Las listas de Fin de Año

Llega Fin de Año, el tiempo de las listas. El tiempo de las canciones favoritas, el de las series favoritas, el de las películas favoritas, el jugador de fútbol favorito, el restaurante favorito, la cámara de fotos favorita, el Youtuber favorito, las mejores novelas.


Hay humanos que no pueden vivir sin hacer listas. Era el caso de Leporello, el criado de Don Giovanni, que llevaba de forma escrupulosa el conteo de seducidas de su amo, de Oriente a Occidente, de Italia a España, de delgadas a gordas, de altas a bajitas, de ricas a pobres pero siempre huyendo de una a otra, buscando algo que ni él sabía pero bien que se afanaba, como Casanova. Los Leporello de la vida tienen en Fin de Año su momento de gloria. Salen en las redes, en los suplementos de cultura de la prensa, en todas partes hay fanáticos de las listas. Solo huyendo a la isla de Montecristo te librarías, y aún así podrías correr el riesgo de encontrar al Conde haciendo inventario del tesoro.


Por mi parte, al ser rubia, es difícil que recuerde si una serie que he visto es de este año o del año pasado. Lo mismo con libros. Imposible saber cuál de todos es mi favorito, porque igual el que ayer me fascinaba, hoy me aburre, como buena mercurial que soy. Me intriga la memoria de la gente, esas fotos de los libros por orden de preferencia (si eres un gafapasta vas a poner los mismos que otro gafapasta pero en diferente orden, eres especial pero no tanto, si eres un woke lo mismo, si te gusta la novela negra pondrás los mismos que ponen todos y el de algún colega, no mientas…) y casi por colores y editorial. En mi caso ya encontrarlos sería un milagro con el desorden caótico que reina en la biblioteca. Desconfío de esas listas, a menos que el que la haga sea un gran amigo. Muchas de ellas son puro postureo, La película más turras, el libro más cargante, el ensayo más raro, autoayuda disfrazada de filosofía, divulgación triste disfrazada de ciencia. Señales de que una se hace mayor, además de coger el catarro en Navidad. Ahora ya no se tienen catarros, eso está ya fuera de onda, se tiene la Covid de marras, y menos mal que el médico ya no te persigue por el ambulatorio con un palo para incrustártelo en el cerebro como hace un par de años para añadir la tortura de la cencia centéfica. Pero me pierdo, amigo lector. Las listas, ah, las listas, bueno será anotar, que decía Hamlet. Lo bueno de las listas es que puedes descubrir alguna joya perdida entre todas las recomendaciones que te haya pasado desapercibida. Pero eso durará poco, en enero comienza otra rentrée o como se escriba la cursilería esa en la que tendremos otras series, otras películas, otros libros que devorar y que harán que sepultemos las recomendaciones de Fin de Año en otra montaña de novedades que jamás seremos capaces de leer.


En unos días se acaba el año y, además de las listas, llegan los propósitos de Año Nuevo. Adelgazar, ese es el propósito general después de zamparnos los polvorones Felipe II destinados para toda la Armada Invencible. Escribir, en mi caso. Curarme el catarro. Una buena Primitiva. Mucho amor y mucha salud. Amigo lector, feliz año 2025. Por cortesía a este periódico me voy a ahorrar la rima…

Las listas de Fin de Año

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