La foto de Fraga en bañador en Palomares fue un arma propagandística del franquismo tan eficaz que hoy muchos españoles aún desconocen los detalles del accidente nuclear ocurrido el 17 de enero de 1966 en esa localidad almeriense. Movistar+ estrena mañana una serie documental que reconstruye lo sucedido.
"Palomares. Días de playa y plutonio" combina el material documental, que incluye testimonios y documentos inéditos -en particular una serie de telegramas de soldados del ejército español que no habían visto la luz-, con la recreación de los hechos en clave de ficción, pero siempre con rigor histórico, han asegurado hoy sus responsables en una rueda de prensa telemática.
"La historia de Palomares es demasiado increíble para ser cierta, si se contara como ficción probablemente no se creería", ha dicho Álvaro Ron, director de esta producción original de Movistar+ en colaboración con 93 Metros ("El Palmar de Troya", 2020).
Miembros de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos que lideraron la operación de búsqueda de las bombas sobre el terreno, vecinos de Palomares que fueron testigos del accidente y periodistas que llevan años investigando el tema, como la estadounidense Barbara Moran y los españoles Rafael Moreno y José Herrera, han participado en la serie.
El primero de los cuatro episodios -de 52 minutos cada uno- arranca con el accidente en sí: un bombardero B-52 estadounidense choca con la nave con la que intentaba repostar en pleno vuelo. Mueren siete hombres y en los alrededores de Palomares caen las cuatro bombas nucleares que transportaban, unas 75 veces más potentes que las de Hiroshima.
Eran los años de la Guerra Fría y la doctrina de la destrucción mutua asegurada entre EEUU y la URSS. Gracias al pacto de colaboración firmado en 1953 entre Estados Unidos y España, que permitió la apertura del régimen franquista al exterior, estos aviones con carga nuclear sobrevolaban a diario el espacio aéreo español.
Tras la colisión, mil seiscientos soldados americanos aterrizaron en Palomares para deshacerse del material radiactivo ante la mirada atónita de los lugareños, a quienes no se alertó del peligro hasta varios días después. Tres de las bombas se localizaron al instante pero la cuarta tardó 80 días en aparecer, arco temporal en el que transcurre la serie.
"Ha pasado medio siglo ya, pero nadie lo había contado, ni Hollywood ni Buñuel, que lo intentó", ha recordado Moreno, en referencia a un proyecto inédito del cineasta aragonés del que se supo hace tres años gracias a unas cartas inéditas dirigidas a su amigo y coguionista Jean-Claude Carrère.
Moreno, corresponsal de EFE entre 1981 y 2002 y autor del libro "La historia secreta de las bombas de Palomares" (Crítica, 2016), ha asegurado que más de la mitad de las personas que hablan en el documental no lo habían hecho hasta ahora y destaca entre el material inédito una serie de telegramas localizados en el Museo del Ejército español en el que los militares sobre el terreno explicaban lo que ocurría a sus jefes de Madrid.
"Hasta ahora teníamos información desclasificada de Estados Unidos, pero nada de España", ha subrayado.
La productora María Recarte ha destacado el desafío que ha supuesto encontrar a los personajes vivos que contaran esta historia y lo transmitieran bien, y ha agradecido la implicación de un pueblo "estigmatizado por la Historia y que solo quiere seguir adelante".
El Consejo de Seguridad Nuclear admitió recientemente que sigue habiendo restos de Plutonio-239 y Americio-241 en la zona, aunque no los considera peligrosos para la salud, mientras algunos vecinos siguen obligados a realizarse exámenes periódicos. En Estados Unidos un grupo de veteranos mantiene un proceso abierto contra el Gobierno para exigir indemnizaciones.
"Lo que ha trascendido es la foto del baño de Fraga -por entonces ministro de Información y Turismo-, pero ese es un retrato muy sesgado, hay muchas capas debajo de esa foto que fue un arma propagandística de la época", ha subrayado Recarte.
La ideóloga de esa instantánea fue en realidad Robin Chandler Lynn, esposa del embajador de Estados Unidos de la época, Angier Biddle Duke, y antigua relaciones públicas de Pepsi, tal y como contó Moreno en su libro.