Hace unos días se cumplía el 86º Aniversario del fusilamiento en Ferrol del almirante D. Antonio Azarola Gresillón, jefe del Arsenal militar local, que se opuso a la sublevación de la oficialidad de la Base Naval y de la guarnición militar del Ejército en la entonces llamada Ciudad Departamental.
Recuerdo, hace dos o tres años, haber asistido a la presentación de un interesante libro, sobre la figura del almirante mencionado, autoeditado por su autor, Plácido Carro Lamas, que fue presentado en una céntrica librería ferrolana por mi buen amigo y compañero, el escritor y periodista, Ramón Loureiro Calvo.
Decía Loureiro al respecto de este libro, que tiene por subtitulo “El honor a la palabra dada”, que determinados acontecimientos históricos, de carácter trágico o cruento, en algunos lugares, como en Ferrol, son borrados de la memoria colectiva, probablemente por un sentimiento de vergüenza o culpabilidad, también colectiva. Y tiene razón.
Comentaba también el autor del libro, que durante su ardua investigación en archivos y bibliotecas, así como en el transcurso de las entrevistas personales que efectuó con la familia del almirante o con las de otros antiguos compañeros del fusilado, como la del almirante D. Indalecio Núñez, entonces jefe de la Base Naval de Ferrol, llegó a la conclusión de que el Consejo de Guerra sumarísimo contra Azarola fue una verdadera pantomima y una venganza personal por parte de algunos compañeros y subordinados. Una muestra mas del “cainismo” ferrolano, que aun persiste hoy en día.
Azarola era, ante todo, un marino y un militar al servicio de España, al margen de regímenes o partidos políticos y llegó a ser ministro de Marina durante el primer gobierno republicano, presidido por Manuel Azaña. El contralmirante era un hombre profundamente religioso, ilustrado y de gran capacidad profesional, y, por su honestidad personal, contaba con pocos amigos en el seno de la Armada.
Otro drama que tuvo que vivir el almirante, fue el de ver como su esposa, le decía a su hijo, el alférez de navío Antonio Azarola, que se uniese a los sublevados. Y asi lo hizo. Participó en la contienda civil con la denominada Marina Nacional y alcanzó el empleo de contralmirante al final de su carrera.
Otro caso que demuestra como las vidas se cruzan, es que una sobrina del almirante fusilado, Amalia Azarola, era la ayudante de cátedra de D. Juan Negrín, después ministro y presidente del gobierno republicano, y estaba casada con el aviador falangista Julio Ruiz de Alda, que fue sacado de prisión y fusilado. Amalia intentó, a través de Martínez Barrio, salvarle la vida, lo que no consiguió, ya que éste le decía que Santiago Carrillo no se ponía al teléfono.
A modo de reflexión personal, creo que el desgraciado final del almirante Azarola, condenado a muerte por el aberrante delito de “rebelión”, fue consecuencia de aquella España fraticida, que no perdona esa noble posición de los hombres verdaderamente demócratas, de amplia cultura y de generosa tolerancia con lo demás, en lo político, en lo social o en lo cultural. Es la perenne tragedia de nuestro país.
Por ello, mi reconocimiento y homenaje a un hombre fiel a la palabra dada, que Ferrol y España no deberían olvidar jamás. Antonio Azarola, un hombre de honor y un marino digno de admiración y respeto. Siempre debería estar en la memoria de todos los españoles demócratas, los cuales deberíamos impedir que se utilice, por determinados partidos políticos y personas, la memoria selectiva, que desconoce la verdad y la justicia.