Hace más de veinte años –fue en septiembre de 2004–, el premio Nobel José Saramago visitó Ferrol para apadrinar el primer curso de narrativa en homenaje de Gonzalo Torrente Ballester. Había pasado un lustro del fallecimiento del polifacético e inquieto autor de Serantes y su recuerdo, como sostiene Carmen Becerra, discípula y experta en la obra torrentina, aún no se había disipado.
Fue entonces, en la presentación del programa, cuando el creador de “Ensayo sobre la ceguera” dijo algo que quedó grabado a fuego en la memoria del concejal de Cultura de Ferrol, José Antonio Ponte Far, “Daría con muchísimo gusto dos o tres novelas mías a cambio de haber escrito La saga/fuga de J.B.”, una “obra maestra de la literatura universal” con la que “Torrente se ganó su puesto al lado de Cervantes. Ahora están los dos sentados”, sentenció, “no sé dónde”.
A nadie se le escapa que ambos, Saramago y Torrente, estaban en las antípodas ideológicas, pero, sostiene Ponte Far, eso no les impidió “manter unha relación de amizade que, vista desde fóra, como espectador, foi para min unha gran lección. Saramago era comunista convencido, militante, sempre cunha gran dignidade e cunha magnífica representación desta ideoloxía. Torrente, desde logo, non o era e, sen embargo, lograron entenderse e ser amigos: creo que é un gran exemplo para o cidadán de a pé e para os intelectuais, que teñen o deber de estar por riba das diferenzas lexítimas de pensar de forma distinta”.
El tradicional encuadre político, más bien ideológico, del autor de Los gozos y las sombras, no resiste muy bien la prueba del algodón de su obra. Ni tampoco de sus manifestaciones y sus actos públicos –también en la dictadura, con aquella carta de apoyo a los mineros asturianos y sus familias en 1962–, ni de los lazos que estableció y fortaleció –Carvalho Calero– en la “longa noite” e incluso después, con amistades eternas –Carlos Casares– y discípulos aventajados –Manuel Rivas–.
Carmen Becerra, profesora de la Universidade de Vigo y co-comisaria –con Darío Villanueva– de “La travesía de un creador”, muestra que recala en Ferrol el próximo sábado, día 8, tras su paso por la Biblioteca Nacional, tiene claro que fue “una persona valiente que supo resituarse y ocupar posiciones que nada tienen que ver con aquellas que se le atribuyeron”. El ejemplo es, justamente, aquella huelga minera del 62, pero sus diferencias con el franquismo fueron anteriores.
“Es falsa la asimilación de Torrente con el régimen. Torrente lo que fue es falangista, pero es que la Falange no es una cosa unitaria: no es lo mismo la de Primo de Rivera que lo que vino después, y no era lo mismo lo que defendía Franco que lo que defendía la Falange. Esa es la razón por la que muy poco después de empezar la dictadura se destierra a Dionisio Ridruejo. Este sí fue su referente. Y al entierro de Dionisio asistió todo el mundo, también socialistas y comunistas, porque fue una figura clave en la evolución de la derecha española. Torrente le dedicó su primera novela. Y eso era una provocación”, explica.
El caso de Carvalho Calero también es sintomático. Sobre él habló recientemente Ponte Far en una charla en el Campus Industrial. “Los dos venían del mismo sitio, del Partido Galeguista”, recuerda Becerra, “y eran amigos. Y nunca dejaron de serlo. Torrente intervino en defensa de Carvalho cuando fue juzgado en el franquismo, no hay que olvidarlo. Creo que, en general, estamos un poco confusos con las etiquetas, que a veces esconden unos matices fundamentales, sobre todo en la época en la que Torrente vivió. Hay que recordar en qué momento sucede eso, con Europa en llamas y a las puertas de otra guerra, en medio de un desastre económico terrible. Cada uno tiene que posicionarse en un lugar y en la posición en que te sitúes te va la vida. No es una broma”.
Es relativamente fácil seguir la evolución del pensamiento, de sus inquietudes y preocupaciones –y también de sus obsesiones– a través de diferentes medios. El primero, explica su hija Fernanda, presidenta de la Fundación que lleva su nombre, son sus artículos de prensa. “En ellos”, apunta, “se ve reflejada su persona, sus ideas, lo que pensaba”. Su pulsión literaria lo acompañó durante más de siete décadas –comenzó a escribir con 17 años, apunta Fernanda– y una de sus cualidades fue, además, la hiperactividad. En estas columnas, sostiene Carmen Becerra, está uno de los Torrentes “más innovadores e incluso revolucionarios”.
Pero hay más. Dos más, al menos. Uno son las cintas magnetofónicas, horas y horas de “diarios hablados” que, recuerda su hija, “fue grabando durante años mientras estaba tumbado en una cama turca”. La temática es de lo más variada. Hay información sobre el proceso creativo de algunas de sus obras, pero también conferencias e incluso clases de literatura, conversaciones con otros escritores y, además, fragmentos más personales e íntimos, de corte familiar. “Ayudarán a entender a mi padre como persona y como escritor”, defiende Fernanda, que avanza que sí se publicarán –aunque es probable que la Fundación espere un tiempo para hacerlo “por algunos temas que trata y porque todavía hay personas vivas a las que podría afectar”– y que se está trabajando con la Biblioteca Nacional de España en su digitalización.
El otro son los diarios de Albany, escritos en los años 60, durante su etapa como profesor en la universidad neoyorquina. Las libretas de la discordia –están transcritas desde hace tiempo pero no se publicarán de momento, pese a que su propietaria es la institución académica, por la negativa de parte de la descendencia de Torrente, que se vio excluida del proceso– contienen información relevante sobre la evolución de su pensamiento. “Esclarecerá muchas dudas y algunas inquietudes, sobre todo de la gente más joven, con respecto a su figura”. Es la época, recalca, de la carta de apoyo a los mineros de Asturias en huelga.
“Aunque afecto a la facción de Falange de Ridruejo”, explica la profesora de la UVigo, “estamos ante un hombre que llegó al extremo opuesto”. Él fue uno de los firmantes de la primera carta que encabezaba Menéndez Pidal en la que denuncian “las atrocidades que cometen contra los mineros y especialmente contra sus mujeres. No la firma todo el mundo, sino unos cuantos que saben que es arriesgado, y las cartas que vienen a continuación no se dirigen al Gobierno, sino al primer firmante de la primera carta, que es un poco diferente”.
Algunos de estos y otros aspectos podrán verse en la exposición “La travesía de un creador”, que llega el próximo sábado, 8 de marzo, a su ciudad natal tras haber permanecido dos meses en la Biblioteca Nacional de España. Con ella –hasta el 30 de abril–, Ferrol cierra el Año Torrente, 2024, en el vigésimo quinto aniversario de su fallecimiento. “En Madrid”, explica el concejal de Cultura y uno de los guardianes de la memoria de Torrente estas últimas décadas, Ponte Far, “tivo moito éxito, ata o punto de que nos pediron prorrogala un mes máis: é un percorrido perfecto pola súa vida e obra”.
En la ciudad naval desembarca con cambios. “Aquí vai ser unha variante máis ferrolá, temos máis espazo e, polo tanto, incorporaremos material novo, como o que cede a Fundación, ou outro no que lembramos todos os escritores e escritoras que nestes vinte e cinco anos viñeron a Ferrol falar de Torrente”. Ahí están Saramago, Luis Mateo Díez, Almudena Grandes, Andrés Trapiello o Juan José Millás, entre otros. “Foi referente para varias xeracións de escritores españois contemporáneos que seguiron moi de preto a súa evolución literaria, sobre todo a raíz de La saga/fuga de J.B., que é a novela que rompe cunha tradición realista, un pouco rácana, que había nos anos 60 e principios dos 70 en España”. Esa novela, la gran novela de Torrente, despertó en ellos el interés por conocer a un hombre que, apunta Ponte, “xa era maior cando se publicou: tiña 62 anos”.
En La saga/fuga está, por tanto, el Torrente que Becerra califica de revolucionario. “Hay un par de géneros”, dice, “en los que puede presumir de ser un innovador e incluso un revolucionario: el periodismo y la novela, esa transformación que provoca en la literatura española, que estaba inmersa en un realismo que él también practicó y que se modifica con esta obra” en la que hay quien ve una dosis grande de mimetismo con Cien años de soledad. Pero la profesora rechaza esta idea. “No es cierto, y está documentado. Las cintas magnetofónicas por él grabadas revelan que antes de la publicación de la obra de Márquez estaba escribiendo lo que entonces se llamaba Campana y piedra, donde ya estaba esa mezcla que todos observamos y también un ingrediente más que no tiene García Márquez y que sí tiene Torrente porque es gallego y ferrolano, que es el sentido del humor: una cosa bastante rara en la literatura española y que solamente se puede adjudicar a los gallegos y a los catalanes”.
“La travesía de un creador” está estructurada en espacios y lugares por los que Torrente transitó, habitó o vivió, explica la comisaria, Carmen Becerra. “Son los espacios fundamentales de su vida y, en consecuencia, están relacionados con los hechos que modificaron sustancialmente esa trayectoria, incluso conduciéndolo a ámbitos a los que, en otros sitios distintos, no se acercaría”.
Así, hay una primera etapa de “itinerancia absoluta”, desde Ferrol, Santiago, Oviedo, Madrid y Bueu, y su regreso a la ciudad natal hasta 1947. Entonces se marcha a Madrid, desde donde va, por razones políticas, a Pontevedra y de allí a Albany. Tras regersar provisionalmente a España, se instala definitivamente en Salamanca en 1975, donde acaba falleciendo, aunque dejó dicho –y así fue– que quería enterrarse en Serantes, su casa.
“Cada uno de esos lugares imprimió en él marcas, relaciones y conocimientos que han generado una actividad distinta”, dice Becerra antes de asegurar que “si nosotros tuviéramos que decidirnos por cuál es el más importante, el que más lo marcó, ese lugar es, sin duda, Ferrol. No sólo porque las primeras etapas de la vida son determinantes para todos, sino porque las vivió en Ferrol, una ciudad muy peculiar, muy diferente a todas las demás. Esa mezcla de esos dos mundos –lo rural y lo urbano– en los que él insiste una y otra vez se refleja en su manera de enfrentarse a la vida, a la historia, de percibir a los demás, de concebir la ficción”, concluye Becerra.