Las consultas por alergias alimentarias se han triplicado en los últimos 20 años. Se estima que entre el 1 y el 3% de la población general está afectada por alguna alergia a alimentos, una cifra que se incrementa hasta el 8% en el caso de menores de 3 años, según datos de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC).
“Hay un claro incremento de casos de alergias. Es muy manifiesto en las últimas décadas. No hay una causa clara y única en este tema y la sospecha es que se debe a una combinación de factores, como un incremento de la asepsia generalizado, el acceso a tóxicos más diversos, y que se ha mejorado mucho las técnicas de diagnóstico que son más precisas y certeras”, explica el doctor José Ramón García López, jefe del servicio de Pediatría del Hospital Ribera Juan Cardona de Ferrol.
Las alergias y las intolerancias pueden tener síntomas similares, sin embargo, son dos afecciones considerablemente diferentes entre sí.
“Hablamos de intolerancia cuando el organismo no puede metabolizar de manera adecuada una sustancia, o bien tiene un déficit de alguna enzima. Mientras que una alergia se produce cuando nuestro sistema inmunitario valora una sustancia como nociva y provoca una serie de síntomas de rechazo, no sólo digestivos sino también sistémicos, respiratorios, cutáneos, vasculares, etc. Estos síntomas pueden variar en su intensidad y gravedad, desde leves hasta el shock anafiláctico”, indica el especialista.
Durante la infancia es más habitual que se den casos de intolerancias y alergias debido a la inmadurez del sistema digestivo, y algunos de los síntomas que nos pueden hacer sospechar es que tras la ingestión de un determinado alimento el menor, de forma repentina, presente síntomas como vómitos, diarrea, o hinchazón y gases.
“En los niños, las alergias más frecuentes son a la leche, el huevo y el pescado. En cuanto a las intolerancias, las más habituales son a la lactosa, el gluten, la sacarosa y la fructosa”, señala el pediatra.
Si notamos esta reacción de manera recurrente debemos acudir al pediatra para un estudio detallado y un correcto diagnóstico y tratamiento si procede.
Diagnóstico y tratamiento
Tener antecedentes familiares de intolerancia en padres o hermanos es un factor que predispone a sufrir también una intolerancia. “Los estudios de los casos de intolerancia se basan en provocar de manera controlada la reacción tras la ingesta del alimento sospechoso. En las alergias se realizan estudios inmunológicos, incluyendo pruebas de laboratorio y cutáneas. En ambos casos, como primera medida hay que retirar el alimento que provoca dicha reacción y en el caso de los alérgicos se usan tratamientos sintomáticos como los antihistamínicos orales y la inmunoterapia para desensibilizar al paciente”, puntualiza el pediatra del Hospital Ribera Juan Cardona.
Si hace unos años el diagnóstico de una alergia suponía la prohibición radical del alimento de por vida, hoy en día existen más posibilidades. “Con un diagnóstico correcto y controles clínicos adecuados la mayoría de los pacientes mejoran su sintomatología, aunque hay patologías que son estables en el tiempo, sin mejoría posible. Por ejemplo, la enfermedad celíaca, o algunas alergias alimentarias y determinados déficits enzimáticos”, concluye.
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