evoro sin rubor un interesante artículo del director de Economics for Energy y catedrático de Economía Xavier Labandeira Villot (coño, para algo es mi sobrino favorito), que nos recuerda que España es un país especialmente vulnerable ante el cambio climático y el poco caso que nuestros políticos, en plena vorágine electoral, han hecho al problema, considerado en Europa como el principal reto, superior aún a la economía por los grandes riesgo socioeconómicos por no hacer lo suficiente. Insiste en no desaprovechar más tiempo facilitando por un lado la transformación interna hacía un sistema productivo más sostenible y de mayor calidad y, por otra parte, aumentar la investigación y facilitar desde las administraciones y de la sociedad, las ayudas que sirvan para minimizar, cuanto menos, el peligro que nos acecha.
Es un problema mundial que afecta en mayor medida a los menos pudientes (tanto países como grupos sociales) pero para el que contamos con soluciones tanto técnicas como socioeconómicas desde finales del pasado siglo.
Después de advertirnos de que el margen de maniobra se agota, recomienda a las autoridades políticas y a la ciudadanía, en general, una adaptación, llamémosla transición, de la mejor manera posible: un control fundamental a las emisiones de gases de efecto invernadero.
Es curioso que mientras en buena parte de Europa este sea un asunto de la mayor prioridad (un informe del Consejo Europeo asegura que sus efectos pueden ser peores que una nueva crisis económica) nuestros representantes y los candidatos a la administración en nuestro país no dedicaran ni un minuto en sus programas electorales.
Ciertamente hay otros problemas gravísimos y mal gestionado pero no actuar tiene un coste irreversible para el futuro. Un futuro que está cada vez más próximo como se puede comprobar por la contaminación en las ciudades, los brutales cambios en el clima y las mutaciones en muchas especies.
Hay que llevar adelante el mensaje de que “quien contamina paga” y abrir, con actos no con promesas, la solidaridad para que los países más pobres, la sociedad más vulnerable no sea, como casi siempre, quien finalmente pague una nueva plaga ya anunciada y siempre pospuesta por intereses económicos.
Vivimos un cambio en la política que, según se anuncia, puede reducir las desigualdades, mejorar el Estado del bienestar, pero, según los científicos, la alarma es el cambio climático. Leemos en “El País” que inmigración y medio ambiente centran la inquietud de los europeos. Tomen nota, señores políticos.