MAÑANA SERÁ OTRO DÍA | Manchester frente al mar (2016)

Cine en #Nordesía: Miguel Castro nos habla de “Manchester frente al mar”, de Kenneth Lonergan
MAÑANA SERÁ OTRO DÍA | Manchester frente al mar (2016)

Primera escena. Un barco, dos hermanos adultos y un niño. Lee Chandler (Casey Affleck) juega con su sobrino. Le pregunta a quién quiere más, si a su padre o a él. Son felices. En la siguiente escena aparece de nuevo el menor de los Affleck, pero no puede ser él; no puede ser el mismo. Frío, seco, apagado, color ceniza. En su rostro no hay nada. Durante el día trabaja de chapuzas en unos bloques residenciales. Hace el trabajo sin más. Eso sí, sin aguantar ni la más mínima tontería. Por las noches bebe hasta reventar, o hasta reventar a alguien que se cruce en su camino. 


¿Cómo puede ser? ¿Qué le ha ocurrido?, nos preguntamos. Recibe una llamada. Su hermano, el cual conocimos en el barco, está muy grave. Se marcha a Manchester (nordeste de Estados Unidos) junto a él y a su sobrino, ya adolescente. Llega al hospital y le dan la noticia de la muerte de su hermano. No se inmuta. Los vecinos del pueblo, al verlo, lo miran con tristeza. A nosotros, la interpretación de Casey Affleck también nos impresiona. Conocemos un poco más al desolado personaje, mientras siguen apareciendo flashbacks de otro Lee Chandler de antaño juguetón, divertido, bromista… 


Llegada la hora de metraje, comprendemos lo que ha ocurrido mientras suena el Adagio en G menor de Albinoni. Esta melodía la hemos escuchado en otras ocasiones (Gallipoli, The Doors, El proceso…), pero nunca como aquí. Su impresionante armonía se entremezcla con el presente y el demoledor pasado del personaje interpretado por Casey Affleck. Mientras un abogado le dice las últimas voluntades de su hermano, en las cuales le pide que se haga cargo de su hijo, al pobre Casey le llegan terribles recuerdos, repetidos día tras día en su memoria. Escuchamos lo sucedido por su propia boca. Se lo cuenta, tras el terrible suceso, a los policías que lo interrogaron: 
“Estábamos de juerga, había cerveza y alguien pasó un porro. También había cocaína. El caso es que nuestro dormitorio está abajo y el de las niñas arriba. Llegó Randi (Michelle Williams), mi mujer, como a las dos de la mañana, e hizo que todos se marcharan de casa. Se volvió a la cama. Entonces yo subí a ver cómo estaban las niñas y hacía un frío que pelaba. Entonces decidí volver abajo y encender la chimenea. Luego me senté a ver la tele, pero no quedaban cervezas. Como todavía seguía como una moto, metí un par de troncos más en la chimenea y salí andando a comprar unas cervezas. A medio camino no recordaba si había puesto el protector a la chimenea…Pensé que no ocurriría nada. Y seguí mi camino…”. 

 

Al regresar de la tienda, descubrió el incendio que acechaba su casa. Solamente Randi había sobrevivido. Sus tres hijas muertas. De repente entendemos todo. Todo el dolor acumulado durante la anterior parte del metraje, cae sobre nosotros. Vemos cómo la policía le dice que se vaya para casa. Él pregunta: ¿Por qué? ¿Ya está? Ellos le dicen: “Cometió un terrible error, como un millón de personas la pasada noche. No es un crimen olvidarse de poner el seguro a una chimenea”. Entonces roba la pistola de uno de los policías e intenta, sin éxito, suicidarse.


Sacudidos por su triste pasado, todo cobra sentido para el espectador. Ahora, la segunda parte de la película se centrará en la relación con el sobrino. Él quiere vivir con su tío. No hay madre (ausente), no hay padre. Le queda él, pero él no puede. Su vida ya es otra cosa.


Más adelante, acercándonos al final, otra escena memorable que da sentido a la película. Se encuentran, pasados los años, Randi, ya su exmujer, y Lee Chandler, el personaje de Affleck. Ella pasea con un bebé de una nueva pareja. Ella ha decidido avanzar en un camino, aun así tortuoso. Lee no quiere avanzar en nada. Abren su corazón. Ella le pide perdón, ha sido injusta, le ha dicho mil barbaridades en el pasado y se arrepiente. Fue un accidente. Ella dice que, aun con ese bebé, ella está rota, tiene el corazón roto para siempre. Ella le dice que todavía le quiere. “No creas que estás muerto”, le dice ella. “Solamente quiero que seas feliz”, contesta él. Antes de acabar la (impresionante) conversación, él le dice sin ningún tipo de rencor: “Tienes que entender que no hay nada, ya no queda nada”.


Manchester frente al mar es una emocionante película escrita y dirigida por Kenneth Lonergan en el año 2015 (Kenneth no ha vuelto a dirigir nada desde esta y, de verdad, que lo echamos de menos). Ganó el Óscar al mejor guion original y Casey Affleck se lo llevó, en la citada edición, al mejor actor protagonista. Todo merecido.


En una sociedad como la nuestra, en la que parece de obligado cumplimiento el hecho de superar, contra vientos y mareas, todas las dificultades que se pongan en el camino de uno, “Manchester frente al mar” nos muestra otra opción, tan digna como cualquier otra. Su personaje principal, ante los terribles sucesos que le han sucedido, ante toda la culpa que lleva a su espalda por la imprudencia cometida en el accidente que se llevó la vida de sus hijas, decide no avanzar. Sobrevivir anclado en aquel terrible momento en el que la vida pasó a ser otra cosa, acompañar a sus hijas en sus sueños y mantenerse petrificado ante el qué vendrá.

 
Muchas personas entienden el cine, también la literatura, como un entretenimiento que los saque de la, en ocasiones, dura realidad. Buscan en las obras vistas o leídas mundos fantásticos, aventuras increíbles, héroes de leyenda o romances que siempre acaban bien. Los dramas los entienden para el día a día. El arte, como ocurre en “Manchester frente al mar”, puede dar mucho más. El sufrimiento que vivimos junto al personaje principal de la película no es en absoluto gratuito, ofrece un aprendizaje tanto racional como emocional, que a pesar del dolor que nos genera, nos acompañará el resto de nuestra existencia. 

MAÑANA SERÁ OTRO DÍA | Manchester frente al mar (2016)

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