Del tiempo y el alma

Leves esencias de severas presencias, marchitas flores de infinitas lozanías, formas e ideas de embelesos de perpetuas ausencias; vivas esencias de seres fenecidos, palabras no pronunciadas por ninguna boca, sonidos jamás atisbados; solemnes sombras de graves ofensas, soledades padecidas siempre lejos de los sentidos… Tiempo y alma, al fin; arcanos de inocencias que a los hombres afligen en la medida en que por medidas las tienen en los quehaceres de sus vidas. De todos los misterios que nos asedian, entiendo que son los más profundos y sinuosos, pese a estar siempre presentes y en continuo contacto con lo humano.

 

Es cierto que nos hemos rodeado de rigurosos instrumentos  que miden uno  y regios y  dogmáticos tratados que explican la otra, pero sin alcanzar ninguno de ellos a ser capaces de descifrar su verdadera naturaleza y su exacto sentido, quizá solo angustia existencial


Tiempo y alma, alma y tiempo, ese es el verdadero continuo a descifrar, porque tal vez sean de la misma naturaleza y tengan ambos el mismo cobijo, de tal modo que allí donde se guarda el tiempo lo hace también el alma y de él salen y entran ambos por nuestros sentidos sin que alcancemos a percibirlos de forma clara y en su exacto valor. Es cierto que nos hemos rodeado de rigurosos instrumentos que miden uno y regios y dogmáticos tratados que explican la otra, pero sin alcanzar ninguno de ellos a ser capaces de descifrar su verdadera naturaleza y su exacto sentido, quizá solo angustia existencial.


No obstante, los hemos de celebrar como nos merecemos, gobernándolos en lo tangible hasta el delirio de la alegría, ese ser y conciencia capaz, como ellos, del misterio, pero no ajena a la serena compañía. 

Del tiempo y el alma

Te puede interesar