Rúa Naturalista López Seoane

Rúa Naturalista López Seoane
Vista actual de la calle que recuerda la figura y obra de López Seoane, en el barrio de Esteiro

El paseo virtual de hoy va a discurrir por la calle que da título a este artículo, en el moderno barrio de Esteiro; es paralela a la principal arteria del barrio –la avenida– por su flanco sur, y quizá como característica curiosa, desde un punto de vista urbano, es que las viviendas que tienen su dirección postal en esta calle, son todas de numeración impar por estar situadas en su lado norte, es decir, orientadas al Sur. Comienza en la calle Fernando VI (en las proximidades de la Plaza de las Angustias), y, siempre recta, atraviesa la Españoleto, hasta desembocar en la Avenida de Vigo. Estamos en el corazón de un barrio ferrolano del que tanto se podría hablar; vienen de inmediato a la memoria sus orígenes a mediados del siglo XVIII, construído para alojar a los miles de trabajadores –especialmente carpinteros– necesarios para la construcción y posterior funcionamiento de los nuevos astilleros que iban a estar situados en las proximidades del monte que allí había; las seis calles largas y paralelas que aún muchos recuerdan, de las que sólo se conserva íntegra la situada más al sur, llamada ahora Carlos III; el cuadro de Esteiro, etc., etc.

Pero el objetivo de esta sección –Callejero Ferrolano– es fijar la atención en el nombre de nuestras calles y plazas, los actuales y los anteriores, y el nombre de la que hoy recorremos es el primero (y esperemos que definitivo) que tiene esta calle, dedicada a la memoria de un ferrolano –Víctor López Seoane y Pardo Montenegro– nacido en septiembre de 1832 y fallecido en A Coruña en 1900. Bachiller en filosofía en Santiago, estudió en Madrid simultáneamente Medicina y Ciencias; en 1862 ocupaba ya la cátedra de Física, Química e Historia Natural en A Coruña. Más tarde ejerció la medicina en Ferrol, y así podríamos fácilmente seguir enumerando su actividad profesional con sólo consultar cualquier enciclopedia u otro medio, pero lo más destacable es la asombrosa actividad e inquietud científica que durante toda su vida lo llevó a investigar campos tan variados como el estudio de los insectos –entomología– durante casi dos décadas, aves, reptiles, rocas, conchas, plantas...


Para quienes no somos expertos en estos temas, puede que nos llame la atención una especie en concreto, por ejemplo los quirópteros (murciélagos), tan misteriosos y aparentemente repulsivos, u otra especie cualquiera, pero siempre despierta mi admiración la fatigosa labor de un investigador naturalista. A este respecto, recuerdo que en el año 2000, con motivo del centenario de su muerte, entre otros actos de homenaje, se expusieran en la Casa de las Ciencias de A Coruña una gran cantidad de ejemplares de su colección. Yo, que había ido por otros motivos, al contemplar aquel trabajo y leer algunas de las explicaciones, me sentí tan interesado que volví dos veces más para conocer mejor la colección. Como antes queda reflejado, sus horizontes científicos, en cuanto a la naturaleza se refiere, no tenían límite; Ferrol, lógicamente, fue uno de sus focos de atención en varios terrenos, por lo que dejaremos aquí constancia de algo que aún no había aparecido: uno de sus trabajos se titula “Observaciones meteorológicas hechas en Ferrol en 1867”.

Una mente tan abierta, siente la necesidad de conocer otros ambientes, humanos y naturales: catálogo de aves de Andalucía (1862), y viajes por Europa para conocer personalmente a otros científicos y hacer acopio de objetos y experiencias, lo demuestran. Intercambió correspondencia con relevantes personalidades, entre ellas el Príncipe Alberto I de Mónaco, fundador del Museo Oceanográfico de su país, pero el más conocido personaje con quien tuvo relación epistolar, es el británico Charles Darwin (1809-1882), cuya famosa obra “El origen de las especies”, publicada en 1859, es universalmente conocida y en la que explica su teoría sobre la variabilidad de las especies.

Darwin, autor de otras muchas obras, también se basó, como López Seoane, en la observación directa, sobre todo en el célebre viaje a bordo del Beagle, de cinco años de duración. Pues bien, en el Instituto José Cornide se conserva una carta autógrafa de Charles Darwin dirigida a nuestro paisano, fechada en diciembre de 1881. Otro científico, algo más joven, español, religioso jesuita, también relacionado con López Seoane, es Baltasar Merino, burgalés, que ejerció la docencia en América y en el Colegio de los Padres Jesuítas Santiago Apóstol de Camposancos (Pontevedra), y reputado botánico.
López Seoane, como Darwin y como todos los grandes investigadores y descubridores, tuvo también sus detractores, lo cual es lógico desde muchos puntos de vista, si bien, en cierto modo, resulta positivo porque da ocasión a que su obra sea más conocida y estimula el contraste de pareceres.

Tal vez a nivel popular, la rama más conocida de su obra sea la herpetología (tratado de los reptiles) ya que es de general conocimiento que un ejemplar lleva su nombre, y, curiosamente, en este campo de la herpetología es donde más enfrentamientos existieron con otros destacados científicos.

De su vasta colección se vieron beneficiados los museos de Lisboa, Santiago, Museo Británico (al cual donó 197 ejemplares de hérpeto), y, especialmente, A Coruña, por las donaciones que hizo en vida, o, posteriormente, sus herederos.
Volvamos, para terminar, a la vía urbana de Ferrol que lleva su nombre. La Asociación de Vecinos de Esteiro, cuyo presidente era entonces don Francisco Leira, creo que con gran acierto, solicitó en marzo de 1989 al Alcalde la ciudad, que la calle llamada “A”, del nuevo barrio, se dedicase y llevara el nombre de Naturalista López Seoane.

Una de las frases de su propuesta era: “Entre los científicos que se han ocupado del estudio de los minerales, plantas y animales de Galicia, destaca sobremanera la figura de López Seoane”.

Tras el preceptivo informe de la Comisión de Cultura del Concello, que hizo suya la propuesta, el pleno del Ayuntamiento –era Alcalde el señor Couce Doce– la aprobó por unanimidad en su reunión del 24 de mayo de 1989.
Para finalizar este artículo, invito al lector a que pongamos de nuevo los pies en la calle de la que hoy hablamos y fijemos nuestra atención en el edificio rotonda (actualmente Escuela de Enfermería y Podología) que forma esquina con la Avenida de Vigo, y que, en mi opinión, es un hermoso ejemplo de Art-Decó; no es el original que allí construyó Rodolfo Ucha, pero sí una fiel réplica.

Rúa Naturalista López Seoane

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