Parece ser que tenemos en el palacio de la Moncloa a un presidente que ha puesto la influencia del cargo y las herramientas del aparato de Estado al servicio de una gigantesca trama de corrupción, que como es lógico, empieza por beneficiar a su entorno familiar.
Las trabajosas y nunca suficientemente bien ponderadas investigaciones judiciales, señalan como caso más mediático de la citada corrupción, el innegable hecho de que su mujer impartió un máster en una universidad madrileña y percibió por ello alrededor de 16.000 euros. Componenda tan manifiestamente mejorable justifica que Pedro Sánchez dimita por chapucero, y por faltar al respeto a la acrisolada tradición española que ha acreditado en este arte un nivel tal que no merece ser deshonrada con cantidades más propias de un concejal de medio pelo de una ciudad de provincias. Es normal que la leal oposición se suba por las paredes.