La histórica mayoría absoluta conseguida por el socialista António Costa marca el inicio de un tercer mandato que le podría llevar a ser el primer ministro más longevo de la democracia lusa mientras los partidos a su izquierda buscan su lugar tras el castigo recibido en las urnas.
Costa, que gobierna desde 2015, cerró la noche electoral con una inesperada mayoría absoluta, la segunda en la historia del PS, que le deja por delante cuatro años de cómodo mandato con los que podría mantenerse al frente del Gobierno hasta 2026.
Superaría así no sólo al socialista que más tiempo fue primer ministro en Portugal, António Guterres (1995-2002), sino también al hasta ahora jefe de Gobierno más longevo de la historia de la democracia lusa, el conservador Aníbal Cavaco Silva (1985-1995).
“Mayoría absoluta no es poder absoluto”, dijo en su discurso de la victoria en la noche electoral. Pero el PS tiene el camino libre para gobernar cuatro años con 117 de los 230 diputados de la Cámara, cuando todavía quedan por repartir los cuatro escaños del voto exterior, de los que tradicionalmente se suele llevar dos.
Serían así 119 lugares en el Parlamento, muy cerca de la única mayoría absoluta socialista que ha habido hasta la fecha, los 120 diputados de Sócrates en 2005.Es un escenario más sencillo que los que ha afrontado Costa en sus seis años de Gobierno: cuatro de inédita “geringonça” con partidos de izquierda y otros dos también en minoría y con el añadido de una pandemia.
Castigo al resto de la izquierda
La mayoría de Costa aplastó al resto de la izquierda, barrida por el castigo de las urnas: el Bloco de Esquerda pasa de 19 a cinco escaños y los comunistas, que tenían diez, se quedan con seis y pierden a sus socios de coalición, los Verdes, que no consiguen representación.
En 2019 se firmó el “divorcio” de la “geringonça”, cuando Costa prescindió de Bloco y comunistas para gobernar. Ahora se refrenda su extinción. El mérito entre una mayoría tan aplastante se lo lleva el izquierdista Livre, que en 2019 sacó un diputado y ha conseguido mantener su representación. Las urnas confirmaron lo que Costa lleva defendiendo desde noviembre y que sus antiguos socios califican de “chantaje”: que el electorado penaliza a los partidos que abren crisis políticas.
El adelanto electoral del domingo fue forzado por el fracaso del Presupuesto para 2022 de los socialistas en el Parlamento, donde Bloco y comunistas votaron en contra, lo que generó una inestabilidad política en plena pandemia que nadie esperaba.
También mandó al país a las urnas cuando el ultraderechista Chega crecía en los sondeos, otra de las armas usadas por Costa en la recta final de campaña.
Si la derecha ganaba las elecciones (y los sondeos daban entonces empate técnico), sólo podría formar gobierno a ese lado con el apoyo de Chega.
Al final, el PSD (centroderecha) se quedó a más de diez puntos de los socialistas, pero en lo que no se equivocaron las encuestas fue en la subida de la ultraderecha: Chega es ahora tercera fuerza.
La mayoría absoluta quitará margen de intervención al jefe del Estado, el conservador Marcelo Rebelo de Sousa, que siempre insistió en los “consensos” entre socialistas y centroderecha y se enfrenta por primera vez a una mayoría monopartidaria.
“Condenará a Marcelo a una figura con menos poderes”, asegura el politólogo José Pinto, que apunta que el presidente tendrá menos maniobra, por ejemplo, a la hora de querer vetar leyes si lo considera oportuno.