El 14 de marzo se cumplirá un año del confinamiento domiciliario que el Gobierno decretó para afrontar la pandemia del Covid. Centenares de miles de negocios tuvieron que cerrar y cientos de miles de trabajadores se quedaron embalsados en un ERTE. Las primeras ayudas a las empresas y autónomos no sólo tardaron en llegar, sino que lo hicieron en una dirección errónea.
Se pusieron en marcha los mencionados ERTE, créditos ICO avalados por el Estado y ayudas por cese de actividad a los autónomos. Hoy, casi un año después, el Gobierno sigue sin ofrecer ayudas directas a un tejido productivo que si no ha cerrado el negocio intenta sobrevivir. Las últimas informaciones apuntan a que el diseño de las ayudas que está realizando el Ministerio de Economía va a dejar fuera a casi 8 de cada 100 empresas y a la mitad de los autónomos. Tampoco una quita a la deuda contraída con los prestamos ICO soluciona el problema, tan sólo lo atrasa.
Además, las nuevas restricciones de horarios y aforos que ha traído la tercera ola del coronavirus y la lenta vacunación siguen dañando la actividad. De hecho, un tercio de las empresas asegura que no recuperará la facturación precovid hasta 2023, mientras el Gobierno intenta pasar la pelota de los impagos de los créditos ICO a la banca y sigue aferrado a los ERTE que de nuevo rozan los 900.000 trabajadores.
Precisamente, Fedea acaba de publicar un estudio según el cual “hasta un 40% de las empresas españolas necesitará llevar a cabo en los próximos meses al menos una reestructuración de los plazos de su deuda para poder seguir haciendo frente a los intereses y más de un tercio de este grupo tendrá, además, problemas de solvencia”. También el Banco de España o Funcas manejan datos similares y retrasan la recuperación, en el mejor escenario, al segundo semestre del año.
De hecho, el valor añadido bruto del comercio, transporte, hostelería, y actividades artísticas y recreativas cayó un 24% en 2020, lo que supone el 70% del PIB perdido.
El Gobierno sigue dándole patadas al balón, retrasando lo inevitable y sin coger el toro por los cuernos. No hay duda, porque lo hemos visto en otros países, de que las ayudas directas habrían logrado salvar muchos negocios y miles de empleos. No se quiso hacer. Ahora, con el tejido productivo machacado y un gasto en desempleo y ERTE cercano a los 40.000 millones, veremos cómo afronta en los próximos meses el erial económico en que se ha convertido España.