Estamos en el siglo XXI y pagar con tarjeta o con móvil está a la orden del día. En el barrio de Ferrol Vello, al que llegan los peregrinos, los cruceristas, los turistas, en el que se encuentra la oficina de turismo de la ciudad y el que cuenta con un sinfín de establecimientos de hostelería, todavía no tenían ni cajero automático –ni banco, claro–. Ahora ese sueño demandado durante décadas se ha hecho realidad y los vecinos lo celebran como si de un premio se tratase. No es para menos, aunque sea, por qué no decirlo, vergonzoso.