El Mundial de la lechera

El Concello de A Coruña está convencido de que los inspectores de la FIFA confirmarán a la ciudad como subsede del Mundial de Fútbol de 2030. Y una gran mayoría de votantes, profesionales de múltiples disciplinas, periodistas y aficionados se alegrarán. En realidad muy pocos se molestarán. Porque, aunque los datos y la experiencia demuestran que es una pésima inversión, la emoción, el orgullo local y el optimismo (imprescindible para sobrevivir) nos empujan como una gigantesca ola impulsa a un surfista.


A todos nos apetecen los lujos, compramos coches más caros de lo necesario, nos hipotecamos algunos años más de lo que sería razonable y nos concedemos o soñamos con todo tipo de caprichos. Gracias a esa tendencia tan humana, unos pocos se enriquecen y unos políticos ganan elecciones. Hasta ahí todo normal. Pero resulta simpático como, para el autoengaño colectivo, no paramos de repetir coletillas: el Mundial tiene un enorme impacto económico, genera miles de puestos de trabajo y proyecta como nadie la imagen del país o de la ciudad.


Lo cierto es que Alemania 2006 invirtió 6.200 millones y solo ingresó 3.600. Brasil 2014 gastó 15.000 e ingresó 13.500. Qatar se tiró a la piscina de los petrodólares y puso 220.000 millones: quién sabe lo que recuperaría, algunos estiman un 3%. El Mundial del Waka Waka, Sudáfrica 2010, tuvo un superávit oficial de 500 millones. El de la Rusia de Putin, casi 3.500 después de invertir 11.000. Perdón por la lluvia de cifras. Y permítanme la duda sobre alguna de ellas por razones políticas, porque se calcula que los 14 últimos Mundiales acumulan unas pérdidas de 17.000 millones.


El gobierno español ha puesto sus propios números sobre la mesa: se gastarán solo 1.430 millones (me encanta la precisión) pero el retorno lo estiman entre 5.000 y 10.000 (aquí la precisión se esfuma). ¿Por qué gastaremos menos que nadie y ganaremos más? Porque somos más listos.


No le quiero marear con las cifras de empleo o turistas. Son tan variadas como interpretables. La macrocontabilidad es lo que tiene. Solo déjeme hablar de la imagen de marca del país. Mejor aún, de las subsedes como posiblemente será A Coruña.


Doy por descontado que nadie recuerda los emplazamientos locales en Qatar porque al fin y al cabo estaban todos muy próximos. Pero ¿qué me dicen de Bloemfontein, Nelspruit, Polokwane o Rustenburgo? Han sido subsedes mundialistas, como Samara, Nizhni Novgorad o Saransk… ¿De verdad un Mundial sirve para lanzar la imagen de marca de una ciudad?


Y no ocurre solo con el fútbol. Le reto a que recuerde alguna sede de la Expo posterior a Sevilla 92 (sí, se siguen celebrando). O alguna subsede de Juegos Olímpicos. Todo es tan efímero que los grandes acontecimientos solo proporcionan unos breves minutos de esplendor a las grandes ceremonias de las sedes principales y poco más. En especial si son capitales con una gran imagen de marca previa como París, Londres o Moscú.


Si los de la FIFA tienen a bien darnos su visto bueno, A Coruña invertirá, dicen, 100 millones. Según las cuentas gubernamentales de la lechera, tendremos un retorno de 400 millones o incluso 800. Y entonces podremos pagar la deuda municipal y hasta la del puerto, construir vivienda pública, resolver el transporte urbano, Alfonso Molina, el nuevo Chuac y hasta sanear las cuentas de la Universidad. Además la ciudad quedará tan promocionada como Nelspruit o Saransk. ¿Quién no quiere eso?


Lo sé, Xunta, quizá Diputación, inversores privados…, no solo el Concello pondrá el dinero. Así que yo también cerraré los ojos y soñaré con el éxito de la ruleta, mientras el casino de la FIFA gana su dinerito haciéndonos el favor. Se lo tiene bien merecido por habernos construido con tanta perfección esta ilusión que nos embarga.

El Mundial de la lechera

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