Para entender la Semana Santa

Cuenta Ana Iris Simón que una profesora de secundaria puso la imagen de una piedad en un examen y un alumno la describió como “señora con un hombre muerto en brazos”. La escritora manchega lamenta que “en el instituto público al que fui nadie me puso a estudiar los Evangelios, me explicó el viacrucis… No se puede comprender nuestra historia, nuestro arte ni nuestro ser sin el sustrato espiritual en el que se asienta, que es el cristianismo”.


Hace tiempo que la religión desapareció de las aulas. En nombre de la laicidad, la enseñanza religiosa se vio reducida a una opción minoritaria, ajena al currículo común y el resultado son unas generaciones culturalmente huérfanas, incapaces de comprender los símbolos que las rodean.


No se trata de creer o no creer, se trata de entender. Y hoy, sin una base mínima de cultura religiosa, muchos escolares no entienden qué ven ante una cruz, una piedad o un descendimiento. Ven un hombre crucificado, una madre con un cadáver en brazos, un paso de Semana Santa como desfile pintoresco… La ignorancia no es solo espiritual, es cultural y simbólica. ¿Cómo van a comprender la pintura de Miguel Ángel, del Greco, de Murillo, la poesía de San Juan de la Cruz, los motetes de Tomás Luis de Victoria o incluso el calendario festivo, si ignoran los relatos, los personajes y los símbolos del cristianismo?


¿Se pueden subsanar estas carencias? Hay una salida pedagógica no confesional: introducir la asignatura de Historia de las Religiones en el currículo escolar. No para adoctrinar, sino para alfabetizar culturalmente. Para formar ciudadanos capaces de entender el legado simbólico y artístico del mundo en que viven, para comprender el cristianismo como raíz cultural de Occidente.


Una Historia de las Religiones propicia que los adolescentes entiendan que una Piedad no es simplemente una escena trágica entre una madre y su hijo muerto, sino la imagen de un icono que ha perdurado siglos en el pensamiento, la fe y la belleza. Les permitiría leer la Biblia como se leen las grandes historias, con profundidad, respeto y sentido crítico. Comprenderían el origen del Ramadán, el significado del Yom Kipur o la diferencia entre un templo budista y una catedral gótica.


Y en lo más cercano, entenderían lo que significa la Semana Santa. Ya no la verían como un espectáculo curioso, sino como una expresión mezcla de fe, de arte y ritos con sentido. La cruz tendría significado, las saetas se entenderían como expresión de dolor y el Cristo doliente dejaría de ser un cuerpo torturado para volver a ser un símbolo de la fe de los cristianos.


No se trata de imponer la religión. Se trata de dar a los jóvenes las herramientas para interpretar la historia, el arte, la cultura y el alma humana. Porque si no se les enseña esto, se les roba el pasado y se les está negando también la comprensión del presente.

Para entender la Semana Santa

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