Un Donald Trump dorado de casi dos metros de altura es algo que solo se quiere ver si uno es republicano y seguidor del que muchos consideran el peor presidente de los Estados Unidos. Para el resto, es un espanto. Pero, a falta del Trump real, su representación es la estrella de la convención de los conservadores estadounidenses. Parece que el exmandatario no tiene que preocuparse por que sus muchachos le olviden; se ve que lo tienen bien presente, hasta el punto de caer en la idolatría. A ver cómo le bajan luego el ego. Ni con otras elecciones perdidas.