o es lo mismo zombi que zumbado, aunque pueden llegar a tener una cierta similitud. La palabra zombi proviene de idiomas africanos y significa muerto que camina o algo parecido, zumbado como zumbar o zumbido tienen origen onomatopéyico y significa loco. En ambos casos se hace referencia a alguien que anda por ahí fuera de contexto: la verdad es que no se sabe que es peor si un difunto andando o un loco suelto; lo del primero es bastante improbable, lo del segundo algo más frecuente. Una mezcla de los dos ya sería rarísimo, aunque por lo general el muerto viviente suele aparecer casi siempre como un descerebrado bastante peligroso y feo; mientras que el loco, olores aparte, tampoco suele tener un aspecto muy atractivo. Así que volvemos a lo de la similitud inicial.
Gógol escribió un maravilloso libro titulado “Alamas Muertas”, en el que, si no recuerdo mal, un supuesto terrateniente compraba siervos muertos, aparentando que seguían vivos, para conseguir ventajas con una falsa fortuna. Así que sus supuestas propiedades estaban llenas de zombis, gracias a lo cual se codeaba con la alta sociedad zarista, antes de que la revolución comunista acabara por decretar la muerte cerebral de todos los rusos. Stalin llenó de muertos Rusia y el loco de Hitler el resto de Europa, los dos apestaban a muerto. Los genocidas de todos los tiempos han sido unos locos con el cometido principal de sembrar muerte y dolor.
Entre nosotros también hay desalmados, asesinos y criminales que matan mujeres, niños y todo lo que se les pone por delante. Con relativa frecuencia los medios de comunicación se hacen eco de hechos terribles, protagonizados por unos zumbados. Gente que más que tener el alma muerta es que la tienen hecha girones: una vez conocí a uno de estos personajes; incluso lo tuve relativamente cerca, sin que por entonces pudiese adivinar de lo que era capaz. Se trataba de un loco, que acabó dando puñaladas por ahí; así que todavía doy gracias de no haber sido víctima directa de aquel zumbado. Para que luego digan que ser profesor universitario no es profesión de riesgo.
Un viejo amigo siempre me decía que le pedía a Dios un par de cosas: no volverse loco y no acabar en la cárcel. La última vez que lo vi seguía libre, vivo y en su sano juicio, así que le pregunté que si continuaba con sus ruegos para evitar infortunios: me contestó que ya no pensaba que el problema fuese la posibilidad de volverse loco, sino la sensación de vivir en un manicomio. Además de tener la impresión de que había mucho zumbado, no acababa de estar seguro de donde se encuentran actualmente los criterios de normalidad; sobre todo en aquellos casos en los que ser un delincuente parece estar privilegiado.