De vez en cuando, un atisbo de sociedad civil, espacio de honestidad e independencia, que al margen de sus razones, conmueve los poderes establecidos y lo hace por su espontaneidad y falta de un claro liderazgo o por ejercerlo individuos ajenos a las cómodas estancias institucionales. Cuando esa conjunción se produce sentimos que la sociedad toma las riendas y busca encauzar sus problemas desde la justeza en la razón que las anima, porque las causas o son justas o no son causas, sino excusas.
Fruto de este compromiso en la justeza de su reivindicación, se inició en el seno de la GC y la PN un movimiento reivindicativo, en la apariencia de naturaleza salarial, pero que en el fondo pone sobre el tapete la necesidad de ordenar y equiparar libertades y derechos en todos los territorios, entre ellos, a igual trabajo, igual salario.
En su fugaz estrella brilla intensa la luz de su justa exigencia, esa que aún iluminaba su existencia.
Curiosamente hoy, ya constituido e institucionalizado, comienzan a verse envueltos en la gris nebulosa de los viejos sindicatos. Las razones, dicen, la injerencia política, yo afirmo, falta de ética y sentido del honor, porque sus afiliados les han dado a sus directivas una fuerza que no nace en los despachos recién ocupados, ni en los favores recibidos o por recibir, sino en los despechos sufridos y los logros por conquistar.
No es la diferencia, es la indiferencia, esa es su fuerza y razón.