A Coruña quiso, pudo y supo cómo ponerse el traje de gran capital europea y asombrar con una capacidad organizativa prácticamente perfecta. La mejor medida para comprobar cómo de eficiente y eficaz es el resultado de una gran cumbre pasa no solamente por el volumen y el calado de las decisiones que se tomen en la misma, sino también por el grado de incidencia del dispositivo en el día a día de los ciudadanos. Y en ese sentido seguro que, cuando mañana el presidente, el canciller y sus ministros pongan rumbo a Praga, Madrid o Berlín, muchos coruñeses ni siquiera se habrán enterado de su presencia.
Los preparativos requieren que parezcan inexistentes, y solamente la manzana alrededor de Palexco y María Pita dejaron entrever algún tipo de actividad importante desde primera hora de la mañana. La alerta fue más acústica que visual, con los helicópteros supervisando desde el cielo y la Banda del Mando de Apoyo a la maniobra dejando entrever las notas del ‘Deutschland über alles’ y el himno nacional como parte de los preparativos.
Bienvenida pasada por agua
Las jardineras y demás arreglos florales que había dispensado el Gobierno municipal para convertir A Coruña en una versión hollywoodesca de sí misma perdieron protagonismo a medida que la lluvia lo ganó. La climatología permitió el chascarrillo de las conexiones televisivas que relacionan Galicia con el diluvio universal. Sin embargo, el agua no hizo sino facilitar el trabajo de los 435 agentes desplegados, que acordonaron y dividieron La Marina en dos: la normalidad siguió en la acera de las terrazas, mientras que entre Puerta Real y el Teatro Colón estaba prohibido el tránsito a pie. Algunos usuarios del Real Club Náutico no pudieron abandonar la instalación y optaron por tomar un barco hasta el pantalán más próximo para saltarse la espera. Fueron, quizás, los más afectados por un dispositivo que también se hizo notar ligeramente en la frecuencia de los buses, que en su pico de retrasos alcanzaron los quince minutos. Nada que no se haya visto un día de fútbol o la primera jornada de lluvia.
Previsto para las 15.30 horas, el aterrizaje de la comitivase produjo con unos minutos de retraso. Había apuntado la alcaldesa Inés Rey a un posible corte en Alfonso Molina como único contratiempo para los coruñeses, pero ni siquiera la arteria clásica vio alterado su normal funcionamiento y los vehículos oficiales conocieron las bonanzas de la ronda del Real Club Deportivo como alternativa. De hecho, éstas fueron tales que ni siquiera esos minutos de déficit provocaron que Sánchez llegase tarde a su encuentro en María Pita con la alcaldesa. Eran las cuatro en punto de la tarde.
Llegada a Palexco
Apenas duró media hora el tramo de municipalidad. Sánchez pisó La Marina a las 17.00 horas y, junto a lo más reconocible de su Gobierno, hizo la recepción oficial. Un centenar de personas lanzaron entusiastas gritos de “presidente” cuando el dirigente se acercó al pueblo para dar la bienvenida a su homólogo germano. También escuchó algún grito de “fuera” y proclamas contra la guerra. Sin embargo, la maquinaria de cumbre estricta ya había empezado: revisión a las tropas himnos mediante y una foto de familia que se prolongó hasta que la expedición visitante quiso pasear por la Dársena.
Las reuniones estrictamente políticas en Palexco acabaron la relevancia social del acto, hasta que, en la firma de acuerdos quedaba una demostración más de galeguidade. Calviño y Díaz tiraron de repertorio para recomendar a la prensa extranjera la Pulpeira de Melide y Estrella Galicia. No había nadie en la calle cuando, a las 21.08, las expediciones pusieron rumbo al Árbore da Veira. Para entonces, A Coruña ya había superado con nota su examen.