Parece ser que a las farmacéuticas no les gusta que se usen sus compuestos para ejecutar a presos, así que en Carolina del Sur han tenido que buscarse una alternativa a la inyección letal ante la escasez de existencias. Todo para no privar a los condenados de la posibilidad de elegir, entre dos opciones, cómo quieren morir. Detallazo. Ahora podrán debatirse entre la clásica silla eléctrica –que parece que tiene poco éxito– y el fusilamiento. Bien pensado, porque, que se sepa, a los fabricantes de armas no les preocupa que se utilicen para matar.