.
Hace 20 años, ella quiso darle una vuelta a la tradición textil incorporando en sus bolsos artesanía del sur del país, como los bordados, que los hacían más exclusivos y los convirtieron en un reclamo para extranjeros, recuerda, destacando que empezó a vender por Internet cuando nadie lo hacía, con un taller pequeño, y ahora cuenta con una veintena de puntos de venta y tres tiendas propias en la localidad, habiéndose hecho un nombre en el mundo de la moda.