La Fiscalía de la cosa

ú miras para Álvaro García Ortiz, nuevo Fiscal General del Estado, y ya te das cuenta de que estamos en buenas manos, un inequívoco perfil de estudioso del Derecho, un ecuánime y sesudo prototipo de intelectual y ensayista de la causa penal y su filosofía. ¿O no…?. Pues eso. Y por ahí todo seguido…


Claro que para Lombroso podría ser carnicero, sin ir más lejos, que también es nobilísimo oficio, por más que la consideración de qué sea el Derecho es ya más limitada, digamos, piadosamente, más allá del mapa sinóptico de la anatomía animal y su despiece. Con todo, a qué Lombroso, preterido y olvidado, marcado por el desprestigio hace ya tanto tiempo, mucho más en una sociedad de proyecto igualitario donde si al criminal nato se le apuntan rasgos de marcado indicio sospechoso en su dibujo facial, grosso modo la teoría psicofísica del famoso médico y criminólogo italiano que agitó con estas cosas el siglo XIX, o la prominencia labial desbordada describe perversiones sexuales que ni te cuento, peor para la cara o para el labio, pero no me toques la igualdad, nada se diga ahora, con tanta variedad de los iguales, que es un primor, no digas. Dejemos, pues, a Lombroso, como si nada nos valiera de sus observaciones, de sus conclusiones, y vayamos a lo magro del nuevo fiscal, es un decir.


Podríamos encontrarnos ante una personalidad resolutiva pero privada de escrúpulos éticos para resolver en términos de conciencia y equidad jurídica, a cuenta de ideología y otras perturbaciones de apriorismos y prejuicios de esa naturaleza, eso sí, de otra parte, parece que tranquiliza y hasta alivia de toda sospecha el que su nombramiento haya sido propuesto por el propio gobierno de la nación, y mucho más alivio podrás tener si además no te preguntas de qué gobierno y de qué nación puedan tratarse, y ya al límite, qué nación es la que imagina y sirve el tal gobierno, y hasta cómo le llama, si de alguna forma le llama, que no es seguro le llame…


Venimos del sonado comentario, tan audible como conocido, de “información vaginal, éxito garantizado”, en palabras de Dolores Delgado, si sabrá ella, al despiece ideológico de Álvaro García Ortiz, a salvo que se afane en lo contrario, que no parece, pasando por el comisionista de todo esto, que cobra y finge de presidente del gobierno con arrebatos de gigoló de barato a cuenta de España, verbigracia, aquella aclaración a pie de radio, sea de recordar, “De quién depende la Fiscalía… Pues eso”.


La convicción de impunidad por parte de quien ejerce el poder es lo que le permite decir, y hacer, cosas groseras y turbias con todo desparpajo, y a cuanto más se atreve, sin consecuencias, mayor es la sensación de impunidad, más creciente y asentada su resolución de perseverar en lo que resulta un semillero efervescente de deslealtades, una constante invitación a la ceremonia de la apariencia y a la práctica lucrativa y delincuente ilimitadas, y una conclusión en traición de lesa patria, a la sociedad y a la nación.


La Fiscalía General del Estado, imprescindible por honorable, o la Fiscalía de la Cosa, he ahí la cuestión.

 

La Fiscalía de la cosa

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