Entre las sombrillas y brumas del mes de enero lucieron en Ferrol consoladores destellos de esperanzas para las clases más desheredadas del pueblo gracias al espléndido legado de un ferrolano de corazón, don Vicente Lorenzo y Goday, que, dejando su pingüe fortuna al Hospital, al Hospicio y a las Hermanitas de los Pobres (Asilo) quiso amparar a la miseria en la partida y en la llegada de la áspera cuesta que sube el infortunio”.
De esta manera comienza el repaso al año 1906, para el Almanaque de Ferrol de 1907, Victoriano Suanzes. Señala que el filantrópico donante era el último vástago de familia antigua y modesta, pero de gran arraigo en Ferrol, “que vivía en casa propia en la calle del Hospital”.
Suanzes recuerda ver frecuentemente en los veranos a un “simpático viejecito de pulcro vestir y andar presuroso, que, saludando con afabilidad al entrar en los casinos, solo se detenía breves instantes en cariñosa conversación con todos los más ancianos o en plática paternal con los que merecimos las distinciones de su afecto solo por ser hijos de sus viejos amigos”.
Era Lorenzo Vicente Goday retirado, ya hacía tiempo, del benemérito Cuerpo de la Guardia Civil en el que alcanzó la categoría de coronel y se afanaba en los cuidados de sus hermanos, a quienes visitaba durante los meses de la canícula, “dedicándose en Madrid el resto del año a los puros goces de una vida de intelectualidad y al manejo de un capital amasado con el ahorro, la inteligencia y la constancia”, recalca el autor.
En su hoja personal de buen hijo del pueblo tenía anotado ya un hecho meritísimo: el interés con que auxilió a un entrañable amigo suyo para fundar aquí el Asilo de ancianos, “bendita casa favorecida también en el testamento del señor Goday, disponiendo que la mitad de la renta de un millón de pesetas donadas al hospital se distribuya en partes iguales entre el hospicio y aquel asilo”.
Augusto C. de Santiago, director de “Galicia”, revista quincenal ilustrada, editada en Madrid, en un intento de formar una galería de filántropos gallegos se ocupó de nuestro personaje en el número 8, noviembre de 1906, al poco de morir el benefactor que nos ocupa. Su trabajo va encabezado por un retrato, el que también ilustra esta sencilla biografía, del notable pintor Vicente Díaz y González, tomado de un gran cuadro al óleo de dicho artista, sirviéndose de un busto fotográfico, único que quedó de Lorenzo Goday y en el que aparecía vestido de paisano.
Augusto C. de Santiago señala que Goday consagró los mejores años de su vida al servicio de la patria, “distinguiéndose en el exacto cumplimiento del deber como modelo de soldado en la paz y en la guerra, como padre cariñoso de sus subordinados, como compañero de sus compañeros en el noble oficio de las armas”. Agrega que durante 43 años de servicios puso a prueba “en el yunque de las virtudes guerreras, su voluntad, su tesón y su amor a la patria”.
Faltaba solo al veterano Goday cerrar su historia con un acto generoso y altruista y coronó su vida legando al pueblo que le vio nacer su cuantiosa fortuna para sostenimiento de los establecimientos benéficos de la ciudad que ya quedan mencionados.
Goday nació el 4 de febrero de 1814 e ingresó en el Ejército el 18 de abril de 1837 como subteniente de milicias pasando después al arma de Infantería y posteriormente al Benemérito Instituto de la Guardia Civil en el año 1844 en que tuvo lugar su creación. Tomó parte en operaciones de campaña en el Principado de Cataluña (1838), acciones de Puebla de Sellén, Crous Nava y Montellá (1839-1840), gloriosa jornada de Torrejón de Ardoz, (1843), acción de Sigueiro (1846), combatió la facción de los Hierros (1855) y al cabecilla Gómez en el Valle de Carranza y Valmaseda (1856) y dominó a las partidas facciosas en Vendrell (1867).
En 1846 combatió la insurrección popular y militar ocurrida en Santiago, Galicia, defendiéndose con tesón en su casa cuartel hasta imponerse a las fuerzas sublevadas que le dejaron salir libre seguido de su gente, si bien más tarde, faltando a lo convenido, fue encarcelado y objeto de vejaciones, hasta que, con grave riesgo de su vida, logró evadirse uniéndose a las fuerzas leales. Como perteneciente al Instituto de la Guardia Civil, prestó excelentes servicios, extinguiendo las barcas ladronas del río Miño, persiguiendo asesinos, descubriendo importantes robos y exterminando varias gavillas de ladrones.
En 1871 se retiró y habiendo reingresado en 1875, acogiéndose a la ley de 5 de enero de 1876, pasó a mandar el sexto Tercio como subinspector hasta 1880, en que, retirado por edad, fijó su residencia en Madrid. Como recompensa a sus buenos servicios se le otorgaron varias cruces y placas de las órdenes de San Fernando, San Hermenegildo y Mérito Militar.
“Aun a costa de herir la modestia de la actual Junta del Hospital, he de hacer constar –subraya Augusto C. de Santiago– que tanto el albacea íntimo amigo de Goday, el excelentísimo señor Don Juan Montero y Subiela, Intendente de la Armada, Hermano Mayor del Hospital de Caridad, así como los señores Secretario y Tesorero de dicho establecimiento benéfico, Don José Díaz Arias Salgado, teniente de navío de primera, y don Antonio Barreiro, banquero, merecen toda clase de alabanzas por su celo y noble desinterés en pro de los acogidos en el Hospital, a cuya humanitaria labor contribuyen de modo singular los albaceas don Cándido Catain, administrador del Hospicio y el cura párroco de la central de San Julián, don Luis Aniceto Pinaque. Vicente Lorenzo Goday falleció en Madrid el 26 de diciembre de 1905, acaba de cumplirse el mes pasado el 120 aniversario.