El último punto de atención en el que se ha detenido esta sección itinerante titulada Callejero Ferrolano, ha sido en el barrio de Esteiro, concretamente en la Praza das Vitimas do 11 M; los anteriores, sin embargo, habían sido la Glorieta Orde Terceira y la Avenida Emilio Antón, es decir, las inmediaciones del parque municipal Raiña Sofía, que tenían los tres –Parque, Avenida y Glorieta- un denominador común: están situados en lo que en el pasado se llamó Campo de San Roque, espacio que también abarcaba la calle que da título al artículo de hoy. Está dedicada a un artista ferrolano, pintor especialmente, colectivo del que Ferrol puede sentirse legítimamente orgulloso por los muchos y excelentes que aquí han venido al mundo en épocas distintas. La calle, no muy larga, discurre de norte a sur desde el final de la calle María hasta la puerta principal del parque ya citado.
Nunca llegué a hablar con este artista, Imeldo Corral González, Ferrol (1889-1976), y bien que lo siento ahora, pero lo recuerdo perfectamente cuando, allá por la década de los años sesenta, se le veía sentado en el desaparecido Café Suizo, junto a la ventana que daba a la calle Real, mirando hacia Amboage. Aun para quien no lo conociera, estaba claro por su perfil, gesto, mirada…. en fin, eso que ahora se llama lenguaje corporal, unido, además, a su indumentaria –un largo lazo al cuello en lugar de la clásica corbata, y una larga boquilla– que se trataba de un artista.
De su obra pictórica, a mí, que no soy crítico de arte aunque sí muy aficionado a visitar museos y exposiciones, me gustan especialmente sus paisajes locales, y encuentro acertadamente definida en la Gran Enciclopedia Gallega su pintura al destacar que en ella está latente su finura, elegancia y sencillez. Que él escogiese especialmente zonas de la comarca ferrolana como A Frouxeira, no resulta extraño pensando que a la enorme belleza del paisaje se unía el que sus raíces de allí procedían, pues aunque sus padres eran de Ferrol, su abuela paterna y su abuelo materno eran de Valdoviño, y allí, probablemente, se darían las circunstancias y condiciones propicias para que en su espíritu y sensibilidad se hiciese realidad lo que él mismo decía: “el paisaje me dice algo; yo lo interpreto y lo llevo al lienzo”.
La vida del niño y joven Imeldo no fue cómoda; huérfano de padre muy joven, se traslada a Madrid con su madre –a la que siempre estuvo muy unido- y su hermano que también tenía vocación artística aunque no pictórica sino musical.
Allí permaneció cuatro años durante los cuales el dibujo fue su ocupación principal, tanto en el campo como en museos, especialmente El Prado, y en Madrid pinta su primer cuadro, un paisaje. De vuelta en Ferrol, ya su vida entera es la pintura, sobre todo cuando su madre fallece, y esa dedicación y sinceridad le van abriendo camino hasta llegar a ser un reconocido artista con una obra hoy muy extendida geográficamente. I
meldo Corral ha sido estudiado ampliamente y elogiado por críticos y comentaristas, de tal manera que sus características son bien conocidas; en mi opinión, en síntesis, podría decirse simplemente que es poesía visual.
Uno de los trabajos que he leído, de personas que han estudiado la vida y obra de nuestro artista, es el de María I. Gómez Fernández, licenciada en Filosofía y Letras, publicado en un libro titulado “Pintores Ferrolanos, exposiciones: Agosto 1980” que decía: “La vida de Imeldo Corral se polariza en dos centros de interés: la pintura y su madre. Hombre silencioso, ensimismado, íntimo al que todos los que le han tratado de cerca lo definen como afectuoso, sencillo, entrañable como su pintura de una serena tranquilidad, como su arte, que consiguió crear en torno a su larga vida, un secreto permanente de existir, que hace difícil el acceso a los detalles de su vida personal. Y esa intimidad se mantuvo siempre imperturbable y se refleja en su obra”.
He señalado antes que hoy su abundante obra está en muchas ciudades, no solo de España, pero creo que el Ayuntamiento de su ciudad natal no es propietario de ningún cuadro suyo; esperemos que las entidades privadas que si lo son, faciliten su visita.
Para terminar, señalaremos que, según su partida de defunción, Imeldo Corral González, hijo de Antonio y de María, falleció el día 7 de noviembre a causa de una neumonía, soltero, y reposa en el cementerio de Catabois.