Ha vuelto la Rapa de Sabucedo, en la que los hombres y caballos salvajes miden sus fuerzas

Ha vuelto la Rapa de Sabucedo, en la que los hombres y caballos salvajes miden sus fuerzas
Rapa das Bestas de Sabucedo / BRAIS LORENZO (EFE)

La Rapa das Bestas de Sabucedo (Pontevedra) ha enfrentado un año más en este primer fin de semana de julio a dos fuerzas tradicionales de la naturaleza, pues este rito ancestral, en el que no hay más arma que el músculo, mide la bravura de los hombres y la de los caballos salvajes en una lucha cuerpo a cuerpo que el público, como siempre, ha jaleado y aplaudido.


Dos varones agarran al equino por la cabeza y un tercero por el rabo, técnica empleada desde tiempos inmemoriales y, una vez ya inmovilizado, es cuando le cortan la crin, conjunto de pelos gruesos y largos que antiguamente incluso se aprovechaban para confeccionar instrumentos de cuerda, hacer escobas e, igualmente, para el relleno de colchones.


Esta es la descripción de una de las fiestas más antiguas de Galicia, cuyo origen se remonta al año 1567, cuando la peste asoló Sabucedo, el lugar que mantiene la inalterable costumbre. Dice la leyenda que, como súplica a San Lourenzo, patrón del pueblo, dos hermanas le ofrecieron sendas yeguas de su propiedad para que las librase del mal.


Cumplida su promesa y después de que la Iglesia no pudiera hacerse cargo de los animales, se dice que ambas procedieron a la liberación de los animales en el monte, dando origen a una cita cuyo encanto en la actualidad traspasa las fronteras españolas.


Aquellos ejemplares que fueron soltados en el bosque suponen el inicio de las publicitadas reses de Sabucedo, que en la actualidad pastan libremente por los montes de A Estrada, Cerdedo y Forcarei.
Esto permite que en julio, en cada rapa, por un lado estén los caballos salvajes de esas sierras y por el otro los luchadores y, como testigos de excepción, los "miles", que son los visitantes que se acercan a contemplar un ceremonial envuelto en sudor, esfuerzo, polvo y nerviosismo.
 

Los 'aloitadores' se protegen unos a otros, los fotoperiodistas que llevan tiempo con esta cobertura ya se manejan para meterse en el fregado e incluso algunos se atreven con el trabajo de campo y ayudan en la labor de desparasitado.


"Venga Sabucedo", "la lucha con un animal puede parecer fácil pero no lo es", "hay que hidratarse", han sido los gritos de ánimo que han podido escucharse en esta soleada y agradable jornada de sábado.


La gesta de la purificación, que confronta técnica y brío, hace que los asistentes animen efusivamente a los "aloitadores", a la sazón los luchadores, por sus infatigables exhibiciones de ingenio.


De ocurrencias han de tirar, pues cuentan con la única ayuda de su propio cuerpo y de unas tijeras. Nada de palos ni por supuesto de cuerdas.


La noble batalla que despierta la atención de antropólogos y estudiosos de todo el planeta se fragua siempre en un recinto de piedra denominado curro.


Jóvenes de la zona se inician cada año en una costumbre que representa una forma de entender la vida en comunión con estos mamíferos de notorio porte.


La Rapa das Bestas, de interés turístico internacional desde 2007, recibe en cada edición a incontables fieles principalmente procedentes del noroeste de la Península, que se desplazan para disfrutar de un espectáculo de gran intensidad, así como a profesionales de la comunicación de países tan dispares como Turquía, Argentina, México, Ecuador, Chile o Polonia.


Sabucedo es una pequeña parroquia de 5,9 kilómetros cuadrados de extensión y apenas seis decenas de habitantes, muy conocida por esta manifestación de identidad que hace valer el vínculo de sus trotones con lo divino y humano.


Es más, en la que se presenta como una, cuando menos, singular experiencia turístico-etnográfica, se produce la habitual subida al monte en busca de los corceles hasta reunir a las manadas que son conducidas a la aldea. Con ello, los ingredientes están dispuestos.

Ha vuelto la Rapa de Sabucedo, en la que los hombres y caballos salvajes miden sus fuerzas

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