las estrellas fugaces de las perseidas lograron colarse en nuestras agendas veraniegas y este año, a diferencia del anterior, las condiciones astronómicas para observarlas son buenas; eso sí, aunque el brillo lunar no vaya a ser una molestia, hay que buscar un sitio sin contaminación lumínica.
Si bien las perseidas comenzaron el pasado 25 de julio y terminan el 18 de agosto, la mejor noche para intentar “cazarlas” es la de este domingo y, como siempre, mejor en posición tumbado, en un sitio oscuro, sin obstáculos como edificios y árboles y sin instrumentos como prismáticos o filtros.
Aunque astronómicamente hablando sea un buen verano (habrá que estar pendiente de las nubes y de las condiciones meteorológicas en general), no hay que esperar “una cascada” continua de estrellas fugaces y sí tener un poco de paciencia y buscar un buen lugar.
Y es que, aunque el cálculo de los modelos estándares diga que la actividad de las perseidas en condiciones perfectas se sitúa sobre los 100/150 meteoros cada hora (las estrellas fugaces son en realidad meteoros), de estos se cree que se podrán ver unos 20 a la hora (la predicción del número de meteoros usa un valor llamado THZ o tasa horaria cenital que no se puede traducir a cuántas se ven, según el director del Planetario de Pamplona, Javier Armentia). Además, la cantidad puede variar y en unos pocos minutos se pueden “cazar” por ejemplo cinco y en media hora ninguno.
Esta variación depende de muchas cosas: de la hora, del lugar elegido para la observación y de lo oscuro que sea, de la meteorología o de la agudeza visual del observador, resume Armentia, quien, no obstante, apunta que en particular la noche del domingo al lunes es magnífica para atisbar perseidas, un espectáculo que ya sean cinco, diez o veinte meteoros “siempre merece la pena”. Las lluvias de estrellas se producen cuando la traza de partículas de polvo y rocas que dejan los cometas en su órbita alrededor del Sol entran en la atmósfera de la Tierra y se volatilizan produciendo un efecto luminoso: los meteoros.
Estos fenómenos se pueden prever con antelación, ya que todos los años la Tierra en su camino alrededor del Sol atraviesa la trayectoria de varios cometas, en este caso el 109P/Swift-Tuttle. Cada año a principios de agosto nuestro planeta cruza la órbita de este cometa; su órbita está llena de partículas pequeñas, como granos de arena. Cuando se cruzan con nuestro planeta impactan contra la atmósfera; el choque produce, en estos minúsculos fragmentos, un aumento de temperatura de hasta cinco mil grados en una fracción de segundo, lo que hace que se desintegren y emitan un destello de luz, meteoro o estrella fugaz. l