“La idea se viene gestando, por lo menos, desde hace 10 años y surgió de una película en la que la protagonista era organizadora profesional de armarios”. Así explica Carolina Díguele, licenciada en Bellas Artes y Producción de Arte, cómo nació Locoloco, un propósito que quedó un poco apartado durante un tiempo y que terminó de tomar forma cuando conoció a Isabel O’Connor, diseñadora de interiores. “En los últimos tiempos vimos que había una posible clientela para este servicio y nos decidimos a ofrecerlo”, añade.
Con su buen hacer y los conocimientos que les ha aportado su formación, estas dos mujeres afincadas en As Pontes ponen orden en cualquier tipo de espacio, organizando y optimizando diversos objetos, desde ropa en armarios, comida en despensas o artículos amontonados en almacenes. “En mi caso, por mi profesión, parte de mi trabajo consiste en ordenarle la casa a mucha gente. Es cierto que ahora es tendencia la importancia de tener bien tu hogar. Del mismo modo que nos preocupamos por nuestra apariencia, el cómo tenemos la casa es un reflejo de nuestra personalidad. Llegar a casa y ver el armario hecho un desastre enfada mucho”, comenta O’Connor, que apunta a que “si nos lo hace otra persona, incluso mejor, porque a veces no tenemos mucho tiempo”. “Es como un reflejo de la cabeza: si lo de fuera está ordenado parece que todo se ordena un poco más, porque ya no estás pensando en ese caos”, añade Díguele.
Una vez tomada la decisión de emprender –sin dejar de lado sus respectivos trabajos como autónomas– el principal escollo con el que se han encontrado es la vergüenza. “Lo que quizá más nos va a costar es que la gente nos abra las puertas de su casa, generar esa confianza como para que nos muestren esa intimidad. Nuestros servicios no solo se basan en dar consejos, porque al final se acaban abandonando y se quedan sin ejecutar. Nosotras lo que queremos es ordenar físicamente los espacios de la gente, adaptándonos a sus necesidades”, comenta Carolina. “Ser capaz de ponerte en manos de otra persona para, por ejemplo, decidir qué tiramos o qué no, es quizás lo más difícil”, añade Isabel.
Para ello, estas profesionales hacen un estudio previo y elaboran un presupuesto que permite a sus clientes conocer los detalles con antelación, “sin ningún tipo de compromiso”.
Más allá de ponerle fin a ese caos que toda persona puede alcanzar, Díguele y O’Connor ofrecen también la posibilidad de darle una segunda vida a diverso mobiliario. “No hacemos restauración propiamente dicha, porque eso son palabras mayores y requiere de conocimientos muy específicos, pero sí que ayudamos a encontrarle otra utilidad a un mueble o incluso cambiar su aspecto”, explica Díguele.