Franco nunca prohibió a los españoles que se tomaran unas cañas, ni tampoco prohibió las corridas de toros, y en contra de esa creencia de que en las dictaduras lo que no está prohibido es obligatorio, tampoco obligó a los españoles a asistir a las mismas. Tampoco era obligatorio ser del Real Madrid, e incluso podías ser seguidor del Barça sin sufrir represalias, y desde luego podías elegir el colegio de tus hijos entre una numerosa oferta de órdenes religiosas. Los ejemplos de libertad con los que el Partido Popular nos ilustra estos días, ya existían en el franquismo, por lo que instalados en el silogismo más elemental, deberíamos concluir que la dictadura franquista sería en realidad una variante adaptativa de la democracia o, en el peor de los casos, una democracia autoritaria no exenta de dureza en momentos puntuales, aunque no se ejerciera precisamente para evitar los botellones.