El bullying o acoso escolar es un tipo de violencia que ha cobrado gran relevancia en la sociedad actual, especialmente en el ámbito escolar pero también se puede dar fuera de él. Daniel Valencia, del equipo de psicología del Hospital Ribera Juan Cardona, profundiza en este problema, analizando la figura del agresor y aporta claves para su abordaje.
“Actualmente, solemos hablar de seis subtipos de acoso escolar. El bullying físico, que es el que contiene agresiones físicas, pero también incluye el robo de pertenencias de la víctima; el bullying psicológico, donde las agresiones tienen como objetivo disminuir la autoestima del agredido, con amenazas, intimidación, chantaje o manipulación; el bullying sexual, cuando se realizan referencias malintencionadas sobre temas sexuales o partes íntimas, y puede darse un bullying homófobo que ataca la orientación sexual de la víctima”, puntualiza el psicólogo.
“Nos encontramos, además, con el bullying social, donde el acoso busca el aislamiento de la víctima del grupo; el bullying verbal, cuya finalidad es discriminar, difundiendo rumores, bromas insultantes, o rumores racistas o sexuales; y el ciberbullying, que es el tipo de acoso más frecuente y relevante en la actualidad, realizado a través de internet, sobre todo, en redes sociales o aplicaciones de mensajería. Las dinámicas que rodean este problema, así como las consecuencias para quien lo sufre pueden ser variadas: baja autoestima, miedo, ansiedad o incluso depresión o estrés postraumático”, explica el especialista.
El perfil del agresor
¿Y qué ocurre con la figura del agresor? “Si analizamos el perfil de un acosador frecuentemente encontramos a una persona con inseguridades que intenta compensar con el control y dominación de otros. Tiene una fuerte necesidad de sentirse superior, lo que le lleva a intimidar a otros y puede arrastrar problemas emocionales o antecedentes de trastornos de conducta que desencadenan este comportamiento”, añade Daniel Valencia.
Hay factores del entorno familiar que pueden influir, como ambientes disfuncionales, de niños que crecen en hogares donde hay abuso, negligencia o falta de atención emocional y que pueden desarrollar comportamientos agresivos; así como los casos de niños expuestos a la violencia o el acoso en el hogar y que puede normalizar estos comportamientos.
La influencia del entorno cultural es también importante, situaciones como crecer en grupos en los que ciertas formas de agresión pueden ser más aceptadas, o en los que se conviven con estigmas como discriminación basada en raza, género orientación sexual o discapacidad puede dar lugar a situaciones de acoso.
“También hay factores sociales que tienen una fuerte influencia en los niños en ciertas edades como son la presión de grupo que puede incentivar comportamientos de acoso, especialmente si es visto como una forma de ganar estatus social, y un entorno escolar que no promueva el respeto y la inclusión puede facilitar el bullying”, apunta Daniel Valencia.
Consecuencias
El acoso tiene fuertes consecuencias en las víctimas. “Con frecuencia experimentan ansiedad, depresión y baja autoestima y en los casos más extremos pueden desarrollar estrés postraumático”, explica el especialista.
“Las consecuencias para quien sufre bullying son variadas: baja autoestima, miedo, ansiedad o incluso depresión o estrés postraumático”.
“El acoso puede reducir las interacciones sociales aumentando su sensación de soledad y aislamiento social. Todo esto puede afectar de manera negativa al rendimiento escolar y la motivación. Además, con frecuencia puede manifestarse en síntomas físicos como dolores de cabeza, problemas gastrointestinales y trastornos de sueño”, añade el profesional.
Pero el acoso también deja huellas en el agresor. “Pueden enfrentarse a problemas psicológicos como ansiedad y problemas de conducta a largo plazo. La falta de empatía y habilidades sociales pueden dificultar las relaciones interpersonales futuras del agresor. Además, sus acciones pueden acarrear consecuencias disciplinarias en el entorno escolar e incluso legales”, recuerda el psicólogo del Hospital Ribera Juan Cardona.
Estrategias para su abordaje
Para solucionar y en la medida de los posible evitar las situaciones de bullying es imprescindible la implicación de todas las partes, familias, centros escolares y sociedad en general para fomentar entornos inclusivos y seguros, promoviendo el respeto y la colaboración. “Hay que trabajar en educación y concienciación, mediante programas educativos que enseñen a los estudiantes de empatía, resolución de conflictos y la importancia de la diversidad”, destaca Daniel Valencia.
“Es indispensable proporcionar apoyo emocional y psicológico a las víctimas, pero también a los agresores, para facilitar la recuperación y el cambio de comportamiento. Identificar y abordar el acoso en sus primeras etapas es crucial. Los educadores y padres deben estar atentos a los signos del acoso y actuar de inmediato”, concluye el psicólogo.
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