Ellos esperaban a Godot, nosotros la Aesía

Como a Godot, así esperamos a la Aesía, antes conocida como AESIA, la Agencia Española de Supervisión de la Inteligencia Artificial. Siento algo de pudor por recurrir a la obra de teatro de Samuel Beckett, que se convirtió ya hace años en una especie de tópico periodístico para aludir a aquello que se espera y nunca viene sin saber muy bien de qué se trata. Y no menos reparo en abrazar los argumentos de un partido político, en este caso el PP, que esta semana llevaba al Congreso las preguntas sobre cuándo llega Godot, perdón, la Aesía. Pero es que nos llenaron de tantas promesas, sin duda verosímiles porque hablaban de futuro, tecnología y puestos de trabajo, que a nadie puede extrañar que nos queme la impaciencia.


Ayer mismo Palexco reunía un congreso de directivos sobre ese futuro que ya es presente para muchos y un poco menos para los coruñeses. Se glosaron beneficios sin dejar de apuntar realidades. La inteligencia artificial –conste aquí que me tiene fascinado– lo cambiará todo, con sus riesgos y oportunidades abrumadoras. Sí, hasta vino el rey como broche de oro. Y altísimos y bien pagados ejecutivos, algunos de los cuales, la verdad, no me imagino yo entendiendo mucho de “deep learning” ni usando “prompts” con demasiada fluidez. Llámenme prejuicioso. Sin embargo, a pocos metros de ese congreso estaba observando La Terraza, con toda su digna decadencia, recordando lo mucho que nos cuesta a los humanos agilizar una puesta en marcha, realizar obras a buen ritmo y explicar en idioma comprensible por qué diablos Godot, perdón, la Aesía no acaba de llegar.


Resulta tentador sostener el argumento de que, si su director fuera un gallego o un afincado en A Coruña, la provisionalidad de trabajar desde Madrid no se prolongaría tanto. Pero no caigamos en localismos. El profesional que ocupa el puesto, Ignasi Belda, posee un perfil de indiscutible calidad, no es el único porque nadie lo es, pero sí idóneo. Hace apenas unas semanas explicaba en el rectorado de la universidad coruñesa que estaban trabajando en una guía sobre códigos de conducta para la próxima primavera. Desconozco cuántas personas participan. Admito que pueden redactarla desde cualquier rincón del mundo. Que no es imprescindible hacerlo desde La Terraza. Pero con esa velocidad de crucero y esa explicación de tareas, la Aesía puede aposentarse en la nube durante decenios.


Asumo que el establecimiento de una sede para una agencia de estas características fue simplemente un gesto político. Que se optara por A Coruña tiene una  trascendencia más estética que práctica, porque no nos vamos a imaginar a estas alturas que la Aesía atraerá físicamente a miles de personas sometidas a los procesos de supervisión, cubriendo impresos en sus ventanillas con cita previa, ni a miles de empleados en sus dependencias como en su momento hicieron las capitalidades autonómicas. Todo será digital, suponemos. Pero ocurre que hoy en día prácticamente cualquier edificio regional, estatal o europeo podría transformarse en una red de teletrabajo y, sin embargo, nadie renuncia a la belleza de la arquitectura, la grandiosidad de la obra nueva o la rehabilitación de un glorioso monumento urbano con achaques.


La supervisión no alcanzará la velocidad de la tecnología. Ni mucho menos las reformas que, tal y como está el percal, a ver quién encuentra un pintor o un electricista. La tecnología vuela, pero los humanos no. La IA sigue sin tirarnos un tabique, ni unos suelos, ni unos cables. Y lo malo es que tampoco parece que vaya a ayudarnos mucho con los procesos burocráticos. Porque digo yo que ése será el problema: la Aesía no está en Coruña porque ni hay albañiles ni hemos rellenado aún todo el papeleo por triplicado. Tasas incluidas.

Ellos esperaban a Godot, nosotros la Aesía

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