Un autor cae en picado cuando no es capaz de aprovechar un traje hecho a medida. Pocos podían sentarle tan bien a Burton como Sombras tenebrosas. Comedia negra, plagada de personajes fantásticos, con algo más que un toque kitsch, un reparto ideal para exprimir el estrambótico plantel de personajes y mil oportunidades para jugar a la comedia con el contexto, los años 60. Sin embargo Burton filma en esta adaptación de su show televisivo favorito la más anodina, burda y boba de sus películas. El principal problema se encuentra en el guion, que firma el inefable Seth Grahame-Smith –novelista con títulos como Abraham Lincoln cazavampiros o Orgullo, prejuicio y zombis– y que es un auténtico dispendio de oportunidades perdidas, algunas de ellas inconcebibles en el autor de Bitelchús. Un botón: Barnabas Collins, el vampiro al que encarna Johnny Depp, se cepilla con los colmillos a toda una comuna de hippies hasta las cejas de porros y ácido. Y Burton y su guionista cortan a escena y a otra cosa, cuando tenían en bandeja ofrecer un hilarante viaje del chupasangres por consumir plasma con exceso de especias. La tónica de esta escena, de rodar, cortar y a otra cosa, se repite en toda la película. Fláccida es el epíteto que mejor le va. Fofa, a medio dormir, dejada y ausente de sí misma. Así es Sombras tenebrosas. Sin tensión, sin intención, sin el menor aliciente a seguir sentado un minuto más en la butaca. Ni siquiera cuenta con el encanto de lo cutre, con ese infantilismo creador del que no sabe que también supo plasmar Burton en su obra maestra, Ed Wood.
Pero Burton sabe. Y por eso es imperdonable que haya filmado algo como Sombras tenebrosas.