Cada vez somos más conscientes de la importancia de la alimentación, que no solo influye en nuestro nivel de energía y estado de salud sino también en nuestras emociones. Y viceversa. Nuestro estado emocional muchas veces condiciona nuestra relación con la comida.
En España, cerca de 400.000 personas sufren un TCA (Trastorno de la Conducta Alimentaria). Desglosando este dato, la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia indica que uno de cada 20 adolescentes sufre alguna patología de este tipo.
“Los indicios que nos deben hacer sospechar de la existencia de un trastorno alimenticio pueden ser, entre otros, los cambios significativos en los hábitos alimenticios, la obsesión por el peso o la imagen corporal, evitar comer en público, una pérdida o aumento de peso drástico o síntomas de malestar físico después de comer”, explica Daniel Valencia Bacelo, psicólogo del Hospital Ribera Juan Cardona.
“Los trastornos alimenticios deben ser tratados por un equipo multidisciplinar de profesionales sanitarios: médico, psiquiatra, psicólogo y nutricionista”, añade Eva Anca, especialista en nutrición del centro que pone a disposición de los pacientes a expertos de todas las áreas para abordar los problemas de una manera holística.
Los trastornos alimenticios más comunes en consulta incluyen la anorexia nerviosa, la bulimia nerviosa y el trastorno por atracón. “Además se ven con cierta frecuencia casos de ortorexia que es una obsesión patológica e irracional por comer sano y por la calidad de los alimentos. Ese interés excesivo por las calorías o la composición nutricional de los alimentos puede ser el primer signo en adolescentes que comienzan con una preocupación excesiva por la calidad de su dieta”, indica la nutricionista.
Aunque los TCA suelen iniciarse en la adolescencia, en realidad pueden afectar a personas de todas las edades. Es recomendable buscar ayuda cuanto antes, ya que son trastornos con un componente mental que pueden cronificarse, si no se solucionan a tiempo.
“Normalmente asociamos los TCA con mujer joven, pero los estudios muestran que es una patología que también se da en hombres, y en otro grupo de riesgo que son las mujeres alrededor de la menopausia, siendo estos dos, tanto hombres como mujer alrededor de 50 años, pacientes que buscan menos la ayuda de profesionales para su tratamiento”, apunta Eva Anca.
“Hay factores sociales, genéticos y de personalidad que pueden influir en el desarrollo de un trastorno alimenticio. Por ejemplo, la presión social sobre la apariencia, la genética que predisponga a ciertos comportamientos y rasgos de personalidad como el perfeccionismo o la baja autoestima pueden ser relevantes”, indica el especialista en psicología del Hospital Ribera Juan Cardona.
“Una mala gestión de problemas emocionales puede derivar en un trastorno alimenticio como una forma de controlar o evadir emociones difíciles. Por ejemplo, alguien que experimenta ansiedad o depresión puede recurrir a la restricción alimentaria o atracones como mecanismos de afrontamiento inadecuados”, añade Daniel Valencia.
El Hospital Ribera Juan Cardona propone un abordaje multidisciplinar de los trastornos alimenticios con profesionales de varias áreas implicados en la detección y tratamientos de las distintas patologías.
“En el ámbito psicológico, las terapias más utilizadas son la cognitivo-conductual, la familiar o interpersonal. Para una recuperación completa, es importante abordar tanto los aspectos físicos como emocionales del trastorno”, apunta el psicólogo.
Por su parte Eva Anca explica: “El papel de la nutricionista incluye: la evaluación nutricional, la intervención dietética y de educación nutricional, y el seguimiento del proceso, manteniendo una coordinación con el resto del equipo médico”.
El nutricionista aconseja al paciente y a sus cuidadores sobre la selección de alimentos, teniendo en cuenta las preferencias personales, antecedentes de salud, factores físicos y psicológicos y los recursos económicos. “Debemos ser el referente para el paciente y su familia en educación sobre alimentación saludable y equilibrada, ayudando a tener a una relación positiva con la dieta, favoreciendo la instauración de hábitos saludables.
Durante todo el proceso es necesario realizar un seguimiento personalizado y multidisciplinar, valorando la respuesta a las indicaciones, avanzando en la instauración de hábitos de alimentación saludable, y tras la recuperación, ajustar el plan alimentario para su mantenimiento y las sesiones terapéuticas según fuesen necesarias.
El impacto de las redes sociales
“Las redes sociales pueden contribuir al incremento de los trastornos alimenticios al promover estándares de belleza poco realistas y comparaciones constantes”, apunta Daniel Valencia.
Un estudio realizado por Universidad de Dublín y junto con una aplicación de salud concluye que solo el 2,1% de los contenidos sobre nutrición que se publican en TikTok se basan en la evidencia científica. El 97,9% de los 67.000 vídeos analizados son inexactos, parcialmente exactos o se han clasificado como inciertos. Son datos alarmantes cuando el 87% de los usuarios de esta plataforma reconoce que busca en ella consejos sobre nutrición y salud.
“En general, los pacientes con TCA aparentan tener grandes conocimientos de alimentación, y dedican gran parte de su tiempo a leer e informarse sobre nutrición, pero no siempre de fuentes fiables, o no siempre realizan una buena interpretación de la información que reciben”, añade Eva Anca.
“Es importante educar a la población en general sobre la búsqueda de información en fuentes fiables como nutricionistas registrados o sitios web respaldados por evidencia científica. Y también fomentar el pensamiento crítico para evaluar la credibilidad de lo que están leyendo”, señala.
La educación nutricional es una parte fundamental para el tratamiento de un paciente con TCA, y una asignatura pendiente en general en la sociedad.
Para más información:
www.riberasalud.com/juan-cardona/
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