Dónde se hablará de nosotros, de este pacto con la vida, de la versatilidad del amor, de la fragilidad del destino. Dónde aprendemos a vivir una vida que merezca la pena ser vivida, a pesar del desencanto, o de lo incómodo. ¿Y si confundimos lo bueno con lo cómodo? Se preguntaba Kant ¿Qué puedo esperar? Pero también ¿Qué debo hacer? ¿Qué puedo saber?
Llegué a casa repensando qué es una buena vida, después de escuchar a la joven filósofa Ana Carrasco-Conde hablar sobre ello en el ciclo de conferencias organizado por la Fundación Paideia. Antes le había preguntado su opinión sobre el estado de salud actual de la Filosofía: malo, me contestó, muy crítico. ¿Ya no pensamos? ¿No meditamos? El verbo meditar viene del latín meditari, y comparte raíz con el verbo mederi, que significa cuidar, tratar, de donde vienen las palabras médico, medicina o remedio. Me gusta. Me gusta creer que cuidamos lo que pensamos.
Siento un especial interés por cómo pesan las palabras, como si cada una encerrara un mundo. Aflicción, por ejemplo, es una palabra que implica algo mayor, que tiene una dimensión tan física como moral. Si la pienso, abro la puerta a una multiplicidad de matices, todos de un color azul tirando a gris: tristeza, pesar, pesadumbre, dolor, angustia, presión, opresión, adversidad, congoja. Amargura. El personaje principal de la última novela que he leído, de título Aflicción, trasunto de su autor Russel Banks, no podía vivir una vida que merezca la pena ser vivida, ¿o sí?
A veces vivo varios días en las novelas que leo. Russell Banks, falleció el año pasado siendo uno de los grandes exponentes de la narrativa realista anglosajona. Le interesaba la literatura que provocaba cambios en los bordes, por eso narraba la dificultad de escapar de uno mismo y de las circunstancias que nos determinan: hay hombres y mujeres rotos desde la infancia. Supervivientes que viven en los márgenes, incómodos siempre, como un dolor de muelas que no cesa.
Nos recuerda Banks que la infancia es vulnerable en este libro tan feroz como conmovedor, entre el Noir y el western crepuscular señala la crítica. Mañana será el día del padre, y más allá de los debates que surgen cada año sobre si debe o no celebrase, no podemos mirar a otro lado, porque hay niños amenazados, afligidos, abandonados por el padre, pero también por el Estado y por la Sociedad. Creo que Banks sí meditó al escribir esta novela, porque diseccionó la condición humana de una forma reflexiva y lúcida para llevarnos a una verdad: nunca hay un solo culpable, sino varios y los eslabones de la cadena son abrumadores. ¿Qué sabemos? ¿Qué hacemos? ¿Qué esperamos?
Leer es reflexionar.