Admitámoslo: lo de Cataluña, bien. Lo demás, mal

Admitámoslo: el relevo de Pere Aragonés por Salvador Illa en la Generalitat de Catalunya es una operación con origen, planteamientos y consecuencias muy discutibles, pero significa un paso adelante en esa ‘conllevanza’ orteguiana que ojalá dure muchos años. E Illa es quien tiene que procurar que así suceda, navegando entre el caos independentista, una derecha que siempre recelará de él y una Moncloa asfixiante, cuyo inquilino constata que lo de Cataluña puede -puede-- que vaya bien, pero lo demás, mal.


Porque ahora viene el pago de la factura a Esquerra Republicana por haber apoyado la investidura de Illa, que este martes presenta ya su Govern monocolor. Me refiero a ese pacto que todos, parece que excepto María Jesús Montero, saben que, en su literalidad, va a ser de imposible cumplimiento porque es, lisa y llanamente, inconstitucional, y no creo que el TC, ni siquiera ‘este’ TC, tenga el cuajo suficiente para decir lo contrario.


Eso sospecho que lo interioriza bien Pedro Sánchez, aunque su vicepresidenta primera diga muy otras cosas -siempre dice muy otras cosas--. El habitante de La Moncloa se prepara para un desafecto paulatino de ERC y para una hostilidad indisimulada de Junts: ambos saben que Sánchez no paga. Lo que no sé es si tanto en ERC como en Junts quedará alguien para intentar cobrar la factura, cosa que la mente impenetrable de Illa sin duda intuye: el independentismo, y en esto el ‘circo Puigdemont’ ha jugado un gran papel, está hoy por hoy mucho más desactivado que hace apenas dos años. No lo digo yo: lo dicen las urnas catalanas. Ya solo les quedan, de verdad, los catorce escaños en el Congreso para presionar ‘a Madrid’.


Claro que el president de la Generalitat tendrá que ceder cosas, dirigir su difícil sonrisa a los independentistas, pero no creo que caiga en sus garras. Veremos: de momento, tiene un Govern monocolor, técnico y, como él, poco aficionado a los gritos, ni a los discursos largos y vacíos, ni a los equilibristas, ni a los payasos. Los problemas gordos, que los gestionen en Madrid. Donde por primera vez van a tener buena interlocución con la Plaza de Sant Jaume, sede de la Generalitat, sin ‘mesas de diálogo’, ni desplantes al Rey, ni viajes de Santos Cerdán a Waterloo a negociar lo innegociable ¿No es esto ya el indicio de que algo va a cambiar?


Así que si lo de Cataluña va bien, o menos mal, lo demás no va tan bien. Yo diría que va bastante mal: Sánchez no tiene garantizada la mayoría parlamentaria ‘Frankenstein’ , ni, por tanto, los Presupuestos para el año que viene. Ni probablemente va a poder aprobar una sola ley en la Cámara Baja, y no digamos ya en la Cámara Alta, donde afilan las armas para la gran batalla. Como las afilan en el Tribunal Supremo contra la amnistía y contra el TC, en la Fiscalía contra el fiscal general, en las autonomías del PP (y del PSOE) contra la ‘inequidad’ y la ruptura del equilibrio territorial. O como las afilan, supongo, en los medios ‘díscolos’ y también en los ‘neutrales’, donde gusta poco esa ‘regeneración’ que Sánchez impulsa, o impulsaba...


Y veremos la ofensiva política del PP este mes de septiembre. Hasta ahora, admitamos esto también, la respuesta del principal partido de la oposición a todo lo actuado, que, de salir adelante -que no saldrá-, significaría abrir en canal al Estado tal como lo conocemos, ha sido algo decepcionante. Cierto que a Núñez Feijoó todo esto le ha pillado en medio de una operación oftalmológica molesta, y eso ha puesto la respuesta a cuanto hace la larga mano de Sánchez en los segundos escalones, por tanto con menor visibilidad.


Pero admitamos que, independientemente de la convalecencia del presidente del PP, la oposición no puede limitarse al ‘váyase, señor Sánchez’ o, ‘al menos, comparezca, señor Sánchez, esté donde esté, para explicarnos qué diablos está haciendo con la nación’. Y si es que vamos a una ‘federalización’ del país, sea esto bueno, regular o malo, qué menos que debatirlo con quienes representan a todos, todos, los españoles ¿no?


Y, por cierto, hablando del rey de Roma: ¿alguien sabe dónde está Sánchez, el gran silente?  

Admitámoslo: lo de Cataluña, bien. Lo demás, mal

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